"Crecí con la sensación de que nunca me permitirían mostrar lo mejor de mí, por lo que poder hacer eso ahora gracias a estas personas es muy poderoso". El "eso" al que se refiere Ryan Murphy es Pose, su nueva serie, que debuta el 3 de este mes. Y las personas de las que habla son aquellos protagonistas del momento de auge de la ball culture, un movimiento contracultural con una historia centenaria en Estados Unidos y cuyo mayor punto de efervescencia se vio –y vivió– en la Nueva York de entre fines de los 80 y mediados de la década siguiente.
Pero como el creador de Glee es fiel a sí mismo, no se quedó en enunciados, Pose presenta el elenco de intérpretes transgénero más numeroso de la historia de la TV norteamericana. Esta oda a la inclusión es toda una declaración de principios del productor y guionista (hay además tres actores de ascendencia afro en los papeles principales), que comprendió que para contar de manera cabal esta historia no habría actores heterosexuales asumiendo ninguno de los roles trans.
La del ball (apócope de ballroom, "salón de baile") es una cultura nacida en Harlem a principios del siglo XX. Zona emergente –aunque aún marginal– de la ciudad, era el sitio ideal para bacanales donde se reunían enmascarados, gays y miembros de la alta burguesía. A fines de los años 20 se criminalizó la homosexualidad en todas sus manifestaciones y el movimiento se aquietó. Renació llegando la década del 60 y, en los 70, sumaría su condimento esencial: la aparición de las "houses", lugares "seguros" por ultrasecretos, donde no solo se daban las fiestas sino que se albergaba a aquellos miembros de la comunidad LGBT (además de drag queens, trans, gays latinos y afroamericanos) rechazados por sus familias y a merced de la intolerancia de la sociedad. La bola creció hasta copar las discotecas neoyorquinas y tuvo su furor a fines de los 80. En esos años nacería el "vogue" o "voguing", un estilo de danza hecho de poses imitadas de las páginas de la revista Vogue. A cada actitud del modelo de la foto había una replica del bailarín, a cada vuelta de página, el golpe de un beat. Con el estilo de baile nació también uno de música. Cuando en 1990 se estreno Paris Is Burning, documental de la directora Jennie Livingston que retrataba la escena con crudeza y sin remilgos a la vez que la visibilizaba, un drama mayor, el sida, comenzaba a diezmar el movimiento.
En esos años de explosión es donde Murphy, consagrado por sus recientes series antológicas (American Crime Story y American Horror Story) y con un par de clásicos en la espalda (Nip/Tuck y Glee) pone el ojo: en una década que terminaba para dar comienzo a otra más vana y brillosa, cuyo glamour y superficialidad (la era de Trump y Versace) eran el caldo de cultivo para esas festicholas donde marginados remedaban a los íconos del pop que triunfaban en escenarios y a las súper modelos que gastaban pasarelas. Lo acompaña la gente apropiada: los guionistas Steven Canals (también cocreador) y Our Lady J (mujer trans y guionista de Transparent) y asesores que conocen bien la escena porque provienen de ella. Además de las actrices trans MJ Rodriguez, Indya Moore, Dominique Jackson, Hailie Sahar y Angelica Ross, seleccionadas en un largo proceso de casting, completan el elenco el ganador del Tony Billy Porter y los casi debutantes Ryan Jamaal Swain y Dyllon Burnside. Entre los conocidos están Kate Mara y Evan Peters.
Si el nombre de la serie remite directamente al "strike a pose" de Madonna en su megahit de 1990 "Vogue", no es casualidad: así la súper estrella fagocitaba una cultura que ya llevaba demasiado tiempo brillando en los márgenes como para no hacerlo en las grandes ligas. Hoy no es extraño encontrar sus rasgos en clips de Rihanna, vivos de Katy Perry o realities como RuPaul’s Drag Race o Drag Me as a Queen. En cambio, Pose (la serie) busca reivindicación, no apropiación. Era hora.
La imagen se hace canción (y negocio para otros)
La imagen se hace canción (y negocio para otros) El padrino del voguing (al menos así es considerado) fue Willi Ninja, fundador de House of Ninja. Un bailarín genial fallecido en 2006 que descollaba en Paris Is Burning y que creó un estilo. Fue una clara inspiración para Madonna y para el combo canción + clip. Pero si bien tanto el documental como el tema le dieron visibilidad a la ball culture, en la escena todavía se los mira con recelo porque se convirtieron en grandes éxitos comerciales y ningún grupo de pertenencia sacó provecho de ello.
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