Solo apto para cinéfilos. Una visita a la fábrica de sueños italiana
ROMA- La guía nos invita a tocar las paredes de este templo de piedra a cuya plaza central hemos ingresado a través de un imponente portal de madera. El tacto nos dice que no se trata de piedra y unos golpecitos sugieren que las paredes son huecas. ¿Cartón pintado? No, plástico –uno capaz de soportar años de sol y lluvia, y cuyo nombre técnico, pronunciado en italiano por nuestra guía, no logro traducir–. Dentro de estas "paredes" se han filmado varias películas: originalmente construido en 2016 para representar el templo de Jerusalén en The Young Messiah, desde entonces ha sido muchos otros templos antiguos de distintas ciudades, y quizás lo veamos pronto en alguna serie de Netflix. De hecho, la popular serie Roma, coproducida por HBO, la BBC y la RAI, se filmó en la escenografía de al lado, que reproduce –con más de una inexactitud histórica evidente– un foro romano.
Estas escenografías permanentes –también hay una que recrea el balcón de Verona al que se asoma Julieta en busca de Romeo– forman parte de los sets de filmación de Cinecittà, los legendarios estudios de cine que en los 50 competían de igual a igual con Hollywood –al punto de que muchas superproducciones norteamericanas, como Ben Hur o Quo Vadis?, se filmaron aquí–. Los 400.000 metros cuadrados del predio, que albergan sets al aire libre y enormes estudios, fueron la cuna del neorrealismo italiano de Rossellini, Visconti y De Sica, pero también del spaghetti western de Sergio Leone, y es aquí donde Federico Fellini rodó escenas inolvidables de películas como La dolce vita, Il Casanova o E la nave va.
El arma más poderosa
Hoy Cinecittà sigue viva. Los enormes "teatros" (en italiano, estudios) ofrecen escenarios ideales para la filmación de programas de televisión como Grande Fratello (versión italiana de Gran hermano), videoclips, series y, también, alguna que otra película. En lo que va de este milenio es muy ecléctica su producción: desde Gangs of New York de Martin Scorsese hasta The Life Aquatic with Steve Zissou de Wes Anderson, pasando por Pinocho de Roberto Benigni y –todos tenemos un muerto en el ropero– The Passion of the Christ de Mel Gibson, entre muchas otras películas inolvidables u olvidables.
Para los turistas cinéfilos, Cinecittà es visita obligada en Roma. Basta acercarse hasta el número 1055 de la Vía Tuscolana –se llega fácil con la línea A del subte– para encontrarse con la entrada de arquitectura racionalista que ofrece una pista de quién estuvo detrás de su creación. ¿Otra pista? Il Duce. Sí, fue el mismo Benito Mussolini quien el 26 de enero de 1936 colocó la piedra fundacional de Cine-ciudad (eso significa Cinecittà), con un eslogan que no requiere mucha interpretación: "Cinecittà, el arma más poderosa". De lo que se trataba era de ganarse el sí de las masas, y por aquel entonces el cine daba pruebas de ser una herramienta adecuada para tales fines. Así, entre 1937 y 1943, esta factoría que llegó a emplear a 1200 personas produjo 246 films, entre los que se mezclaban comedias (género favorito por aquel entonces) y dramas con propaganda pura y dura.
Pero a Cinecittà también le tocó ser testigo de la caída de su factotum, primero en manos de su exsocio alemán y luego de las tropas aliadas. Los monumentales edificios racionalistas que albergan sus estudios fueron saqueados y utilizados como campos de concentración por la ocupación nazi en 1943, para luego ser bombardeados por los aliados en 1944. Pero de aquello no queda huella visible; de los años de la guerra solo resta el recuerdo al visitar el estudio Nº 5 –el favorito de Fellini–, donde la guía nos cuenta que fue utilizado para albergar refugiados durante la guerra.
La visita al complejo comienza en el jardín del que emerge la enorme cabeza negra con corona que aparece en la escena del carnaval de Il Casanova, de Fellini. Es parte de la escenografía original, como muchas de las que se pueden visitar en estos estudios. Una que llama especialmente la atención de los visitantes es la escenografía del interior del submarino utilizada en el rodaje de U-451, film que cuenta la historia de un submarino nazi capturado por los norteamericanos; su atmósfera oscura y claustrofóbica nos alejan mentalmente de la superficie durante la visita a los estudios.
El recorrido tiene entre sus mayores atractivos el gigantesco croma al aire libre que fuera pieza fundamental en películas como Gangs of New York. Esa enorme pared verde es la que, posproducción mediante, permite incorporar fondos construidos digitalmente. En el film de Scorsese este croma es el que dio vida a la escena portuaria en la que el personaje interpretado por Leonardo DiCaprio regresa al barrio Five Points de Nueva York para enfrentar a Bill, el carnicero (y pandillero) genialmente interpretado por Daniel Day-Lewis. Pero aquí solo hay una enorme pared verde y, delante, el espacio que la guía nos cuenta que fue utilizado como pileta para los barcos de la escenografía y dónde ahora solo hay arena.
Es que si caminar por sets –ya sea entre templos romanos o dentro de las entrañas de un submarino– hace que uno realmente se sienta dentro de una película, la visita a los estudios, espacios vacíos donde solo hay paredes y techo pero acto seguido alguien nos cuenta que allí se han filmado, por ejemplo, las escenas de calle de La dolce vita, hace que uno inmediatamente quiera ver una y otra vez la película para tratar de descubrir algo que nos revele el magistral engaño.
Al mismo tiempo hay una sensación rara que surge al pensar que uno está caminando el mismo piso que caminó Fellini mientras daba una u otra indicación a Anita Ekberg, o a Marcello Mastroianni. Imagino que es una emoción similar a la de caminar el césped de una cancha en la que se ha jugado un partido crucial en la vida de una persona: la final de un torneo, la de un Mundial.
Claro que a mí el fútbol últimamente no me mueve un pelo, y sí encuentro en el cine un vehículo de emociones que en esta visita a Cinecittá me invita a volver a ver – ya con otros ojos– más de una película de la que conservo recuerdos imborrables.
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