
Tarde de turf en el Índico
Adrenalina en el hipódromo de la isla Mauricio, un lugar con más de 200 años de historia
1 minuto de lectura'


Miles y miles de personas se mezclan rápidamente y se desplazan de un lado a otro con singular frenesí. Ya falta poco para el comienzo del evento; todos buscan la mejor ubicación para tener una visión privilegiada de lo que se desenvolverá frente a nuestros ojos.
Suena la campana de largada, que indica que ya estamos a pocos minutos del comienzo. La gente estruja las revistas especializadas que utiliza para conocer los candidatos de los medios y tejer hipótesis, conjeturas y sueños con respecto a los posibles ganadores. Todos han hecho sus apuestas y el Sport muestra ya las cifras finales.
Los caballos ingresan a las gateras. Esto produce un silencio majestuoso del público. Nervios, expectativas e ilusiones se dan cita en el hipódromo más antiguo del hemisferio sur, el segundo del mundo. Estoy en el Mauritius Turf Club, un sitio de claro estilo colonial anglofrancés fundado en 1812, en la ciudad de Port Louis, capital de la isla Mauricio.
Esta tradición comenzó hace mas de 200 años por iniciativa del gobernador bajo protectorado británico Sir Robert Farquhar, que junto con su mujer de origen francés organizó la primera Copa de Oro y dio inicio a esta actividad en la isla con la finalidad de unir en armonía a los colonos franceses con los ingleses, que habían obtenido el territorio después de la capitulación francesa de Cap Malheureux. A ellos se les unió todo el colectivo restante de la sociedad: aquellos descendientes de los pueblos originarios de la isla y también los venidos de la costa malabar, India y Malasia. Así sentó las bases de esta actividad, la más importante para muchos a nivel deportivo.
Pero volvamos a esta hora mágica de la tarde. No había dudado ni un minuto en aceptar la gentil invitación del presidente del club, Jeenarain Soobragrah, para acompañarlo en su palco oficial junto a sus invitados y oficiales del club. Vestido con rigurosa chaqueta y corbata observa la pista y los pormenores del comienzo de la última y más importante carrera de la sesión: The Raymond Antelme Plate-Draper’s Mile.
Todo lo que sucede a mi alrededor me contagia de una excitación especial ante la oportunidad de observar cómo se produjo un hecho que hacía mucho no se veía por el club. Un mismo jinete conquistando cinco de las ocho carreras programadas de la tarde.
Y para sumarle un poco más de carga a la historia, todo esto de la mano de un jockey que no sólo era uno de los favoritos del público sino que hasta poco tiempo antes había estado suspendido por comportamiento agresivo en la monta y volvía a las pista como un verdadero Ave Fénix.
Al producirse ese silencio, como esa calma antes de la tempestad, comprendo que ese momento no pertenece al palco sino a las vallas que protegen la pista y donde la gente se apiña. Con una rápida, pequeña y cortés reverencia a mi anfitrión salgo eyectado rumbo a la muchedumbre que en puntas de pie estira su cuello para no perderse el mágico momento cuando se abren las puertas de la gateras y caballos y jinetes se precipitan a una carrera frenética.
No tengo que decirles lo que grité al mejor estilo Valdivieso, viejo nomás. Sobre todo cuando encaran la recta final y el favorito de la gente cruza el disco adelante, tan solo por medio cuerpo, en un esprint final de locura.
Los gritos se escucharon seguramente en toda la isla. Cae el sol sobre la ciudad y mientras el héroe del día es aclamado no puedo parar de tararear la mágica Por una cabeza, de los inmortales Gardel y Le Pera.
1
2Uruguay: nuevos incentivos económicos, variada agenda cultural y destinos enfocados en la experiencia
3Navidad 2025: este es el precio del pan dulce que vende Damián Betular
4De Italia a Buenos Aires: llegó al país persiguiendo “el sueño americano” y abrió una de las heladerías emblemáticas de calle Corrientes


