Sorin: un gran chico
Se puso la camiseta de un ambicioso proyecto con el objetivo de reunir fondos para los más necesitados: editó un libro en el que escritores y artistas recuerdan su infancia
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Al fútbol todo le cabe. En sus 90 minutos de existencia –lo que dura un partido– , recibe todos los significados posibles. Comparado con la religión, metáfora de todas las cosas, el fútbol define en un instante lo que se es y lo que no se es. El equipo de la calle de tierra no es igual al del asfalto. El de la tribuna no es como el de la platea. El gordo va al arco y el flaco no. Y, por sobre todas las cosas, hay clubes grandes y clubes chicos. Los grandes saben que lo son y los chicos bucean en momentos únicos de su vida institucional para demostrar que la grandeza los identifica.
Juan Pablo Sorin, el capitán de la selección argentina, gestó un proyecto que sale a la luz en forma de libro para resaltar que todo grande alguna vez fue chico, y que es bueno recordarlo. Está feliz, y se hace un espacio en su ajetreada agenda para contar a la Revista que Grandes chicos –el libro en cuestión– es el resultado de un largo partido de más de tres años que reúne textos inéditos de un seleccionado de escritores, actores, músicos y un dibujante bajo la dirección de la dupla técnica integrada por el propio Sorin, en lo sucesivo Juampi, y su esposa, Sol Cáceres. El volumen reúne textos de Juan Gelman, Abelardo Castillo, Eduardo Galeano, Liliana Heker, José Pablo Feinmann, Juan Forn, Sylvia Iparraguirre, Guillermo Saccomanno, Pablo de Santis, Roberto Fontanarrosa, Griselda Gambaro, Juan Sasturain, Fito Páez, Luis Alberto Spinetta, Alejandro Dolina, Inés Estévez y Horacio Fontova. Y creaciones artísticas y gráficas de Liliana Porter, Horacio Altuna y Miguel Rep. Todos están allí porque Juampi los convocó. Alcanzó con unas líneas y una foto de la niñez de cada uno de ellos para salir a la cancha con esta original idea, que tiene un fin benéfico: la recaudación de los 8000 ejemplares que se venderán a partir del mes próximo en quioscos de diarios y revistas se destinará a la refacción y reconstrucción de dos escuelas y el hospital rural de Pampa de los Guanacos, una localidad de casi 4500 habitantes en Santiago del Estero. La Pelota Roja es la usina de proyectos que armaron para darle forma al sueño.
–La idea surgió en el momento más triste de la Argentina después de la dictadura militar. A finales de 2001 nos empezamos a sentir impotentes, con mucha bronca, y con Sol pensamos en ayudar. Lo más impactante fue ver que había gente que se moría de hambre en nuestro país. No quiero sonar tétrico, pero eso nos tocó muy profundamente –cuenta Sorin, que en ese entonces jugaba en el Cruzeiro de Belo Horizonte, habiendo sido el argentino más brasileño en la historia de ese club, del que se fue como ídolo.
Precisamente, el triunfo de la Argentina contra Brasil en la cancha de River, el pasado 8 de junio, por las eliminatorias, lo tuvo a Juampi como uno de los responsables de una actuación casi perfecta. De generoso despliegue físico, buen defensor y atacante vocacional, Sorin parece en la cancha uno de esos chicos que en los cumpleaños sigue corriendo a los demás cuando los animadores se fueron hace rato y la fiesta oficial ya terminó.
Fuera de serie
Fuera de la cancha, se maneja con aplomo y simpatía. Juampi tiene una cruz en cada casillero del formulario del comúnmente llamado "bicho raro": es un asiduo lector de autores latinoamericanos, escribe algo y guarda mucho, fue conductor de un programa sobre música y libros en una radio alternativa durante tres años y ha sido el motor de varias causas sociales que embanderaron a la selección argentina durante las eliminatorias para el Mundial 2002. "El corazón de ese chico es celeste y blanco", deslizó un hincha en la cancha de River, mientras Sorin corría y marcaba a todas las camisetas amarillas que se cruzaran por su camino.
Embarcado por fuera del fútbol en su idea de ayudar, Juampi y su mujer no quisieron quedarse en el simple acto reflejo de armar un partido con famosos, juntar alimentos no perecederos o mandar un cheque donde hiciera falta. En una ocasión, se toparon con la urgencia de una escuela en Pampa del Indio, en Chaco. No había tiempo para nada más que juntar dinero y mandarlo. Sorin tuvo el apoyo de los jugadores Javier Saviola, Pablo Aimar, Roberto Bonano, Roberto Ayala; a través de la fundación que tiene Javier Zanetti, hicieron el envío. Pero este proyecto es diferente.
–¿Por qué esta vez decidieron ayudar a partir de una expresión artística?
–Quisimos ayudar de una manera distinta. Y que la gente que decidiera colaborar se llevara algo diferente y placentero a la casa, como un libro. Esto era como un sueño. Reunir escritores, dibujantes y otros artistas en un libro, y buscar un hilo conductor, como la infancia, nos pareció que era una buena forma de solidaridad. Con Sol nos mueven muchas cosas más allá de nuestro amor, y nos emocionan una canción o una película. Estamos muy involucrados con el arte. Lo que hicimos tiene que ver con lo que somos.
–¿Por qué la decisión de apelar a la infancia de cada uno de los participantes?
–Es un lugar sagrado e intocable, que nos marcó a todos. Queríamos recuperar ese momento de cada uno para ayudar desde ahí. La base de este proyecto era la idea de salir de la impotencia. No quedarse en el "acá nadie hace nada", sino justamente lo contrario: hacer.
–En el libro hay historias y fotos de artistas, pero de cuando eran chicos. La gente conoce a Spinetta como adulto, o quizá de adolescente, pero no al Spinetta niño...
–Con los artistas se dio algo muy loco. Había que pedirles algo muy específico y no sabíamos cómo lo iban a tomar. Cada aceptación nos provocaba un terremoto de ilusiones. Pedirle a un escritor que done su obra escrita ya es complicado, así que para gente que quizá nunca escribió ni escribe, mucho más. Les teníamos que pedir a artistas como Inés Estévez, Fito Páez, El Flaco Spinetta, que nos escribieran algo. Además, la foto de ellos cuando eran chicos. Y la respuesta siempre fue buena.
Así, Juampi y Sol Cáceres empezaron a darle forma a la idea, pero la carrera futbolística de él marcó su ritmo de vida. Desde 2002 hasta ahora, los Sorin se mudaron de Brasil a Italia, de allí a Cataluña, luego a Francia, más tarde un breve regreso a Belo Horizonte y –escala final, por el momento– España, donde Juampi junto a varios argentinos, como Riquelme, Arruabarrena y Gonzalo Rodríguez, consiguieron clasificar al Villarreal –su equipo actual– en la UEFA Champions League (Liga de Campeones de Europa). En ese ajetreo fueron desarrollando Grandes chicos.
–Sol se rompió el alma en esto –señala Juampi.
Y Sol no lo niega: "Hay que enfrentarse con muchas barreras, y en ocasiones no alcanza con colaborar, sino que hay que comprobar que la ayuda llegue a destino. Si conseguimos medicamentos, hay que ver que todo esté en orden, que no manden partidas vencidas. Hay mucha burocracia, como en todos lados, y si querés hacer algo, te vienen con que hay que tener una fundación. Pero cuando a mí algo me golpea el pecho, no puedo hacerme la desentendida. Hemos ayudado a hospitales, pusimos plata del bolsillo, pero esta vez buscamos algo que genere más compromiso. Hay un efecto dominó: alguien compra el libro y además de colaborar se queda con un objeto que luego verá otra persona y podrá interesarse. Juan tiene la posibilidad de hablar y que la gente lo escuche, y a lo mejor así damos paso a una nueva idea, a otra ayuda."
Juampi ganó un Mundial Juvenil en Qatar ‘95, consiguió títulos con varios de sus clubes, pero su libro le da una felicidad que hasta ahora desconocía.
–¿Convocaste a alguien del fútbol para que escribiera?
–No. Hay un texto mío, pero nada más. Quería que quedara claro que esto no tenía que ver con el fútbol. Cuando yo iba con la propuesta, lo primero que me decían era: "Ah, hay que escribir algo sobre el fútbol". Y la respuesta era que no, que no tenía nada que ver con el fútbol. Me pasaron cosas curiosas: estar con Abelardo Castillo y que me preguntara qué cuento me parecía mejor publicar. Y de pronto me vi en la situación de tener que ser un editor.
–¿Tenés muchos textos escritos?
–Tengo algunas cosas.
Cuentos y poemas. Pero escribo y guardo. No publiqué casi nada. Ahora escribo para una revista que se llama Media Punta y que se distribuye gratis en los grandes estadios de España: el Bernabeu, Nou Camp, Mestalla. Está hecha por periodistas independientes que se cansaron de un periodismo que los tenía presos con tanto marketing y decidieron rescatar la esencia del fútbol.
–A propósito de tu libro, has dicho que la infancia es un lugar sagrado. ¿Cómo fue la tuya? ¿Qué soñabas entonces?
–Soñaba con volar. ¡Pero a la mañana me pegaba cada palo! Me despertaba porque la caída era abrupta. Pero me encantaba esa sensación de planear. Ese es el sueño que recuerdo mejor. Y el despegue generalmente era de la terraza de la casa de mi abuela. Tuvimos, junto a Vero, mi hermana, una relación muy especial con nuestros abuelos. Compartimos momentos entrañables. También con los viejos, que se mataron para que no nos faltase nada. Mi infancia estuvo llena de futbol. Mi primer regalo, el más cuidado, el más querido, fue una pelota roja. Por eso le pusimos ese nombre a la editorial, productora y punto de partida para un montón de proyectos que tenemos con Sol. Con el fútbol aprendí, más que con cualquier otra cosa, a compartir, a convivir. Mi vida cambió a los seis años, cuando un entrenador me vio pateando con mi viejo en una plaza y me invitó a ir a su club de barrio.
–¿Qué puede hacer el fútbol, o el deporte, por el desarrollo de esos pibes de la Argentina que, como los de Santiago del Estero, están olvidados? Es decir, ¿hay en el país políticas de inclusión del deporte como parte del desarrollo infantil?
–Creo que el deporte en grupo es sano y noble; te obliga a pensar en el otro. A cuidarlo, a jugarte por él. Por eso es importante que todos los chicos puedan practicarlo. Pero para hacer deporte, como para pensar, primero hay que comer. Se trata de una cadena que debe consolidarse, porque si no corre riesgo el futuro del país. El deporte puede ayudar y puede unir. Pero el punto de partida tiene que venir de los gobernantes. Todos los chicos de nuestro país deben comer todos los días, y deben recibir una educación gratuita.
–A vos te fue bien siendo muy joven. ¿Eso te hizo quemar etapas muy pronto?
–Yo no me quejo de nada de lo que me puede haber quitado el fútbol. Simplemente, porque soy un agradecido. Gracias a la pelota conocí muchos países y culturas, y viví emociones increíbles. Pero, fundamentalmente, cumplí mis sueños. El de ser jugador profesional, primero, y el más grande, el de representar al país a través de la selección argentina. Desde chico elegí un camino, y toda elección supone renuncias. Pero no me arrepiento, sino todo lo contrario. Sin embargo, hay una sensación de incertidumbre que sólo se supera con perseverancia. Porque a los 16 o 17 años nadie puede asegurarte que aquello por lo que te jugaste la vida te dará frutos.
–¿Qué aprendiste con Pekerman como DT?
–José es un gran entrenador, que ve el fútbol con mucha claridad, que se anticipa. Es ganador. Y eso lo transmite. Quizá de una manera distinta. Con su habitual calma, aunque algunos se pongan nerviosos, él sabe lo que quiere y cómo lograrlo. Nosotros, con la Sub 20 de Qatar, fuimos los hijos mayores del ciclo glorioso de los juveniles. Y aquella experiencia marcó para siempre nuestras carreras. Ganamos el Mundial jugando bien, con mucho esfuerzo, ya que no teníamos las figuras internacionales que tenían otros equipos. Dejamos una imagen que fortaleció al fútbol argentino. Por eso, no por vanidad, sino por orgullo, afirmo que fue el título más importante de mi vida.
–¿Estar en la selección mayor implica una presión diferente de la que sentiste en Qatar?
–Desde el primer día en que pisé el predio de Ezeiza sentí una satisfacción difícil de describir. Lo único que puedo asegurar es que, interiormente, me comprometí a matarme por estar ahí, entrenándome con los mejores. Primero fue la Sub 20, luego la selección mayor, y en el medio hubo Sub 23. Yo quería y quiero estar siempre. Es el lugar donde me siento el tipo más feliz del mundo. La realidad supera al sueño. No hay club ni camiseta comparable con la celeste y blanca. ¿Implica eso también una presión? Sí, claro que la hay, tanto en las juveniles como en la mayor. Pero preguntale a cualquier jugador de nuestra tierra a ver quién no la quiere.
–¿Qué significa ser capitán de la selección? ¿Por qué pensás que te eligieron?
–Es un honor llevar la cinta que se puso el más grande de todos los tiempos, el Diego, y otros grandes jugadores de nuestra historia, como Passarella. A la vez es una responsabilidad enorme y hermosísima. Pero creo que, más allá de quien lleve la cinta, la obligación de los líderes naturales es que todos los integrantes del grupo se sientan bien, sueltos, felices. La mayoría son figuras en sus equipos, y es duro llegar, viajar miles de kilómetros y no jugar un minuto. Pero el sentimiento debe superar cualquier cuestión individual.
–¿Chances del equipo para Alemania 2006?
–No voy a hablar demasiado del próximo Mundial. Creo que lo mejor es plantearse como objetivo inicial pasar la primera ronda. Teniendo en cuenta los antecedentes, a la Argentina siempre le fue mejor así. Aunque esta postura se contradiga con lo que me pasa interiormente. Y más allá de lo que sueñe. Porque sueño todos los días...
Juampi Sorin no para. Ni en la cancha ni afuera. Grandes chicos llegó a ser libro después de ataques y contraataques. En ocasiones, el proyecto se frenó y luego volvió a progresar. Pero los responsables de La Pelota Roja prefirieron no mantener al tanto a sus seleccionados sobre los retrocesos y los avances del proyecto. El resultado, esta vez, es lo que más importa.
Producción: Josefina Laurent
Para saber más:
www. villarealcf.es
www.afa.org.ar
lapelotaroja@gmail.com
Perfil
- Juan Pablo Sorin nació el 5 de mayo de 1976, en Buenos Aires.
- Comenzó a jugar al fútbol en el Club Parque y luego pasó a las divisiones inferiores de Argentinos Juniors.
- Debutó en primera división en 1994, y en 1995 fue capitán de la selección Sub 20 que ganó el Mundial de Qatar dirigida por José Pekerman.
- Luego de Argentinos Juniors, su carrera se desarrolló en Juventus (Italia), River Plate, Cruzeiro (Brasil), Barcelona (España), Paris Saint Germain (Francia) y Villarreal (España).
- En la selección mayor tiene 59 partidos oficiales y marcó 10 goles.
Un proyecto grande
- Grandes chicos es el libro ideado por Juan Pablo Sorin y su esposa, Sol Cáceres. Con una tirada de 8000 ejemplares, fue editado por La Pelota Roja, productora de la pareja.
- Contiene textos inéditos de escritores y artistas, así como un relato del propio futbolista, y está ilustrado con fotografías de los participantes, tomadas cuando eran chicos.
- El libro se distribuirá a partir de julio en quioscos de todo el país. Sorin y su mujer agradecen la colaboración de los sindicatos de Vendedores de Diarios y Revistas de la Capital Federal y del interior, y de la Sociedad Distribuidora de Diarios, Revistas y Afines.
- "Es el libro que soñamos. Lo queríamos así. Con la infancia como hilo conductor y como lugar sagrado que nos identifica", dice Sorin.
- Lo recaudado se destinará a la refacción y reconstrucción de las escuelas Nº 1162 y N° 1009 y del Hospital Rural de Pampa de los Guanacos, en Santiago del Estero, a través de la fundación Mundo Sano. Sorin y Cáceres realizarán videos e informarán sobre el progreso y el estado de las obras.
José Pablo Feinmann (escritor)
"Para mí, estar en este proyecto es una gloria, porque lo comparto con muchos de los seres que más quiero. Una generación de escritores que, además de talentosos, son buenas personas"
Horacio Fontova (músico)
"Elegí escribir sobre la comparación entre mi vida de adulto y lo hermoso de mi niñez. Esa época de plena inocencia, en la que no me imaginaba nada de todo esto que es el mundo de los mayores"
Sylvia Iparraguirre (escritora)
"Con Abelardo Castillo, mi esposo, pensamos que, frente a un país que se está armando a partir de una infancia desprotegida y un futuro incierto, estas acciones no sólo son necesarias, sino indispensables"
Alejandra Dolina (periodista)
"Me pareció especialmente simpático que un jugador de fútbol, del cual se esperan iniciativas más bien mediáticas o relacionadas con cierta frivolidad, tuviera una propuesta altruista y artística"
Pablo De Santis (escritor)
"Para participar, elegí un cuento más bien siniestro. Es que al hablar de la infancia se suele caer en lugares comunes. Pero si se observa más allá de ellos, siempre aparecen elementos más misteriosos"
Juan Sasturain (escritor)
"Me interesa la mirada que tiene el niño sobre los adultos: esos sentimientos equívocos que se producen al descubrir el patetismo del mundo de los mayores. De eso trata el cuento con el que colaboro en esta antología"
Inés Estevez (actriz)
"Lo que me atrajo fue la posibilidad de hacer un servicio. Servir es una palabra devaluada, y una acción elevadora. Quienes generaron esta iniciativa son personas genuinamente desinteresadas y altruistas"
Guilermo Saccomanno (escritor)
"Este libro pone la literatura donde debe estar: en el lugar del aprendizaje. Creo que debería ser difundido en las escuelas, ahora que nos estamos recuperando de una profunda crisis de representación"
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