Jorge Eiro, escritor y director de Descenso, segundo trabajo de la Compañía Sudado, explica el proceso creativo para contar la historia de un secuestro.
Por Alejandro Lingenti
Hay incertidumbre, disputas de poder, discusiones inverosímiles y violencia –explícita y contenida– en la fábrica abandonada donde los cinco personajes de Descenso libran una auténtica guerra de nervios durante casi una hora. Segundo trabajo de la Compañía Sudado, esta obra escrita y dirigida por Jorge Eiro tiene como epicentro nada menos que un secuestro, un asunto denso y angustiante que apareció cuando la compañía buscaba en la etapa de ensayos una situación límite que le permitiera seguir desarrollando su investigación en torno a la actuación, los vínculos y las tensiones que van más allá del relato propiamente dicho. “En ese sentido, la situación de un secuestro se nos presentó como una buena alternativa para probar distintos modos de existencia”, explica Eiro, también director de otras dos obras que están actualmente en cartel, Torean los perros, codirigida por Felicitas Kamien, los sábados a las 19 en el Espacio Sísmico (Lavalleja 960), y Fuego todo, los sábados a las 23.15 en Timbre 4 (México 3554).
“Cuando arrancamos con los ensayos teníamos algunas hipótesis, pero nunca llegaron a ser ni el 10% de lo que terminó pasando a lo largo del proceso. Uno de los descubrimientos más importantes fue que una trama policial tiene sus propias reglas, que de alguna forma tironea hacia su estructura. Estas reglas fueron condicionantes de nuestro juego, lo que nos llevó a pensar mucho en cómo resignificarlas o reencauzarlas hacia nuestro territorio. Eso se nos presentó como un desafío y como dificultad que aún hoy, en estos procesos de las funciones que están siempre vivos y para nada estancados, seguimos combatiendo para conseguir progresar. De alguna manera, también se transforma en el motor de lo que nos interesa principalmente: la actuación, los vínculos y las tensiones”, explica el director.
Está claro que el foco del trabajo de Eiro es la actuación. Aun con relatos bien consolidados como los de Sudado, la muy buena obra que fue el primer paso de la compañía que integra, y Descenso, la base sobre la que descansan los desarrollos de cada ficción es el trabajo del elenco. Facundo Aquinos, Melisa Hermida, Cristian Jensen, Facundo Livio Mejías y Alberto Antonio Romero realmente se lucen en Descenso, son los que inyectan el combustible necesario para que la maquinaria teatral funcione a todo vapor. “Hago mucho hincapié en eso como director”, confirma Eiro. “Suena a lugar común, pero la actuación es algo en lo que trabajamos mucho siempre, por más que en esta obra la idea de un relato haya tomado más fuerza. En Sudado teníamos una situación menos urgente que permitía sostener otros tiempos dramáticos, otras tensiones, otros juegos vinculares. En Descenso la situación es de mayor voltaje, nos obliga a surfear en olas más altas y más rápidas”.
Aun después de haber estrenado, la compañía mantiene vivo el trabajo de ensayo, un espacio destinado a la búsqueda permanente de nuevas aristas que modifiquen la obra, la vayan transformando, le abran nuevos horizontes. “Hacemos obras para que acumulen”, sostiene Eiro. “Nos interesa encontrar, reflexionar y volver a soltar. Sin duda, esta obra va a estar en otro lugar en unos meses y en otro cuando pase un año”.
Que el eje de la dramaturgia de Descenso sea un secuestro no parece casual en un país donde todavía perviven el oscuro recuerdo de las metodologías de la última dictadura militar y de agrupaciones como Montoneros, el caso Puccio o aquel episodio en el que se vio involucrado el actual presidente Mauricio Macri. “Leímos sobre el caso Born y la novela Bajo este sol tremendo de Carlos Busqued. Vimos videos del secuestro de Macri y las series Happy Valley e Historia de un clan”, revela el director. “Fueron materiales que aparecieron a lo largo de un trabajo de un año y medio. Contar un secuestro en una obra era, sobre todo, hacernos cargo de las limitaciones y de las posibilidades que te da el teatro en ese caso. Trabajar en tiempo real fue algo que se impuso para generar un ambiente de claustrofobia despojado de gestos teatrales y técnicos que ablanden la situación”.
Descenso, de Jorge Eiro. En el Teatro Beckett, Guardia Vieja 3556. Viernes a las 21. Entrada: $150.