Tiene once Grammy como productor y un sistema muy estricto para trabajar. La disciplina y la inspiración de un creador de éxitos.
Rafa Arcaute recorre el lugar con la mirada y dice: "Estamos rodeados de orden". Para el productor argentino de 35 años, si hablamos de orden hablamos de libertad. "Lo contrario de ordenarte es que otros te ordenen, por eso es bueno tener control sobre el tiempo", sigue. "Tengo un tema con el control".
Brando: ¿Hablaste de esto con tu psicólogo?
Arcaute: No tengo psicólogo.
Estamos en el sótano de su casa, un pequeño depósito al que se accede abriendo una tapa que está al lado de su cama. Arcaute, que ha ganado once premios Grammy en los últimos cinco años, hizo reciclar este espacio como un estudio monoplaza. Hay un sillón ergonométrico frente al escritorio donde pone su MacBook Air, y una claraboya filtra algo de luz del exterior. Solo cabe una persona, como en la cabina de un avión de guerra. "Por favor, sentate vos", dice, cediendo amablemente su lugar. Luego despeja una mesita ratona para sentarse él; corre una biografía de Bill Evans y una revista Rolling Stone con Illya Kuryaki and the Valderramas –la banda en la que toca teclados y programaciones– en la tapa.
Mirando hacia la pantalla, a la izquierda se extiende una hilera de fonolas doradas del tamaño de un puño, meticulosamente organizadas en una doble fila en zigzag. A los lados de la Mac, en cajas de madera, los dos Grammy más importantes que ganó ( el único americano hasta ahora, por Los de atrás vienen conmigo de Calle 13; y el Grammy latino a Productor del Año en 2011) sostienen cada uno un parlante. "Les quiero ir buscando funciones en la casa, darles una utilidad", dice. "Con uno quiero hacer una especie de velador".
En el rock hay cierto marketing alrededor de la idea de que la inspiración solo llega con el caos. Sin embargo, Arcaute ha construido su éxito en base a la disciplina. La última vez que estuvo con Calle 13 en el estudio, completó una jornada récord de 26 horas.
Empezó a los 24 años en La Diosa Salvaje, con Luis Alberto Spinetta (es la única persona con la que Spinetta compartió créditos de producción), y desde entonces trabajó con Diego Torres, Andrés Calamaro, Calle 13; artistas muy diferentes entre sí, a veces en simultáneo. Hizo A propósito de Babasónicos, y también Mordisco de Emmanuel Horvilleur y Pyramide de Dante Spinetta (los dos discos más radiales de sus carreras solistas), y fue el coproductor del álbum de regreso de IKV, Chances, que acaba de editarse.
Esta tarde, Arcaute está vestido de la misma forma que lo hace durante las cuatro estaciones del año: bermudas para trekking sin arrugas y borceguíes seis pulgadas Timberland a prueba de agua, conjunto al que suele agregar una campera de invierno estilo esquimal.
Esa especie de utilitarismo estético para vestirse ( "Es un uniforme para salir a combatir la vida", dice) se replica en él mismo, en su cara, donde también rige cierto orden: su corte de pelo es lo que en las barberías afroamericanas se conoce como Line-Up (recto en la frente), y su barba es… ¿cubismo con afeitadora?
Y, claro, esto tiene su traducción en la manera de producir de Arcaute, que es, en esencia, diseño de sonido. Él ha convertido su obsesión en un sistema de trabajo. Acá abajo, en su sótano, desarrolla sobre su estilo: "Lo primero que tenés que hacer es dividir el tiempo, cuantificarlo. Sirve para pensar, hacer balances", asegura. Su método se basa en una serie de estrictos calendarios en Excel donde Arcaute consigna, día por día, todo lo que avanzó el proyecto y lo que falta. Él lidera desde el ejemplo y es el primero en cumplir; así logra que el resto de los involucrados también se ajusten al plan.
La idea se le ocurrió mientras veía la película El empleo del tiempo (2002), de Laurent Cantet, un drama sobre un oficinista francés que pierde su trabajo y les oculta la verdad a todos para no perder el estatus. Fue un pensamiento aleatorio. "No pasa nada en la película, es medio un embole", dice. "Pero me hizo tomar conciencia del tiempo de otra forma".
Creció puertas adentro de una manzana del barrio de Flores en la que funciona el Instituto Superior de Estudios Teológicos, una universidad solventada por siete iglesias evangélicas. Su padre era director de la biblioteca y la familia vivía en unos departamentos reservados para los directivos. En el lugar funciona un internado, con estudiantes de diferentes partes del mundo. "Mis amigos eran pibes de Camerún, Perú, Europa", enumera Arcaute otro día, mientras termina un licuado en Loreto, un "garden bar" en Colegiales, a unas cuadras de su departamento. "Mi infancia fue así, me crié en un ambiente policultural. Era como una burbuja eso".
Sus padres eran profesionales. David, su papá, estudió Letras y era profesor de Latín y Griego. Su mamá, Elvira Romera, fue la número dos del Ministerio de Educación durante parte de la década del 90. Él y su hermano Juan, dos años mayor (que de grande cursaría Relaciones Internacionales en el Di Tella), tomaban clases de piano. Su hermano estudiaba; él, en cambio, escuchaba lo que tocaba su hermano, lo sacaba de oído y ya. Hasta que su hermano no fue más.
Después de eso, la profesora vio que el pequeño Rafa en realidad no sabía leer música, y que prefería pasar las horas colgado, tocando las teclas de forma inconexa, solo. "Yo me quedaba en el piano explorando acordes y texturas", sigue. "Mi inquietud nunca fue la de un instrumentista".
Hizo el secundario en el colegio Pellegrini, y en el último año se presentó en un test de orientación vocacional. En un aula, una psicopedagoga les pidió que dibujaran en una hoja cómo imaginaban sus vidas dentro de diez años. "Yo dibujé un cuadrado de cemento al que llegaba para hacer música, y al final del día me iba", dice.
De alguna forma, había vaticinado su destino: "¡Era un estudio de grabación!".
Fue mientras cursaba en la Universidad de Quilmes. Estaba haciendo una licenciatura en Composición Contemporánea y fue ahí, durante la cátedra de Composición III de Carmelo Saitta (un ex colaborador de Les Luthiers), cuando sintió que por fin entendía todo. "Ahí recibí pautas muy claras de cómo ver la música. Aprendí la abstracción de la música", remarca.
Cierran Loreto y nos quedamos adentro, mientras la chica de la caja hace unos llamados.
"Ver la música", dice Arcaute, asegurándose de que lo esté siguiendo. "Como ver la Matrix".
Cuando salimos de Loreto lo acompaño hasta su auto, un BMW modelo 93. Casi todas las noches, cuando termina su jornada laboral, Arcaute maneja un rato por la ciudad. "El auto es como mi oficina. Donde esté, tengo auto. Es una extensión de mi casa y del estudio", dice. "Esa es mi terapia".
Mientras maneja, Arcaute escucha Kanye West, Prince, Polyphonic Spree, Lykke Li y Charles Ives, un compositor americano fallecido en 1954… "¡Escucho iPod!", define él. Pero más que nada, pone los discos en los que está trabajando. "En general, cuando estoy produciendo un disco, a la salida del estudio lo escucho en el auto", cuenta. "Cuando termino las largas sesiones de grabación, subirme al auto es como volver al mundo otra vez. Ver las ciudades dormir es un buen medio para pensar".
Para Arcaute, el auto en movimiento mejora el ritmo de la reflexión. "En esas pantallas que tenés adelante pasa todo de una manera más… más cinematográfica", dice.
En nuestro siguiente encuentro, cuando nos vemos en su casa, tiene el auto en el lavadero y pone una alarma en su celular para no olvidarse de recogerlo: es sábado, un día clave para tener auto.
Vive nueve meses al año fuera del país. Ahora mismo, trabaja en dos proyectos a la vez. Está grabando en Puerto Rico a SieteNueve, un MC al que René Pérez, líder de Calle 13, sacó de la calle; y en Los Ángeles produce lo que podría llegar a ser el primer disco en inglés de Calle 13, donde participa el productor Scott Storch, conocido por dilapidar su fortuna de 70 millones de dólares en seis meses de descontrol.
Arcaute suele grabar en algunos de los mejores estudios del mundo: Ocean Way de Los Ángeles, Electric Lady (el estudio que fundó Jimi Hendrix) en Nueva York; Hit Factory y Setai en Miami, Play Bach en Puerto Rico. Y vive en los mejores hoteles – W Hotels, Mondrian, Setai, Standard – de las ciudades que le toca visitar.
Lo que quiso hacer en su casa es emular esa vida, a escala. En un monoambiente, al fondo de un PH, recrea la habitación de un cinco estrellas: cama king-size, sábanas de 1800 hilos (egipcias, compradas en un W), plasma amurado. Pero todo es bastante austero: lo único que se ve alrededor son dos Discos de Oro apoyados sobre la claraboya del estudio, y un segundo par de Timberland al lado de un sillón.
Esta fue la primera casa que vio, y la compró sin dudar. "Era lo que necesitaba: un hotel con estudio", dice. "Acá me generé mi propia habitación de hotel, con un lugar donde puedo trabajar. Y tengo la fantasía de llevarlo más a un hotel todavía. Que pueda quedarse un amigo cuando yo no esté y sienta esa sensación".
Las habitaciones de hotel y el control de los estudios de grabación tienen algo en común: son espacios impersonales, que estaban ahí antes de que llegaras y ahí van a seguir cuando te vayas. "Cuando vivís en hoteles, tenés que hacer el ejercicio de adaptarte rápido, que es lo primero que hay que hacer cuando llegás a un estudio", dice. "Para mí, es como tener casas en todo el mundo".
A comienzos de los 2000, mientras producía su primer disco para un grupo liderado por el modelo Tommy Dunster, conoció al dueño del estudio donde grababan, Luis Alberto Spinetta. Cada mañana, el legendario músico le preparaba el desayuno. "Teníamos diálogos de silencio, hasta que un día me preguntó qué hacíamos", cuenta Arcaute, que en ese momento tenía 24 años. "Yo le expliqué, y me dijo: «No, yo ya sé que este no es tu proyecto. Pero ¿vos que hacés?» ". Entonces Arcaute le puso una canción que había compuesto. "Cuando se acabó la canción, me dijo: «Bueno, después de que termines esto, si querés, nos juntamos y eso mismo que hacés en tus canciones lo hacemos en las mías. Así, cómo las armás y todo» ".
Spinetta lo sumó a su banda, y a partir de Para los árboles (2003) le dio crédito como productor: juntos, hicieron cinco discos de estudio y uno en vivo. "Luis me firmó una especie de cheque eterno", dice. "Me enseñó que en la música hay muchos roles y me ayudó a encontrar la posición final. Me graduó. «Vos tenés que dedicarte a producir», me decía".
Con Spinetta, Arcaute aprendió que hay algo más importante que la música. "«La música está ahí, todo bien con la música. Pero lo más importante es esto, lo humano», me decía", recuerda Arcaute.
Como productor, Arcaute no innovó en nuevas técnicas de grabación. Sin embargo, está redefiniendo el negocio de la producción de discos, mezclando tablas de Excel con una particular intuición para manipular el capital humano de artistas de primera línea.
"Innovadores, innovadores…", cavila. "Los verdaderos innovadores son personas que redefinen su oficio".
Brando: ¿Como quiénes?
Arcaute: Luis Alberto Spinetta, Charles Ives.
Brando: ¿Hay algún productor que te parezca innovador?
Arcaute: Las innovaciones de los productores han ido de la mano de artistas. George Martin no hubiera sido George Martin sin los Beatles. No sé, el sistema musical es muy amplio, pero a la vez está muy agotado. Se hicieron muchas cosas ya.
Brando: ¿Cuál es tu aporte en el proceso de hacer un disco?
Arcaute: Yo tengo el foco puesto en que el artista no se ahogue en su vida útil. No me preocupo por sonar más que la banda o aparecer en el videoclip. Cuando vos estás trabajando con un artista, estás laburando con un pedazo de su vida, de su obra. Hacer un disco no es meter cuatro tipos en un estudio. Ordenar el caos de un artista es fundamental. Y… lo estoy pensando ahora, pero todos los artistas con los que trabajé son personas sumamente ordenadas. Quizás por eso conecto tan bien con ellos, porque compartimos esa manera de vivir.
Con René de Calle 13, la conexión fue inmediata. Lo conoció durante la primera visita del grupo a Buenos Aires, en el ahora teatro Vorterix. "Había una energía muy especial esa noche", dice. "Después del show, nos presentaron y René enseguida me miró".
"¿Podés venirte mañana?", le pidió René por Skype unas semanas después. Se habían hecho amigos en Buenos Aires, y ahora lo convocaba desde Miami para grabar Los de atrás…, de 2008.
En Miami trabajaron dos meses y medio, sin descanso. Componían, grababan y mezclaban, todo en tiempo real. "Me volví de Miami con un disco increíble, con créditos de producción, con seis temas compuestos con ellos", dice. "Y otra puerta como la de Luis, que se abrió. A partir de ahí, entré a otro mundo".
Arcaute compuso Latinoamérica junto a Eduardo Cabra y René. Es una canción que al dos veces ganador del Oscar Gustavo Santaolalla lo vuelve loco. "Es una de mis canciones favoritas de la vida por varias cosas", escribe Santaolalla por mail desde Los Ángeles. El legendario ex Arco Iris y productor argentino (conocido en los 90 como el "gurú del rock latino"), dice: "La letra me emociona profundamente, el componente folclórico es algo por lo que he bregado desde Arco Iris".
Latinoamérica está en Entren los que quieran, de 2010, disco por el que Arcaute ganó un Grammy como Productor del Año y quedó a dos de la marca latina, que actualmente pertenece a Santaolalla: 12 estatuillas. Hay, según Santaolalla, básicamente dos tipos de productores. "Por un lado, están los que arman todo el capítulo musical por su cuenta", dice. "Pero existe otro tipo de productor que se asocia con artistas que poseen ya una gran visión y su trabajo es maximizar el potencial de esa música. Las dos formas de trabajo son válidas. Rafa, creo yo, opta por la segunda".
Pero ¿cuál es el desafío para alguien tan joven, que ganó tanto en tan poco tiempo? "Ahora, cuando los logros se empiezan a acumular", dice Santaolalla, "tan o más importante que las cosas que hacemos, son las que decidimos no llevar a cabo. Ese es el desafío. Creo que Rafa tiene todo para afrontarlo".
"Hay una foto que me gustaría poner en la nota. ¿Se podrá?", pregunta Arcaute la última vez que nos vemos, en su casa.
Se refiere a la foto en la que está recibiendo el Grammy a Productor del Año en Las Vegas, con Calle 13. Es el momento de su gran consagración: Eduardo lo mira desde el margen derecho, mientras René lo introduce con una mano extendida. "Es muy explicativa", dice. "Ellos me están dando el lugar".
En la foto está de traje: es la primera vez que lo veo sin bermudas.
Ahora acaba de volver de un viaje corto a Miami, donde formó parte del comité de votación de los premios Grammy, privilegio que le fue otorgado tras ganar como Productor del Año. Votó y también hizo uso de su rol de Miembro de la Academia para proponer algunos proyectos que no habían sido tenidos en cuenta, como Lisandro Aristimuño, Rosario Ortega, Deborah de Corral y el trompetista cubano Arturo Sandoval.
"Yo lo hago porque alguien, que no sé quién es, lo hizo por mí. Entonces, es como devolver lo mismo", argumenta. Un regimiento de estatuillas lo escuchan con atención. "Yo no pagué por ninguno de estos premios. No puse un centavo, no hice nunca lobby", dice. "Y a mí me ayudaron mucho".
En verdad, los premios no lo ayudaron más de lo que se ha ayudado él mismo.
"¿Qué es ser un ganador?", evalúa Arcaute, justo cuando su alarma le recuerda que tiene que ir a buscar el auto al lavadero. "Ganar no es solamente acumular grandes marcadores en el deporte o en una cuenta de banco", dice. "Asumir riesgos: eso es ganar".
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