Comprometida, discretísima, vehemente y muy inspiradora, María Elena "Nelly" Arrieta de Blaquier dejó una huella imborrable mucho más allá de sus cinco hijos, veinte nietos y diez bisnietos. "Se fue la última gran mecenas del arte en la Argentina", dicen por estos días, con profundo dolor, quienes la conocieron y frecuentaron.
Nacida en Buenos Aires, "Torda", como le decían cariñosamente su núcleo más cercano (quizá sea un juego porque a su exmarido, Carlos Pedro Blaquier, le dicen "Tordo" por sus varios doctorados), fue la única hija de Herminio Arrieta y Paulette Wollmann y nieta de Enrique Wollmann, quien fundó Ledesma en 1908, que con el tiempo se convirtió en el ingenio más grande del país y diversificó sus actividades a la producción de papel, frutas, fructosa, carne y granos. Su madre también fue hija única, por lo que no hubo otros herederos. Alumna brillante, estudió en el colegio Northlands de Olivos, donde fue medalla de oro. En 1951 se casó con Carlos Pedro Blaquier, que por su habilidad para los negocios se sumó rápidamente a la compañía familiar –fue su presidente durante 43 años, cargo que en 2013 y hoy, a los 93, es presidente honorario, además de uno de los hombres más ricos de la Argentina–, y tuvieron cinco hijos: María Elena (la llaman Mimi), Carlos Herminio (Charlie), Alejandro, Santiago e Ignacio. Nelly y Carlos Pedro, que se separaron hace más de cuarenta años, conformaron una de las grandes colecciones de arte latinoamericanas, que incluyen obras de maestros impresionistas y uno de los conjuntos de platería del siglo XVIII más destacados del mundo. Según publicó La Nación, se estima que a ellos perteneció El zuavo,de Van Gogh, que fue noticia al exportarse en 2019 por un valor estimado en unos 300 millones de dólares.
Esa pasión por el arte, la cultura y la educación como herramienta fundamental para fomentar cambios positivos en la sociedad y soñar con una patria grande, la llevaron a presidir durante 34 años la Asociación Amigos del Museo Nacional de Bellas Artes (entre 1977 y 2011) y hasta el día de su muerte, ocurrida el pasado domingo, apenas tres días después de cumplir 89, se desempeñó como su Presidenta Honoraria. Su trabajo incansable a favor de las obras de ampliación y remodelación del más importante museo de arte de América del Sur, en distintas etapas, le valieron varios reconocimientos nacionales por sus donaciones. Muy creativa en materia de fundraising, organizó veintiocho desfiles de Gino Bogani, entre 1979 y 1992; las doce ediciones de la Feria de Anticuarios, entre 1985 y 1997, la Feria del Sol, entre 1993 y 2000 y las fiestas temáticas anuales. "Mi trabajo de tantos años en la Asociación Amigos del Museo fue parte de mi convicción de la importancia de educar a través del arte y la cultura. Siento un profundo amor por la Argentina. Quiero a mi país y he tratado de representarlo de la mejor manera, apoyando personalmente a quienes contribuyen a que la Argentina se destaque en el mundo", sostuvo. Sobre su capacidad para recaudar fondos, admitía, divertida: "Lo que yo he hecho y he pedido para el museo, jamás me hubiera atrevido a hacerlo para mí. Nunca anticipaba mi visita a las empresas, porque sabía que no me iban a recibir. Sospechaban, con razón, que yo no iba para saludar".
Carmen María Ramos, autora de "Nelly Arrieta de Blaquier. Vida de mecenas", trabajó con ella veintisiete años y así la recuerda: "La conocí en 1990, en las escaleras del Museo Nacional de Bellas Artes, adonde habíamos quedado en encontrarnos porque yo le haría una nota. Mi primera impresión fue la de una persona espontánea, franca, con esa sencillez que expresa la verdadera distinción. Con los años lo confirmaría: Nelly era una mujer de una fineza criolla, apegada a su tierra, profundamente argentina". Y sigue: "Siempre admiré su forma de trabajar para lograr la excelencia. Nada quedaba librado al azar. La recuerdo en las oficinas de la Asociación con su libreta de cuero color habano y una lapicera dorada anotando a mano cada tema. Si le gustaba una propuesta, su forma de dar luz verde era decir: "Adelante con los faroles!". Ponía alma y vida en lo que hacía".
Incansable, Nelly también formó parte del Consejo de Administración del Teatro Colón desde su creación (llegó a ser vicepresidenta), académica de número de la Academia Nacional de Bellas Artes, miembro del International Council del Museo de Arte Moderno de Nueva York, presidenta del Consejo Internacional de arteBA e integró el board para América Latina del Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMa). Además, fue benefactora del Laboratorio de Investigaciones Onco-Hematolo´gicas "Nelly Arrieta de Blaquier"; presidente del Comité de Benefactores de la Fundación ARGER, benefactora de las obras de equipamiento de la Escuela de Medicina del Instituto Cemic, sede Saavedra, de las obras de ampliacio´n de la sede de la Universidad de San Andre´s y de innumerables becas que otorgaba a jo´venes de gran potencial y escasos recursos econo´micos.
El mar era uno de sus paisajes preferidos y quizá por eso el marplatense Ocean Club, que frecuentaba desde 1952, ocupaba un lugar especial en su corazón. "Era una gran hacedora, hizo de todo por el club, con mucho detalle y exquisitez. Se instalaba en febrero, porque en enero, por lo general, iba a La Biznaga (la estancia familiar). En el restaurante de la playa tenía su mesa, lo mismo que en la sede social, a donde le encantaba ir, sobretodo las noches de puchero. La vamos a extrañar muchísimo", le dice a ¡HOLA! Máximo Fonrouge, su presidente. Según cuenta, en febrero de este año, cuando renovó por cuatro años más su mandato, Nelly, que hacía años estaba alejada de los compromisos sociales, estuvo presente en la asamblea. "Al terminar le agradecimos su presencia y le pedimos unas palabras. Entonces miró el salón y nos pidió que le avisemos a Héctor Nocelli, gerente del club, que una de las cortinas tenía los ganchos desprendidos. La anécdota la pinta de cuerpo entero. Era fantástica".
Su trabajo y dedicación fueron reconocidos de todas las maneras posibles. En 2009 fue distinguida como embajadora cultural por el gobierno porteño; y un año más tarde, Frick Collection de Nueva York hizo lo propio por sus contribuciones al arte y la cultura.
En el libro de Ramos, Arrieta escribió en el prólogo: "Antes de morir, me gustaría saber que, durante los años transcurridos en este mundo, algo valioso hice para acercar el pensamiento, el arte y las cosas bellas a un mayor número de personas, posibilitándoles mirar y ver, deleitarse y vivir más gratificados en este mundo tan lleno de tensiones y problemas". El lunes 16, sus cinco hijos y familiares más cercanos la despidieron hasta siempre en el cementerio Jardín de Paz, en Pilar.