Parker, Pirker y el baboso Babously integran el trío de detectives de acuarela con los que Carlos Nine ilustró en su primera historieta una parodia y particular homenaje a la novela negra. Historias en apariencia absurdas, sensibles y esperpénticas que vieron la luz en 1987 en la revista Fierro recorren ahora las páginas de Crímenes y castigos, libro inédito en Argentina que acaba de publicar Hotel de las Ideas.
El pintor y dibujante viste en este trabajo a sus personajes con sombreros raídos, sobretodos beige y una lupa invisible que posa sobre escenarios de irónica intriga, soledades, sometimientos, violencia, erotismo y evocación poética. La narrativa gráfica y poderosa retórica escrita del artista se combinan en esta caricaturización de los policiales con enigmas que no aspiran a ser felizmente resueltos y donde emerge lo inesperado.
La editorial Hotel de las Ideas rescata una obra maestra,
En esta historieta debut, previa a El patito Saubón o Keko, el mago, el creador rompe con maestría con la lectura secuencial clásica del cómic y reinventa las formas de su arquitectura gráfica a la vez que reformula e invisibiliza cuadros y globos de texto. Relato, tiempo y espacio deambulan, así, en narraciones a doble, cuádruple o séxtuple página con estudiado equilibrio y sin cabos sueltos.
Entre los personajes que pueblan estas páginas aparecen Lorna, la de la brutal carcajada; Babously, perturbado por sus recuerdos; Jones, la soprano asesina; el señor Grinstrit, millonario excéntrico; Lapoona Loop, la fisicoculturista, o Judy, a quien los dietistas reintegraron al mundo refinado tras ser engordada a base de kilos de pechuga de pollo. También Blondie, la de rasgos vacunos, cuerpo escultural y relatos incoherentes, o un séquito de perritos cubanos en libidinoso rumbeo. Almas que se secan las lágrimas de un único ojo bueno, que observan delitos retratados en vagones de tren o que circulan por paisajes de latas de espinaca o aterrizan en aviones de labios pintados.
Las historias de Crímenes y castigos ocuparon el espacio a color del reverso y anverso de la contratapa de Fierro entre 1987 y 1988, cuando esta publicación ejercía de auténtico laboratorio creativo. Más tarde, llegaron en formato de libro a Francia, donde el autor se convirtió en figura de culto (fue el único argentino, junto a José Muñoz, premiado en el célebre festival de cómics de Angôuleme), y a Brasil. Con intención de saldar cuentas pendientes a la hora de difundir el legador de legendarios autores locales, Hotel de las Ideas recopiló estas creaciones, escaneadas de los originales en posesión de la familia, para su colección Regreso, que también publicó Drácula, de Alberto Breccia.
Carlos Nine (1944-2016)realizó estos dibujos a base de acuarela, tinta y lápiz carbón con textos a mano cuando iba camino de cumplir 40,ya lejos de su egreso de Bellas Artes y con un largo bagaje acumulado. Había decidido guardar ese conocimiento "en el congelador" para desempaquetarlo a su tiempo y decía que para estar "a punto" debía llegar a los 150 (falleció a los 72).
La acuarela es una técnica que te propone formas e ideas. Si captas el mensaje con la sensibilidad adecuada, ahí hay soluciones gráficas, propuestas subrepticias.
"La acuarela, toda esa masa de agua que no podés controlar, produce cierto temor. Es cuestión de adiestramiento, una técnica que te propone formas e ideas. Si captas el mensaje de ese medio acuoso con la sensibilidad adecuada, ahí hay soluciones gráficas, propuestas subrepticias", decía.
Su espíritu de "cazador" de imágenes lo llevó en Crímenes y castigos a alcanzar la armonía en las desproporciones, a volver natural la personificación de objetos y la objetivación humana, a amigarse con estéticas perturbadoras y a entrelazar visualmente detalles gráficos que conducen a otros y a otros y a otros. Como dardos, sus textos ponen voz a criaturas provocadoras "como perras en celo" o disparan balas de fuego a través de personajes que se despiden de algún cuadro final en escenas de lluvia o bajo el frío de la noche. Escenarios de historieta que trascienden el mero decorado y donde un gato guiña el ojo o un ratón observa desde una farola allí donde el lector menos se lo espera.
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