Silvia Goyanes. “Me interesaba ver cosas que los demás no veían”
Silvia Goyanes nos espera en las oficinas de L’Oréal con una sonrisa cordial y paciente. Doctora en Física, investigadora del Conicet y docente en la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires, no está acostumbrada a dedicarle tiempo a la prensa y las fotos, pero se toma el tiempo para hacerlo cuando tiene una ocasión: como este año, en el que ganó el Premio Nacional L’Oréal-Unesco por las Mujeres en la Ciencia. "Creo que los científicos tenemos que hacer estas cosas, contar lo que hacemos, exponernos al público y recibir feedback: deberíamos hacerlo mucho más", dice con firmeza Goyanes. La edición 2018 del premio se dedicó a "Ciencias de la materia", y el proyecto al que Goyanes destinará los 400 mil pesos que ganó tiene como objetivo desarrollar filtros con nanopartículas capaces de adsorber (retener) y absorber sustancias contaminantes en el agua.
–¿Cuándo empezó tu vocación científica?
–En el secundario, con una profesora de Biología. De hecho estuve a punto de estudiar Biología y después me decidí por Física porque yo tengo un tío que es físico, que no ejerce de físico, pero a mí siempre me fascinó cómo veía los problemas. Cómo una miraba los problemas de una forma y él siempre los miraba de otra, y siempre le encontraba una solución a la cosa, siempre bien. Me interesaba eso, que la física me permitiera ver cosas que los demás no veían. Lo veía como una posibilidad de hacer algo diferente, que te permitía hacer cosas diferentes.
–¿Había muchas mujeres en la carrera de Física cuando estudiabas?
–No, éramos pocas. De hecho la relación de mujeres-hombres en Física es más o menos de un 30%. Antes era un poco peor incluso.
–¿Y por qué te parece que sucede eso?
–Creo que influye un montón lo que recibiste de chica desde tu casa. Todas las mujeres de mi edad, siempre digo, leímos Mafalda: y el tema era si vos querías ser Susanita o si querías ser Mafalda, y si tu entorno social te dejaba ser Mafalda. Si te transmitían crecer a vos, no ser dependiente, no buscar un marido con mucho dinero como único objetivo de vida. Creo que es básicamente eso, y que el Estado refuerce esos mandatos, por ejemplo no dándoles a los varones una licencia de paternidad equivalente a la nuestra. Yo tuve a mi hijo cuando estaba terminando mi doctorado, pero siempre digo que si uno mira cómo evoluciona la carrera de una mujer es muy dependiente del entorno. Mi marido cambiaba pañales, le daba la mamadera, iba al pediatra igual que yo, iba al colegio igual que yo, y eso marca una diferencia enorme. Hoy quizás hay un poco más de mujeres, pero ese mandato sigue vigente: está bien visto que la mujer cuide los hijos, que vaya a las reuniones del colegio. Mientras no haya paridad en eso, la física y todas las ciencias exactas van a tener un problema. Porque son carreras que te llevan muchísimas horas, a las que tenés que dedicarte muchísimo. Tenés que tener pasión. Tiene que ser una parte fundamental de tu vida. Es un trabajo que toma muchísimas horas por día, implica muchas veces trabajar los fines de semana.
–¿Cómo son tus días? ¿Tenés horarios?
–Los horarios los hacés vos, pero todos nosotros trabajamos más o menos entre las 9 y las 6 o 7 de la tarde. Y hay días que llego a las 9 de la mañana y me voy a las 9 de la noche. Por supuesto algún día entro a las 10 y me voy a las 6, pero en general son muchas horas, porque yo estoy en un laboratorio entonces muchas veces se largan los experimentos y vos querés ver qué pasa, y entonces no te vas. Querés esperar a que el tesista te diga: "Me dio esto, no me dio lo otro". Y muchas veces sigo trabajando en casa o sigo pensando en el trabajo.
–¿Qué tiene de particular hoy hacer ciencia en la Argentina? ¿Es más difícil que en otros lugares del mundo?
–La ciencia en la Argentina tiene un nivel muy bueno: el Conicet tiene estándares de evaluación que son muy altos. De hecho todos los investigadores fuimos al exterior, trabajamos en el exterior y no tenemos deficiencias. ¿Dónde están los problemas? En el instrumental. Ahí se ve la diferencia entre un investigador argentino y uno del exterior. Y en cosas que para mi gusto nosotros todavía estamos un poco atrasados y el resto del mundo no, que es el vínculo con la empresa. Justo estaba leyendo que en España van a cambiar toda la parte del vínculo con empresas, van a achicar la burocracia. Porque cuando vos tenés mucha burocracia en el medio tenés un problema, porque los tiempos son enormes y ni la empresa ni el investigador tienen tiempo. Me parece que eso hace que nosotros tengamos pocos desarrollos que están siendo transferidos en forma efectiva, y en eso me parece que tenemos una deuda con la sociedad.
–El proyecto con el que ganaste se trata de filtrar agua dulce con materiales nanoestructurados. ¿Cómo llegaste a trabajar en ese tema?
–Hace mucho que me gusta la parte de medio ambiente. Nosotros empezamos haciendo plásticos comestibles. Vos te vas a la playa, te llevaste tu bolsita; te la podés comer, y si no la tirás al agua, pero si un animal se la come no le pasa nada, y en unas horas ya está degradada. Esos plásticos me encantaban, pero durante mucho tiempo los hicimos con técnicas que no eran transferibles a la empresa, porque las hacíamos con equipos que no eran del tipo que se usan en la industria; por eso hace varios años en el laboratorio decidimos comprar equipos similares a los que tiene la industria. Y si bien tenemos esos desarrollos hechos todavía tenemos el problema de que vos tenés que poder darle una bobina del material a la industria, tienen que poder enrollarlo, y hoy ese material se pegotea a menos que lo dejes secar; así que tenemos que resolver eso. En ese ínterin decidimos abrir una línea de investigación sobre filtros capaces de no dejar pasar el agua y dejar pasar solamente sustancias oleofílicas: gasoil, aceites, crudo. Ahí me empezó a gustar este tema de las membranas, y quisimos pensar filtros para remoción de dos contaminantes: primero, el arsénico, que tenemos en 16 provincias. Y que tiene algo grave: el arsénico en el agua no se ve ni se huele, y tampoco se va con el hervor. Pensamos filtros de materiales biodegradables, hechos a partir de nanoestructuras: estructuras mil veces más chicas que un cabello. Entonces, nosotros hacemos fibras, como una tela, compuestas por fibras que son nanofibras. Y los otros contaminantes que elegimos son el benceno y el tolueno, lo que en la industria se llama BTX.
–¿Y esos por qué los eligieron?
–Bueno, yo vivo en Castelar. Toda esa zona, la de la cuenca Matanza-Riachuelo, está contaminada con BTX, porque son residuos de las refinerías. Entonces todas las verduras que uno come del cinturón de La Plata son regadas con eso. Y ahí es donde yo dije, bueno, hagamos los filtros para eso.
–¿Quién sería el potencial comprador de estos filtros?
–Nosotros creemos que el producto este una vez que esté terminado mucha gente lo podría comprar para usar en su propio tanque. Lo que pasa es que los procesos de adsorción y absorción llevan tiempo. No es que lo podés poner en la boca de una manguera y que funcione en el momento, hay que mirar bien cómo se pone. Pero la idea es que se pueda usar en sistemas de riego.
–¿Cómo te distraés de todo esto en tu tiempo libre?
–Me gusta hacer muchas cosas. Tengo pasión por andar en cuatriciclo. Cuando con mi marido tenemos un fin de semana largo nos vamos a la playa y es como que sentís que estás relibre, que tenés todo para vos, es una sensación única. Creo que a los científicos nos pasa eso, nos gusta la sensación de lo nuevo y la adrenalina. También me gusta ver televisión, novelas, estoy al día con los chimentos. Me gusta de todo.
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