
MUCHO POR AQUI, NADA POR ALLA
Las técnicas quirúrgicas para embellecerse han recorrido un largo camino, pero jamás fueron tan populares como en este fin de siglo. Si se decide apelar a ellas, hay que tomar algunos recaudos: no todo lo que reluce bajo el sol es oro
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"Espejito , espejito", decía la reina ambiciosa de los cuentos. Buscaba belleza y juventud, y el cristal que la reflejaba cargaba con la responsabilidad de contestarle que su beldad era insuperable. Hasta que un día apareció aquella que naturalmente había sido dotada de más hermosura y empezaron los problemas, porque a la reina no se le ocurría otra cosa que sacarla del medio.
Si la historia no se hubiera dado en la mágica edad de los castillos, la solución hubiera sido más fácil. Un lifting por aquí, un poco de siliconas por allá, colágeno acullá, y listo. El espejito ya no tendría problemas para contestar.
Ojo, la cirugía plástica no es cosa nueva, por el contrario, es ciencia antiquísima. Su historia escrita comienza hace dos mil años y se proyecta con la furia de una tempestad desde Oriente hacia Europa. El Ayurveda, compendio médico sagrado de los hindúes redactado por esa época, es una apertura a los misterios de la estética practicada sobre cuerpos humanos. Alfareros y ladrilleros (precursores remotos del cirujano moderno) practicaban ya las primeras reconstrucciones nasales.
El método, a pesar de su técnica rudimentaria, no difería en lo fundamental del que se practica en nuestros días: utilizaban pedazos de mejilla y de frente para sustituir una nariz perdida.
El gran Celso (Aulus Cornelius Celsus), el más famoso médico de la antigüedad junto con Hipócrates y Galeno, asediado por la coquetería del Imperio Romano, dejó una descripción minuciosa de su método de sustitución de tejidos vivos en las operaciones plásticas de la cara. También el célebre Galeno que, a pesar de su ascendencia griega ejercía en Roma, dedicó parte de sus desvelos a esta especialidad e inventó una técnica quirúrgica para restaurar labios, narices y orejas.
Estas escuelas se pierden en el largo silencio del Medievo. En el siglo XV, el médico italiano Tagliacozzi sorprendió a sus contemporáneos al injertar en la parte afectada de la cara una tira de piel viva tomada del brazo. El procedimiento era exitoso, pero el posoperatorio constituía un verdadero suplicio: el enfermo debía esperar la cicatrización con el brazo encorvado sobre un aparato que lo fijaba a la cabeza hasta que se establecía el riego sanguíneo de la piel injertada.
El injerto de la piel del brazo en la cara fue cayendo en desuso, y la plástica debió esperar dos siglos hasta recobrarse del descrédito.
A fines del siglo XVIII, Carpue, profesor de anatomía de la Escuela de Medicina de Londres, reactualizó en su libro Penant´s Views of Hindustan el método indio de reconstrucción nasal por medio de una tira de piel cortada de la frente.
Eso sí, eran épocas en las que no había anestesia. "Los profesionales se publicitaban de acuerdo con el tiempo que tardaban. Se leía cirugía de nariz en siete minutos , y el que menos tardaba era el elegido. Eso era muy importante: muchos se iban corriendo con la nariz colgando porque no soportaban el dolor. El 45% de los pacientes se moría", explica hoy el doctor Rolando Pisanú, especialista en cirugía estética.
La primera hecatombe bélica del siglo XX liberó de trabas a los cirujanos y les suministró casos de deformidades ante los cuales la ciencia ya no podía vacilar; el escalpelo logró recuperar casi milagrosamente el aspecto humano de millares de rostros desfigurados por armas de fuego.
Pasada la primera guerra, y con su progresivo acceso a las profesiones liberales, las mujeres dispusieron de un presupuesto personal que destinaron a la belleza.
La nariz, que en un principio fue el apéndice que centralizó los afanes de los primitivos cirujanos, cedió su privilegio a otras partes del rostro y la plástica incorporó a su ámbito no sólo las deformaciones congénitas y las producidas por accidentes, sino también la acuciante preocupación por alejar del rostro los estigmas de la vejez.
Introducida en Francia a partir de 1919, la cirugía estética se expandió muy rápido. Ya en esa época era posible el lifting (estiramiento), la supresión de las patas de gallo, el rictus de la boca, la eliminación de la papada, las bolsas de los párpados, la cirugía de senos, el vientre y los tobillos.
En la Argentina hubo una época en que la cirugía plástica del país cabía en la destreza de tres o cuatro pioneros: los célebres Malbec, Marino, Ivanisevich, Zeno. Desde mil novecientos treinta y tantos, Buenos Aires, como toda gran ciudad, empieza a generar especialistas en estética.
Hoy se reciben de 120 a 130 cirujanos plásticos y se estima que en el área metropolitana "se apretujan más de 1300 médicos que practican cirugía plástica. Una verdadera superpoblación, si se tiene en cuenta que la Organización Mundial de la Salud recomienda que haya un cirujano plástico cada 150.000 habitantes. Teniendo en cuenta que hay una población de alrededor de doce millones de personas entre Buenos Aires y la Capital Federal, habría uno cada 9200 personas". Así lo afirma la periodista Mariana Carbajal en su libro La seducción permanente, verdades y mentiras de la cirugía plástica.
Estos doctores ofrecen maravillosas transformaciones en consultorios instalados inevitablemente en Palermo Chico, Barrio Norte y la Recoleta, entre operaciones tan tenues como sacarse un lunar y complejísimos cambios de cara, pacientes que van desde la pubertad hasta pasados los 80 años.
"La sociedad, la moda y las presiones que ambas imponen han hecho que la gente acuda más al cirujano plástico", dice el doctor Manuel Sarrabayrouse, jefe del Servicio de Cirugía Estética y Embellecimiento del Hospital Italiano. Desde hace años, los servicios de cirugía plástica no dan abasto: tiene sus turnos tomados con dos meses hasta un año de anticipación.
Hace rato que el fenómeno dejó de ser secreto o vergonzante: rostros de actrices que cambian de la noche a la mañana, vedettes con cada vez más grandes volúmenes de pechos y labios. Cada día son más las pacientes orgullosas de pertenecer a la categoría de las operadas.
De cada diez personas que consultan para someterse a una intervención de embellecimiento o rejuvenecimiento quirúrgico, ocho o nueve son mujeres. Pero aunque sigue siendo una especialidad para un público mayoritariamente femenino, los cuerpos masculinos que se atreven al cambio que ofrece el quirófano van en aumento. "A paso lento, la demanda varonil se triplicó en la última década", dice Carbajal. "Antes, que se operara un hombre era tabú -en realidad, había que ser muy hombre para operarse-, entonces pedían horarios especiales de atención para que no los vieran. Eso ha cambiado mucho gracias a la publicidad", dice Sarrabayrouse. Los medios televisivos y gráficos, hablan mucho sobre la especialidad y eso vende, y la gente lo consume. Pata Villanueva hasta aceptó televisar su propio lifting para el programa Memoria.
El mayor registro de operaciones de las celebridades lo constituyen las revistas del corazón. Allí, en primera plana, puede leerse cómo una cirugía les devolvió el trabajo, la confianza o el marido a una actriz, político o deportista. Los casos se agolpan. Impera la masificación de la Barbie: las mismas narices, las mismas bocas, los mismos pómulos. "Reina Reech, Liz Fassi Lavalle, Amira, Zulema, Claudia Villafañe, parecen cortadas por el mismo molde", dice Carbajal en su libro.
Para que el mensaje se grabe en la cabeza de los lectores, la periodista acude a ejemplos de casos de mala praxis y reacciones adversas y resultados negativos al pasar por el quirófano. Sólo a modo de ejemplo se puede citar el caso de una mujer -que prefirió el anonimato- cuyo complejo de cola chata la decidió a pasar por el quirófano. "Cuando cumplió 36 años decidió recurrir a una prótesis de gel de silicona para aumentar el volumen de sus glúteos. El cirujano plástico que la operó le puso cuatro prótesis (un par en cada nalga) en vez de dos, como se acostumbra, y al menos dos de ellas eran para colocar en las mamas. El resultado estético fue espantoso: las prótesis se le corrieron, y una se reventó y tuvo que ser operada de urgencia."
Raquel Mancini, que luego de experimentar las desventajas de someterse a una lipoaspiración, en 1996 (una reacción adversa a la anestesia la dejó inconsciente y hubo que trasladarla a un centro médico con terapia intensiva), no desistió y sigue operándose. Recientemente se la vio en las revistas luciendo unos labios de mulatona. Ella dijo que creyó que en las cirugías iba a encontrar la felicidad.
Adriana Brodsky, por el contrario, luego de cuatro operaciones de nariz y cinco de mamas, aceptó que no le iba muy bien con las cirugías y se dio por vencida.
También hay casos extremos de amor por las transformaciones. "Bienvenidos a mi sitio de Internet. Documenta mi vida, mis experiencias con la cirugía cosmética y mi red mundial de cirugía cosmética, la única organización de su tipo dedicada a individuos que están considerando o ya se hicieron una cirugía estética -dice Cindy Jackson (la mujer que modificó todo su cuerpo con el único fin de parecerse a una muñeca Barbie)-. Aquí podrán ver cómo logré mi asombrosa transformación." En la vereda de enfrente está la artista de performance que se hace llamar Orlane. Ella ha emprendido un viaje iniciático de transformación corporal mediante incontables procesos de cirugía plástica. Contrariamente a los que se someten a cirugía estética, no busca corregir defectos físicos u ocultar edad, sino esculpir su cuerpo a manera de martirio moderno, al tiempo que hace mofa de la estética consumista. Tomando como modelo representaciones pictóricas de Diana, Psyche, Europa, Venus y la Mona Lisa, somete a su cuerpo a un proceso de transformación como parodia. Dato importante: sus intervenciones quirúrgicas son sólo con anestesia local. Para ella, el cuerpo es como para los seguidores de la diosa Kali, un disfraz desechable a la hora de la muerte. Por esto mismo, nada evita que pueda ser tomado como materia prima para una obra de arte.
Con todas sus sombras, la cirugía estética tiene aún muchas más luces: abrió las puertas a un nuevo mundo en el campo de la belleza. Ya no hace falta bancarse los defectos ni vivir angustiados por no poder cumplir con el modelo estético que impone la sociedad, ni andar por ahí mandando a aniquilar a bellas jovencitas. Sólo hace falta un buen cirujano, un poco de responsabilidad y mucha información.
Qué se hacen
En el libro La seducción permanente , Mariana Carbajal da pruebas de aciertos y grandes fracasos de médicos e impostores. Allí se detallan las técnicas quirúrgicas más usuales. Entre ellas, éstas.
Lifting: para atenuar el envejecimiento facial y la flaccidez del rostro y el cuello. Logra mejorar los signos del paso del tiempo, pero no devuelve la vitalidad de la piel. No produce efecto sobre los párpados caídos o bolsas de ojos, y tampoco elimina las arrugas que bordean la cara.
Lifting frontal: técnica de estiramiento que minimiza las arrugas de la frente y puede elevar las cejas. La transformación lograda puede, incluso, producir un cambio en la expresión del rostro de una persona. Permite, por ejemplo, suavizar y rejuvenecer un gesto duro, cansado, rudo.
Cirugía de nariz: puede modificar rasgos heredados, alterar el tamaño o corregir deformidades adquiridas.
Lifting de cuello: permite reducir la papada y atenuar arrugas o pliegues, aunque sus efectos no son permanentes.
Cirugía de orejas: sirve para reposicionar orejas prominentes más cerca de la cabeza, reducir su tamaño o remodelar los pliegues del cartílago. La nueva forma o posición de las orejas será de por vida.
Técnicas de relleno: existen procedimientos estéticos que los médicos suelen llamar retoques y que, sin llegar a la cirugía, permiten efectuar pequeñas correcciones o cambios en el rostro. Se trata de inyecciones de sustancias que permiten aumentar el volumen o cambiar la forma de los labios, rellenar arrugas, pómulos, mentón y cicatrices varias.
Cirugía de abdomen: es para remover el exceso de piel y grasa, y reposicionar los músculos de la pared abdominal.
Aumento de mamas: se hace con prótesis que son como bolsitas con una capa externa de silicona, rellena de gel de silicona o solución salina.
Reducción de mamas: destinada a reducir hipertrofias mediante remoción de grasa, tejido glandular y piel.
Elevación de mamas: para reubicar una mama caída en su posición normal , modificando o no el volumen.
Reducción mamaria masculina: existe una predisposición masculina a desarrollar mamas de mayor volumen (ginecomastia), por causa de un exceso de tejido glandular o adiposo. La reducción mamaria en estos casos consiste en remover grasa y glándula. En casos extremos, también se saca piel.
Prótesis para glúteos: introducción de implantes que pueden tener forma redonda u ovalada y son un poco más gruesos y consistentes que los que se usan para las mamas.
Lipoaspiración: se extrae grasa localizada en ciertas regiones del cuerpo, como los glúteos, el abdomen, la cintura, las rodillas, la papada. En contra de lo que muchos creen, no es un método de adelgazamiento o de reducción de celulitis.
Políticos y bisturíes
Los cirujanos plásticos se desesperan por tenerlos entre sus pacientes, porque son fuente segura de promoción. Entre los políticos hay numerosos casos que no se olvidan. He aquí algunos de ellos. Carlos Menem. El cirujano Abel Chajchir le realizó al Presidente la primera operación de lifting en 1988. Desde ese momento, el cirujano plástico trabajó sobre el rostro presidencial en distintas oportunidades disimulándole las arrugas. Y se atribuyó la autoría del tan recordado incidente con la avispa, aunque luego se supo que la hinchazón no había sido causada por el colágeno, sino por un trasplante de cuero cabelludo a cargo de Luis María Ripetta. Graciela Fernández Meijide. Asegura que nunca se haría una cirugía estética que borrara las arrugas que se ha ganado a lo largo de su vida, pero recurre a máscaras rejuvenecedoras y tensoras, y a peelings suavecitos. Lino Oviedo. Su implante de cabello, realizado por el doctor Juri, estuvo en boca de todos cuando lo utilizó como argumento para evitar el traslado a Tierra del Fuego. Palito Ortega. Tal vez influido por su carrera artística, el ex gobernador tucumano luce una estática cara de asombro, producto de un lifting.
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