
SUSANA DECIBE LOS CHICOS CONTESTAN EN BROMA...
La ministra de Educación considera que los pobrísimos resultados de evaluaciones recientes se deben a que no son obligatorias y, por lo tanto, no se las toma en serio. Y cree que su hija ya la perdonó por haber revelado que no conocía el Martín Fierro
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Desde diciembre de 1992 (cuando el ministro era el actual jefe de gabinete, Jorge Rodríguez) Susana Beatriz Decibe (50 añitos cumplidos) transita los pasillos del viejo y bello Palacio Pizzurno, en el barrio norte porteño, primero en varios cargos importantes y desde 1996 como la primera ministra mujer del ramo en la historia argentina. Comparte los (según quién lo mire) pocos o muchos logros de un proyecto que incluyó la preparación, seguimiento y sanción de una nueva ley educativa que aumentó de 7 a 10 años la obligatoriedad escolar, que modificó los conceptos de ciclos básicos, pero que no pudo atemperar el malestar docente convertido en ayuno en todo el país.
En 1967 llegó a Buenos Aires, desde Bragado, su ciudad natal. Allá era empleada de funciones múltiples ("Empecé barriendo la vereda, seguí vendiendo los diarios en el mostrador y terminé en la redacción", recuerda). Aquí consiguió un trabajo, entre administrativo y periodístico, en la editorial Análisis-Confirmado, que reunía a dos importantes semanarios. De esta etapa recuerda a compañeros periodistas como Pepe Eliaschev, Carlos Tarsitano, Miguel Briante, Lolo Amengual y Juan Gelman. Luego vendrían tiempos tétricos: su militancia gremial le costó una detención-desaparición de medio mes en la ESMA y un posterior exilio interno "en el que vendí de todo".
-En 1996 usted declaró que no sólo los docentes, sino la educación iban a estar mejor en el 2000. Ya estamos sobre la fecha. ¿Se cumplió la profecía?
-Estamos mejor, porque venimos del abandono por décadas del sistema educativo. Tuvimos que actualizar programas de estudio de 70 años. Aunque para llegar a los buenos resultados que pretendemos falta tiempo: tiene que estar instrumentado el polimodal en todo el país; tiene que ampliarse a todas las materias la prueba de validación final; tiene que ganar valor real, de importancia social, el título secundario.
-¿No le da miedo que esa prueba tenga los resultados que tuvo otro examen reciente en La Plata?
-Mire, con pruebas similares a las tomadas en la Universidad de La Plata, tenemos la siguiente experiencia: como no son obligatorias, los chicos suelen responderlas en broma.
-¿Está hablando en serio? ¿Quiere decir que pusieron esos disparates no por desconocimiento, sino como un chiste?
-No sé. Lo que me permito es expresar mis dudas: qué cosas fueron por ignorancia y qué por jorobar. Porque, si no, ¿cómo se explica que después dan una prueba de nivel y la aprueban en su gran mayoría? Es cuestionable el modelo de inserción que sigue utilizando la Universidad. Pero, más allá de eso, lo que hay que cambiar es lo que se estudia.
-¿Qué pasa cuando los que responden disparates o expresan desconocimientos son hijos de la ministra de Educación?
-Lo que yo dije en referencia a mi hija no salió completo. Había mencionado que ella desconocía a un clásico como el Martín Fierro, pero que a esa altura (antes de 4º año) ya habían leído a otros clásicos como Horacio Quiroga, Sarmiento o Estanislao del Campo.
-A propósito. ¿Su hija le dijo: Mami buchona ?
-Se quedó muy ofendida conmigo. Realmente tenía razón, porque ya es una norma familiar que trate de no comprometerlos a ellos en mis declaraciones políticas o profesionales. Sí: fue un error mío y le pedí disculpas.
-¿Ella la perdonó?
-Creo que sí.
-Del estado del sistema educativo, ¿qué es lo que más le preocupa?
-Lo que analizamos con más preocupación es el fracaso... más que el fracaso, la deserción en la secundaria. En la vieja escuela secundaria, los chicos se van entre 1º y 2º año. Se mejoró la inserción, habrá que ver qué pasa con la retención. También fue espectacular el aumento de la escolaridad en el nivel preescolar y, más importante todavía, la contención para millones de chicos de los sectores más desfavorecidos. Desde la recuperación de la democracia para aquí, se duplicó la inserción en el nivel secundario. Aunque lamentablemente el aula no se adaptó a tener grupos de chicos con distinto acceso a los bienes culturales.
-Otra cosa que se menciona es que muchos chicos de primaria van a la escuela porque les ofrece la posibilidad (única, porque en sus casas no la tienen) de un desayuno y de un almuerzo.
-La pobreza existe y la escuela siempre fue un lugar reparadorno sólo en lo educativo, sino en lo alimentario.
-Bueno, pero una cosa es la clásica copa de leche en el recreo, de nuestra infancia, y otra la dependencia alimentaria para alejar el hambre
-No, atención, que los comedores escolares son más viejos que la escarapela... No me parece mal que la escuela tenga un comedor. En la Argentina, los sectores más populares apuestan a la educación como estrategia de salida social. Eso está probado. Aquí no hay que convencer a las familias pobres para que manden a sus chicos a la escuela. Ellos saben que es lo mejor.
-Los alumnos rinden poco, aprenden mal y usted en alguna ocasión le echó la culpa a la TV. ¿No piensa que también puede ser responsable la crisis económica, las deficiencias de alimentación que atacan la capacidad de aprender?
-No, por favor, eso sí que no. Con respecto a la TV, lo que dije es que si la atención promedio es de 4 o 5 horas diarias, los chicos no cuentan con el tiempo para dedicarse en sus casas a leer, a pensar, a hacer ejercicios de aprendizaje. Hasta tal punto no se puede prescindir de la televisión que la educación que viene no estará alejada de la imagen, de tecnologías atractivas, de lo audiovisual como medio para aprender mejor. En relación con la alimentación, no es mi tema. Tal vez el ministro Mazza le pueda dar una referencia. Pero estoy segura que, en relación con otros países latinoamericanos, la influencia en este país es mínima.
-¿Cuáles de sus hijos o hijas concurrieron a escuelas privadas?
-Mayormente los he mandado a escuelas públicas. Han ido al Instituto Bernasconi, al Nacional de San Isidro. El mayor sigue estudiando Comunicación en la UBA. En los años 80, cuando comenzaron los paros salvajes que dejaban al país sin educación ni nada, decidimos, como muchos padres y contra nuestros principios, probar en una escuela privada que, por lo menos, funcionaba todos los días.
-Pero dígame, Decibe, ¿está bien que la ministra de Educación anote a sus hijos en escuelas privadas? p> -No está ni bien ni mal. En la Argentina tenemos décadas de experiencias de escuelas privadas. Otra cosa sería que usted me dijera que mando a mis hijos a escuelas de elite: eso nunca lo hice. Por ejemplo, mi hija menor va a una escuela manejada por gente muy comprometida, con una línea educativa que me interesa mucho y que ni siquiera es bilingüe.
-Valentina es su nieta. Ella en el 2010 tendrá que empezar el secundario
-El polimodal.
-El polimodal. ¿Cómo va a ser?
-Muy atractivo, en especial para los jóvenes. Esto vendrá acompañado de una nueva formación para los docentes. La imagino como una escuela abierta, que estará atenta a los contextos locales, interesada en las problemáticas con las que convive, y los internacionales, para no perder actualidad. A diferencia de uno de mis hijos, que en plena discusión del polimodal estaba terminando el secundario y le decía a sus amigos: Quédense tranquilos, que a nosotros no nos toca, Valentina me va a decir: gracias, abuela.
-Igual, antes de eso, en unos años le tocará iniciar el colegio. ¿Cree que todavía estará la carpa de los docentes?
-Ya no debería estar hoy.
-¿Por qué no?
-Porque da un mensaje contradictorio. Si existen una energía y una predisposición para recaudar el impuesto que asegure el aumento, eso ocurre porque lo movilizó la carpa. Pero en este momento le decimos a la gente que ponga su esfuerzo para que los docentes ganen más y por el otro la sorprendemos con una actitud demasiado contestataria. Que todavía esté la carpa revela que al gremio docente le faltan estrategias para una etapa de construcción.
-¿Algún docente suyo inolvidable?
-Tengo muchos. En el secundario, la profesora de filosofía Julita Aguer; dos de literatura, la señora de Aristi y la señora Frey. También de la primaria tengo muchos buenos recuerdos. Pero también fueron maestros mi viejo, un panadero esforzado, que pasó de estar en el anarquismo yrigoyenista al peronismo, y Rosa, mi mamá, que también es todo un referente de lucha en mi vida. Es de esas viejas esforzadas, nobles, capaces de cuidar el gallinero, hacer crecer la huerta y seguir la educación de sus hijos.
-¿Fue buena alumna o tranquilamente le podría haber pasado lo que a los chicos en la universidad hace poco?
-Era buena. Aprobé el curso de ingreso en Sociología a pesar de que era difícil y se vivía una época de restricción de matrícula.
-Le propongo algunas pruebitas de imaginación. Imagínese que Marta Maffei es ministra de Educación y usted es la secretaria del gremio docente. ¿Qué diría, qué pediría, qué no haría?
-Si fuera dirigente sindical pediría lo que es una clara necesidad de los docentes: un régimen profesional diferente, que recupere el prestigio de la profesión. Lo que llevó a esta situacion de los docentes fue que durante mucho tiempo se negociaron beneficios muy extraños. Como plata no había, ni tampoco estímulos equivalentes, las autoridades dieron a cambio licencias de distinta naturaleza o estimularon al máximo una perversidad: que la única forma de crecimiento fuera la antigüedad. En los motivos de la debacle se debe sumar la carencia de políticas de formación en la escuela. ¿Por qué cree que la sociedad, según las encuestas, piensa mayoritariamente que los docentes tienen que ganar más de lo que ganan, pero también dicen que tienen que trabajar más? ¿Por qué cree que muchos ministros de Economía de provincias no quieren poner más dinero en el sector educativo, que en un momento se les transforma en una caja negra imposible de resolver?
-Imagínese esto otro. está en 5º año de su secundario en Bragado. Viene la ministra de Educación de visita y la designan a usted oradora en nombre de los alumnos. ¿Qué pondría en su discurso?
-La verdad es que, por razones generacionales, me resulta más sencillo ponerme en la cabeza de un dirigente gremial. Tratando de interpretar los deseos de los jóvenes, me inclino a pensar que defendería el derecho de seguir estudiando, que muchos sienten amenazado.
-¿Y si después del acto se le acercan sus compañeras y le reprochan que estuvo muy tibia?
-Si me convencieran de que es cierto, me sentiría mal y volvería a pedir la palabra.
-Usted fue periodista. Cada tanto, sin embargo, acusa al periodismo de ignorancia, mala intención, desconocimiento, como hacen los políticos más tradicionales. ¿Es esto algo inherente a los que llegan al poder?
-Mire, yo admito todas las críticas porque cometo errores. Lo que no soporto es la falta de formación, de preparación, de información básica de los periodistas. Y tampoco la mala intención, porque ésa es una mezcla catastrófica.
-Usted estuvo en la ESMA detenida-desaparecida durante la dictadura. ¿Por qué fue y cuánto tiempo duró?
-Eso fue en mayo de 1976, durante 15 días. Habíamos sido Juventud Peronista indiscriminada cuando éramos todos montoneros, hasta la división, aquel simbólico 1º de mayo de 1974 en la plaza de Mayo.
-Según usted, ¿en qué consistió esa división?
-Se consolidó más la pelea entre los que estábamos por la salida política y los grupos que apostaban a la guerrilla. Hasta la llegada de Perón, todos éramos montoneros. Yo militaba en el gremio de la carne, con el propósito de llegar a apoderarnos de la federación.
-¿Usted había decidido dar la vida por Perón?
-Para nosotros, en aquel tiempo, la categoría de vida propia tenía poca importancia. No estuve en la guerrilla, no puse bombas, pero el proyecto era conseguir una sociedad más justa y en esa época valían poco los objetivos individuales. La vida por Perón era un canto. Era como un símbolo de nuestra creencia: armar una sociedad más justa.
-¿Cómo le explicaría a su padre, anarquista, peronista, que usted pasó de ser soldado de Perón a soldado de Menem?
(Se ríe un ratito.) -Soldado... eh... yo creo... Primero... A ver... Hay una línea... No creo que los procesos sean lineales y se tengan que parecer. A este peronismo de Menem le tocó transformar el país. Perón hizo otras cosas.
-¿Y no temería que el viejo le dijera: nena, dejame de discursos?
-No, que Menem haya hecho todo lo que hizo no es un discurso. Creo que mi padre, como representante de los sectores más humildes, lo entendería.
-¿Supo de qué la acusaron los militares o nunca se enteró?
-Con el tiempo, me dijeron que en algún servicio figuraba una acusación asombrosa: decían que yo era del ERP y que en esa condición había infiltrado un grupo guerrillero peronista. No era cierto. Nunca dejé de ser peronista.
-En la ESMA, ¿conoció o escuchó hablar de Astiz, de Acosta o de Massera?
-No, porque estuve siempre encapuchada. Un día, de los tantos que no sabíamos si nos iban a matar o no, nos tiraron encapuchados a un costado del Planetario, de Palermo. De ahí en más, por varios años, sobrevivimos en un exilio interno por varios puntos del país y en donde hicimos de todo.
-O sea que la ministra de Educación podría ser una desaparecida. ¿Cree que sus hijos pertenecerían a la agrupación Hijos?
-No sabría decirle. Lo que sí es que los dos mayores, por haber vivido aquellas épocas de silencio y de disimulo, rechazan mucho todo lo que sea política.
-¿Cómo le cae, ministra, que le digan que es linda?
-Me gusta, lo agradezco.
-Usted es linda.
-Gracias.
-¿Se considera la más linda mujer del gabinete?
-Es una visión completamente machista pensar que la belleza movilizará a la mujer más que cualquier otra cosa.
-Disiento. No es machismo. Es realismo. ¿Qué grado de importancia tiene la belleza entre las integrantes del gabinete (las secretarias Alsogaray, Bello, Gutiérrez Walker, Kessler)?
-Ninguna. O tanta como para los hombres. Porque a ellos también les gusta mirarse en el espejo y que les digan que son lindos.
-Su look, ¿se lo plantea desde un lugar político o estético?
-Estético. Aunque para ser franca lo político interviene, porque a veces, por ser la ministra de Educación, no me pongo todo lo que tendría ganas de ponerme. Digo, ropas más audaces... Pero me doy los gustos. Desde siempre. Cuando todavía en las tiendas no vendían trajes, le pedía a mi tía, modista, que me diera vuelta los trajes de mi marido.
-¿Podría describir la ropa que tiene puesta?
-¿Sí? ¿Es necesario? Bueno, tengo puesto un traje de hilo blanco de manga corta, pollera al tono, con una blusa top de seda a lunares blancos y negros, sandalias blancas y negras.
-¿Cuánto gasta en ropa por mes?
-No sé cuánto, pero aprovecho las liquidaciones cada vez que me toca viajar.
-¿Qué es lo más insólito, lo más divertido, que le pasó desde que es ministra?
-Al muy poco tiempo de asumir, cuando todavía la Secretaría de Cultura pertenecía al ministerio, para homenajear a Enrique Cadícamo preferí, en lugar de leer un discurso, recibirlo cantándole unas estrofas de su tango Los mareados.
-¡Ah!, sí. La escuché. Sonaba bastante bien.
-Gracias, pero creo que no sé cantar. Envidio a los que saben. Lo más temido es que cuando terminé de hacerlo pensé: ¡Huy!, qué dirá el presidente. Hacía muy poco tiempo que estaba en el cargo. No me dijo nada. Lo más gracioso es que mi funcionaria en el área de contenidos educativos, Cecilia Braslavsky, cuando se lo consulté previamente me hizo una única pregunta: ¿Vos sabés cantar? (Se ríe.) Es decir que para ella, una científica ejemplar, solamente se puede hacer lo que se sabe. Y ahora que me acuerdo, en otra ocasión cantamos Sólo le pido a Dios con León Gieco, en unas presentaciones escolares que él hacía.
-¿No iría a concursar a Si lo sabe, cante ?
-No, no iría.
Texto: Carlos Ulanovsky
Foto: Enrico Fantoni
Producción: Pablo Galfre
Salón de actos
Con alegría, con orgullo casi, la ministra Decibe invita a recorrer los pasillos del segundo piso del ministerio, que rodean a su despacho, para mostrar parte de lo que califica como "la espectacular pinacoteca del ministerio. Ahora estamos reacondicionando este lugar, casi convirtiéndolo en un museo para que se lo pueda visitar durante los fines de semana". Su despacho, al que llegamos acompañados por el jefe de prensa, el periodista Albino Dabove, es el mismo que ocuparon los antecesores de la ministra, según recuerda. Por lo menos desde Antonio Salonia, y también sus paredes están cubiertas de cuadros de pintores argentinos como Gullero, Weiss de Rossi, Víctor Cúmbolo y algunos de los pocos cuadros de la serie de la carpintería de Fernando Fader.
La portada de la computadora muestra una ilustración famosa, que es toda una elección: el Guernica, de Picasso, y al costado un ruego casi ecológico: Por favor, no fume, dice el cartel. Pero hay dos imágenes que ella distingue y prefiere: una fotografía póster de Eva Duarte y una pintura de Soledad, su hija, que estudió artes plásticas en Florencia y todavía anda de gira por Europa.
A un costado del ordenado escritorio hay un sector de fotos reservado a "los ídolos: varios chiquitos pertenecientes al Plan Social Educativo y Valentina, mi nieta". La entrevista se hace sobre una larga mesa de trabajo para 15 lugares y al costado hay sillones para 9 personas. No falta la fotografía oficial de Menem presidente (a quien llama su líder carismático), la de su visita a un almuerzo de Mirtha Legrand en televisión y la ocasión en que le tocó estrechar la mano del superseductor de las Américas, el presidente Clinton.
La entrevista -que se realizó en una muy calurosa mañana de la segunda semana de febrero- duró 80 minutos, sin interrupciones.
Los grados de Decibe
4 Los títulos que tiene la ministra: maestra normal, licenciada y profesora en sociología en la UBA y maestría en ciencias sociales en Flacso.
4 Los hijos que tiene, de dos matrimonios.
Diego, de 27 años, que ya la hizo abuela de Valentina; Soledad, de 26; Juan, de 21, y Angeles, de 17.
50 La edad de Susana Beatriz Decibe.
36 Los meses que en abril próximo la ministra cumplirá en su cargo.
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2Uruguay: nuevos incentivos económicos, variada agenda cultural y destinos enfocados en la experiencia
3De 1882. El “castillo” que impulsó la creación de una ciudad y hoy es el corazón de un barrio cerrado
4De Italia a Buenos Aires: llegó al país persiguiendo “el sueño americano” y abrió una de las heladerías emblemáticas de calle Corrientes



