Reparaciones hogareñas
En la mayoría de los casos, las reparaciones hogareñas suelen estar a mi cargo, por curiosidad y porque me gusta. Cosas de un egresado de una escuela industrial y una infancia rodeado de máquinas de la tintorería familiar. También apelo a un servicio técnico, por falta de tiempo o por comodidad. Con la tecnología es diferente. A veces me piden un servicio técnico de confianza, una consulta habitual que no puedo responder porque no tengo idea: suelo ser mi propio service para mis dispositivos electrónicos.
En su momento, las computadoras de escritorio eran más simples y accesibles. Si algo se complicaba demasiado se podía apelar al conocimiento de un especialista en electrónica, aunque en la mayoría de los casos bastaba con detectar la falla en uno de los componentes y efectuar su reemplazo. Con el paso del tiempo las notebooks se volvieron más accesibles para la compra y atractivas en rendimiento y prestaciones. Así fue que llegamos a los smartphones, pequeñas y potentes computadoras de bolsillo que cuentan con un alto grado de integración de componentes diminutos.
Mi espíritu autodidacta para solucionar la falla de un smartphone suele llegar hasta los ajustes del sistema operativo y la posible restauración al modo de fábrica. En cambio, si los inconvenientes están en una batería agotada o una pantalla rota, algo que implica la apertura del dispositivo, suelo derivar el caso. Hasta que me animé a reparar un teléfono con la pantalla rota, sin urgencia para ponerlo a punto. La compra de la parte a reemplazar en AliExpress y el set de destornilladores y herramientas de iFixit me costaban lo mismo que llevar el smartphone a un taller de reparación. No tenía nada que perder.
Con paciencia, en 90 minutos reemplacé la pantalla dañada por una nueva. Hubo un pequeño daño colateral: el micrófono quedó afectado y solo se podía usar con auriculares cableados. A pesar de este contratiempo, el primer paso estaba dado. Algunos no se animarán porque se consideran torpes, o no se dan maña. Sin dejar de lado a los especialistas en casos imprescindibles por cuestiones de seguridad y sentido común, para el resto de los curiosos la reparación autodidacta es un buen camino para experimentar la gratificante sensación de resolver una falla con sus propias manos.