
Padres, hijos y esa plaga llamada sharent
NUEVA YORK.- Mi hijo menor, de 2 años, estaba intentando jugar a las escondidas con su hermana y las amigas, todas señoritas de 4. Supo meterse debajo de la cama, dentro del armario y en el canasto de ropa sucia para que no lo encuentren. Pero cada vez que le tocaba contar insistía en taparse las orejas y no los ojos.
Me pareció muy cómico. Si tengo una foto donde se lo ve contando hasta diez con los ojos grandes como platos y mirando atentamente dónde las chicas -que no paraban de retarlo- se estaban escondiendo, ¿la subo a Facebook? Me doy cuenta de que no tiene por qué interesarle a nadie salvo a mi familia más íntima. De hacerlo, ¿me estaría convirtiendo en el típico ejemplo de sharent?
El neologismo tan de moda aquí nace de la conjunción de share (compartir) y parent (padre). Algo así como los compar-padres y compar-madres, dado que los términos compadre y comadre ya están tomados por el viejo orden. Son los progenitores que se caracterizan por compartir las aventuras de sus pequeños de una manera excesiva. Ya hay un sitio Web (stfuparentsblog.com) que se hizo famoso por coleccionar los mejores ejemplos de mamás que postean en Facebook, Instagram y Twitter desde el fascinante puré de papas que comió el hijo hace cinco minutos hasta las simpáticas deposiciones que vinieron después. Y los cuentos de todo lo que le dijo la maestra del jardín respecto del dibujo que hizo con las plasticolas de colores (por alguna razón, Pollock siempre viene a colación).
Otro sitio muy popular, Rather.com, permite elegir lo que uno prefiera (¿gatos?, ¿botellas de ginebra?, ¿bailarines de reggaeton?) para que automáticamente reemplacen cada vez que en Facebook o Twitter aparece una imagen o anécdota de un bebe adorable. El sitio solía llamarse unbaby.me, algo así como sáquenme los bebes de encima, pero ahora se amplió y permite bloquear y reemplazar cualquier palabra o imagen.
El tema del sharenting también dio pie a debates más serios. No sólo respecto a la seguridad de los menores, sino de cuán dueño es uno de la imagen de los demás, aunque sean los propios hijos. Y en una nota reciente de The Guardian, psicólogos explicaban cómo una de las formas en las que un chico forma su identidad involucra tener información sobre sí mismo que se mantiene privada, lo cual está siendo erosionado por los medios sociales. Hay más. Especialistas sostienen que los avances en la tecnología de reconocimiento facial y los algoritmos permitirán que cualquier rastro de información digital que dejemos sobre nuestros hijos podrá ser recuperado y afectarlo a la hora de ser aceptados por una universidad o buscar empleo.
Pero también hay voces conciliadoras. Andrew Leonard, autor de una de las primeras historias sociales de Internet, subrayó que una razón por la que valoramos los medios sociales aunque sean problemáticos es porque permiten mantener algún tipo de sentimiento de comunidad. Esto a pesar de las distancias geográficas que hoy son tan usuales con la familia y amigos. Además, aunque éstos estén cerca, muchos padres encuentran que las demandas de combinar niños pequeños con trabajo no deja tiempo o energía para la vida social real.
Poner fotos de mi hijo en Facebook no me hace un mal padre fue el título del comentado ensayo de Leonard para Salon.com. Los sharents, aliviados, al menos hasta que venga la próxima embestida.







