
Supercocodrilo Tras la huella de un gigante
Antes que los dinosaurios, vivieron los cocodrilos. Esto es lo que demuestra un documental que el próximo domingo 9 emitirá el National Geographic Channel
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COSTA RICA.- Paul Sereno perdió cualquier posible alusión a su apellido cuando sintió la respiración "más fría que la de un aire acondicionado" sobre su nariz, enfrentada a escasos centímetros del cocodrilo.
Así lo confiesa este paleontólogo (uno de los siete exploradores residentes de la National Geographic Society) durante su primer contacto con un cocodrilo vivo: "Me puse un poco nervioso", resume. Unos meses antes había dirigido una expedición a Gadoufaoua, en el Sahara, con el hallazgo de un supercocodrilo fosilizado de 110 millones de años, que medía alrededor de 12 metros y pesaba casi 10 toneladas.
En plena acción, montado sobre un cocodrilo temerario, capaz de echar tarascones a diestra y siniestra a una velocidad muy superior al ojo humano, salta a la vista que hace falta mucho más que coraje para emprender una tarea de esta magnitud. Basta con verlo trabajar junto a camarógrafos, sonidistas y productores, entre otros especialistas, en la selva espesa costarricence, con el cuerpo mojado de calor bajo el sol y la humedad tropical, hundidos hasta las rodillas en las aguas pantanosas del río Tárcoles, con la amenaza constante de un ataque imprevisto.
La frase es bien común por estas tierras: ¿Cuál es el cocodrilo que siempre se lo come a uno? ¡El que uno no está viendo! A decir de los lugareños, los ataques tienen más de frecuentes que de imprevistos. Es que, advierten, estas bestias matan por placer. Tengan hambre o no. Y proceden con buena técnica: a los animales grandes los toman por la cabeza con su boca y con un certero coletazo le rompen las patas a su presa para evitar la posibilidad de escape.
Para atrapar a su víctima, los reptiles pueden galopar y caminar, agazapados y silenciosamente. Por eso los expertos aprovecharon su estada para un programa de educación y repatriación de ejemplares problema, una tarea difícil si se tiene en cuenta que por su metabolismo, los cocodrilos no pueden ser inyectados con tranquilizantes. Por si fuera poco, además de la captura en vivo, el traslado debe realizarse en el menor tiempo posible: es frecuente que un cocodrilo capturado muera por estress (tan bajo es su metabolismo que el ácido láctico no puede ser liberado fácilmente).
Para los hombres, la adrenalina surge en dos momentos cruciales: al taparles los ojos con un trapo y al destapárselos, justo antes y después de saltar a la cuenta de tres para sentarse sobre el lomo del animal, arriesgándose a la mordida más potente que existe sobre la faz de la Tierra. Sólo entonces, con los ojos todavía tapados, proceden a enlazarle boca y patas, para las posteriores mediciones. Son pocos los que se animan. Y aun menos los que emprenden el trabajo de hacer este tipo de programas para la televisión con rigor científico, sin perder por eso el atractivo para el televidente común. Lo que transmiten sus documentales es tan natural como verdadero. Para eso, una de las reglas de oro del canal implica que cada documental sea examinado por cuatro productoras científicas independientes con el fin de evitar el menor error.
Aquí no hay sensacionalismo. Tampoco conductores estrella metiendo la cabeza dentro de las fauces del león (del cocodrilo, por caso) por puro entretenimiento, sino como prueba contundente de alguna pista con exigencia de estudio. "En televisión tenemos que combinar lo riguroso con el entretenimiento -explica Angela Morton, gerente operativa del National Geographic Channel y responsable de las producciones en el nivel mundial-. Necesitamos mostrar a Indiana Jones y a la vez, detrás de cada hora que se ve en pantalla hay 20 horas de control.
"Lo primero es la idea -puntualiza Morton-; recibimos entre 2000 y 3000 propuestas por año, que son filtradas por una productora, ésa es la parte más divertida del trabajo. Después se presentan las finalistas ante una junta para su evaluación final." Descubridor de varias especies de dinosaurios en distintos continentes, Sereno combina ahora la investigación con la conducción de este documental con animales vivos. "Algunos científicos nos rechazan por trabajar en televisión, pero otros nos descubren y se interesan. Por eso yo siempre publico mi investigación científica antes de que el programa salga al aire, para que cualquier persona pueda interiorizarse más profundamente."
Costa Rica fue y es un país verde. Por color y por paz. Primero fue la ausencia de fuerzas armadas, desde 1948, en una belicosa América Central.
"Ni siquiera hoy está bien visto ser policía, nadie se siente orgulloso de serlo y están mal pagos, incluso son los últimos en llegar en caso de robo o crimen", declara Javier Fijorro, vecino de Jacó y uno de los responsables de la organización barrial ante cualquier emergencia. Además, Costa Rica tiene el récord de estabilidad democrática en América latina, un orgullo nacional que alcanzó el reconocimiento mundial cuando el entonces presidente Oscar Arias Sánchez recibió el Premio Nobel de la Paz en 1987. Después fue la noticia verde como tentación de turismo virgen: 700 mil turistas anuales llegan para comprobar que Costa Rica es mucho más que una república bananera. Las agencias de turismo promocionaron el destino como un paraíso dentro de la propia naturaleza, invitando a explorar sus imponentes volcanes, el mítico bosque nuboso, sus extensas sabanas y bosques tropicales; un todo que representa el 5% de la biodiversidad mundial en apenas 51 mil kilómetros cuadrados de superficie. Entre otras curiosidades, la posibilidad de plantar los pies al borde del cráter del volcán Poás, uno de los más activos del país, con vista al mar Caribe hacia la derecha, y al Pacífico sobre la izquierda. De todo eso resulta comprensible el clásico saludo tico (como los costarricenses gustan en llamarse): ¡Pura vida!, dicen con entusiasmo, expresando el No problem jamaiquino, el Aloha, y el No worries australiano.
Ahora, el verde que es noticia es el de la piel de sus cocodrilos en las primeras planas de los diarios del mundo, como broche final a una investigación de la National Geographic Society; como etapa final de un documental basado en el hallazgo de un supercocodrilo encontrado en las arenas del Sahara.
Recién asentados los documentos en el registro correspondiente a los hallazgos de la ciencia, la revista National Geographic publicará los detalles del viaje en su edición de diciembre, mientras que el documental SuperCroc alcanzará la pantalla el próximo 9 de diciembre, en un especial de dos horas (y un costo de un millón de dólares: el promedio por un documental de media hora suele ser de 150 mil) Todo como parte del rompecabezas de la información sobre el prehistórico Sarcosuchus imperator.
Es que antes de que el paleontólogo Paul Sereno pudiera reconstruir con los fósiles el esqueleto y plantear la conclusión de su estudio, necesitaba conocer mejor a sus parientes vivos. Por eso trabajó junto a Brady Barr, no sólo experto en reptiles de la National Geographic, sino también cazador de cocodrilos en cuatro continentes, incluyendo los enormes ejemplares del Nilo.
Juntos viajaron para ponerse en contacto con las especies de cocodrilos más grandes del mundo, el gavial del Ganges, en la India; el Johnson, en Australia, y el cocodrilo americano, en Costa Rica. Ahí estuvo la Revista, testigo de cómo arriesgan el pellejo los científicos y el equipo completo de filmación: en el lugar indicado para presenciar el intercambio de experiencias entre Brady Barr, un hombre acostumbrado a lidiar con las bestias vivas, interesado en aprender más sobre su historia y evolución, y Paul Sereno, experto en reconstruir la vida a partir de fósiles, ansioso por estudiar la vida de sus descendientes en su hábitat natural para imaginar mejor la existencia de aquel colosal cocodrilo "más grande que un ómnibus, tan monstruoso que era capaz de perseguir a los mismísimos dinosaurios", que encontró en el Sahara.
Para Sereno, lejos quedaron los días dedicados a la pintura y escultura; un día, visitando un museo, decidió cambiar de rumbo: "Me hice paleontólogo porque era una buena combinación de ciencia y aventura -dice el hombre que lleva al cuello una fina correa de cuero-. Es mi amuleto de buena suerte, una bolita de cuero de camello, testigo de que sobrevivimos al desierto, los bandidos, el calor... y a los cocodrilos".
-Debe ser el sueño de todo paleontólogo ver los fósiles en vivo...
-Claro, con los dinosaurios no nos pasa. Con ellos es muy difícil establecer la analogía. Ha sido muy revelador ver cómo se mueven, la movilidad de sus patas, cómo se sumergen en el agua y cómo reaccionan en su vida natural. Aquí medimos el largo de la cabeza y su cuerpo, para poder relacionar mejor los distintos huesos que hallamos en el desierto, allí encontramos cabezas sin cuerpo -y varios cuerpos sin cabeza- de especímenes jóvenes y adultos. Así podemos basar mejor nuestra relación con el superCroc.
-¿Es mucho lo encontrado en términos paleontológicos?
-Este año tuvimos suerte, encontramos todo lo que buscábamos, fue una expedición exitosa. Este es uno de los pocos cocodrilos prehistóricos que ya tiene nombre; hay muchos que no lo tienen; sólo ahora se está empezando a investigar el tema. Estamos bautizando a muchos en este momento. En la evolución redujeron su tamaño para no ser tan vulnerables.
-Pero acá el paleontólogo debe estar en desventaja, con las bestias se necesitan músculos...
-¿Y quién dice que no los tengo? (Se arremanga la remera en un puro alarde de sus bíceps.) Los paleontólogos no trabajamos sólo con un cepillito. Durante la expedición en el desierto logramos sacar 20 toneladas de la piedra sólida, y las tuvimos que trasladar a mano, con 54° de temperatura... La nariz del superCroc es grande como un inodoro. ¿Se imagina eso?
-¿Tiene alguna otra aspiración, además del descubrimiento científico?
-Quiero que el público aprecie que vivimos en los últimos momentos de la historia del mundo y que nuestro planeta era muy distinto antes de que los hombres llegáramos. Con esto también incentivamos el respeto por los cocodrilos actuales. La gente cree que el mundo fue construido para nosotros y la cosa no es así.
En el equipo también está Simon Boyce, el productor inglés. "Al trabajar con animales salvajes simplemente hay que ver lo que pasa y tomarlo. Acá podés tener una buena idea, saber que necesitás hacer una toma, y después no sale. Cada integrante del equipo tiene que tener cierto conocimiento del animal con el que se está trabajando. Eric, nuestro camarógrafo, es muy bueno. Yo también filmo, porque es mejor que haya dos cámaras. Como camarógrafo tengo que ser creativo, y como productor tengo que estar pendiente de la cosa global. Es difícil, pero también lo más divertido de mi trabajo."
Sobre el puente del río Tárcoles, mientras espera la aparición de un cocodrilo de buen tamaño para arrojarle una gallina como señuelo, Barr habla tranquilo y alerta para entrar en acción apenas un animal lo disponga. "La mejor manera de entender el pasado es ver lo que tenemos hoy. Y lo que tenemos son estos descendientes vivos de un antepasado gigante. El público no es tonto. Saben cuando hay algo montado y están muy atentos a la información que se brinda. En este caso podemos decir que estos cocodrilos siguen vivos porque pudieron sobrevivir a las situaciones extremas. Son un poco más chicos que los de antes, pero supieron mantenerse sin variaciones durante 200 millones de años." Mientras habla, Barr sonríe al más puro estilo de conductor televisivo norteamericano. Pero enseguida aparece la bestia en el agua. Y el hombre se pone serio y en acción. Lo tiene claro: los animales no son actores.
La misión
Fundada en 1888, la National Geographic Society (NGS) es la mayor organización educacional y científica sin fines de lucro del mundo. Con la misión de apoyar la conservación natural y difundir el conocimiento geográfico entre sus miembros y público en general, financia más de 500 expediciones y proyectos por año. Entre los más conocidos se destacan el rescate del Titanic, el hallazgo de la ciudad perdida de Machu Picchu, los trabajos con gorilas de Dian Fossey, la exploración polar de Robert Peary, y las investigaciones de Paul Sereno con dinosaurios (también en la Argentina, con el Herrerasaurus, en 1988, y el Eoraptor, en 1991). En el caso de SuperCroc -el documental de dos horas, que fusiona el trabajo de Paul Sereno y Brady Barr- y Crónicas de cocodrilos -una serie de documentales de media hora, con la conducción de Barr, que aprovecha algunas de las filmaciones realizadas en Costa Rica-, la educación localizada también fue interés de la NGS. Se trabajó con alumnos de la escuela primaria, para evitar la matanza indiscriminada de cocodrilos. Los chicos trabajaron junto a Brady Barr y Mei Len Sánchez (su mujer, bióloga marina) con huevos rescatados de nidos silvestres, los mantuvieron en incubadoras, los vieron nacer y los alimentaron hasta que, con 20 centímetros de largo, fueron marcados y liberados para repoblar la cuenca inferior del río Tárcoles. Además, el equipo trabajó en la reubicación de cuatro hembras adultas que constituían una amenaza irremediable, a las que se les colocó un equipo radiotransmisor para analizar sus movimientos y supervivencia.
Apoyo local
Juan Bolaños, de piel curtida por el sol y nariz partida por un cocodrilo, es el costarricence elegido como pilar local. "Hay gente que no nos quiere dando vueltas por acá, soltando cocodrilos bebe en los ríos. Los lugareños los matan cuando llegan a los 30 años promedio, pero podrían vivir 100. El problema es que en los campos no hacen bebederos para el ganado, los capataces los matan porque muerden a sus vacas cuando bajan al río a beber. En lo que va del año hubo cuatro personas muertas, siempre por imprudencia." A cargo de la única granja de cocodrilos autorizada en Costa Rica, donde enseña a los escolares cómo convivir con ellos, Bolaños se dedica al recuento de su población además de ser catedrático de la Universidad Nacional e ingeniero en economía agrícola. Como presidente de la Asociación de Investigadores en Cocodrilos conoció a Brady Barr, herpetólogo del National Geographic, que acudió en su ayuda ante un llamado de emergencia que Bolaños publicó en Internet. La situación era insostenible: "Las leyes de protección están, pero no hay plata para financiar el proyecto", decía en un breve S.O.S. en referencia al programa de educación y al monitoreo en los ríos. Eso por no mencionar a los cazadores furtivos, que venden una cabeza disecada en 2 mil dólares, una piel entera en 800 y un collar de dientes en 500. Pero con conciencia ecológica, las cuentas no cierran: "A nivel popular se dice que la grasa de un cocodrilo cura el asma y el cáncer. En perfumería y medicina se usa la secreción de las glándulas de la garganta y cloacales, las mismas con las que marcan su territorio. Pero, después de todo, ¿no tiene derecho una especie a sobrevivir porque sí, aunque no dé ninguna ganancia?" Entre octubre y noviembre, plena época de reproducción, es cuando los cocodrilos son más peligrosos. Como de costumbre -sólo que ahora acompañado por el equipo de filmación del documental-, el monitoreo de los ríos se realizó de noche, con lámparas para encandilarlos. "Contarlos de este modo resulta más fácil porque se ven los ojos rojos que reflejan la luz de nuestras linternas -explica como quien habla de contar luciérnagas en el jardín-.
Son animales inteligentes. Algunos cocodrilos entrenados han sabido responder a colores y mandatos vocales. En la vida silvestre también demuestran inteligencia. En la entrada del río Morote hay un cocodrilo que si venís por el río no te deja pasar; entonces desinflamos el bote y pasamos caminando junto a la orilla; él nos sigue desde el agua hasta que salimos de su territorio. En tierra pueden correr rápido, pero se cansan enseguida. Es cierto, mi trabajo tiene riesgo, pero también una ventaja: mis amigos dicen que tendré la suerte de no llegar a viejo. Si alguna vez me mata un cocodrilo es porque tenía que pasar. Ya fue dicho, quien a hierro vive, a hierro muere." Hace un silencio fatalista para romperlo sólo ante la última pregunta: -¿A qué le tiene miedo? -A los perros. De verdad, no sé por qué. Me dan pavor.
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