El reposo es clave. Esos pocos minutos de quietud para que las hebras infusionen son esenciales en el proceso de elaboración del té, la segunda bebida más consumida en el mundo después del agua.
Guillermo Casarotti está solo. Está en silencio. Encerrado. Lejos de todo. No se mueve. Tiene la mente en blanco. La economía argentina tarda en recuperarse de la reciente devaluación del 2001. Él, que ya trabajó para la cadena de hamburguesas Burger King, los helados Kibon y las papas fritas Lays; él, que ya fue despedido de la última multinacional donde era una autoridad en marketing. Ya le dieron la oportunidad en otra, Monsanto, pero no duró nada y renunció a los pocos meses. Está sin trabajo y los coletazos de la crisis de los 40 lo sacuden todavía. Hasta ahora, esquivó con destreza y convicción el destino escrito en su genealogía; ya le dijo a su padre que no, que él no es emprendedor, sino un trabajador en relación de dependencia en grandes corporaciones, que no va a volcarse al negocio familiar de la construcción, ni al de los aires acondicionados, como sus hermanos. Lo suyo es otra cosa.
Tras la crisis de 2001, el ejecutivo de marketing del mundo corporativo Guillermo Casarotti sofisticó una infusión milenaria como el té y se transformó en un exitoso hombre de negocios.
Es marzo de 2003, Guillermo está en un monasterio trapense en la localidad bonaerense de Azul. Aturdido, decidió hacer un retiro y permanece en silencio. No tuvo ninguna clarividencia en el momento. No pasó nada. Vacío total. Sin embargo, en el camino de regreso a casa, mientras conducía por la ruta, vio por primera vez claramente lo que sería la marca que lo convirtió en el "exitoso hombre de negocios" que es desde hace 17 años.
Todo se dio rápidamente. Nueve meses después de ese viaje, Inti Zen ya iba a estar en marcha. A comienzos de 2004, el proyecto que Guillermo Casarotti y Anne Sophie impulsaron juntos tomaría velocidad y llegaría a 2020 con variedades y líneas completamente nuevas, que surgieron gracias a la participación activa de los dos hijos mayores de la pareja: Diego y Theo Casarotti.
Dejar reposar fue esencial. Guillermo conoció a la paisajista y escultora francesa Anne Sophie Coisne en una playa de Grecia; bastaron pocos días para saber que pasarían la vida juntos. La historia de amor estuvo maridada siempre con ricos tés. "Nos encanta compartir ese momento: los cuencos, la tetera, la temperatura del agua, las hebras… el ritual", cuentan.
5000 puntos de venta en Argentina
Por la crisis del 2001, las infusiones importadas desaparecieron de las góndolas de los supermercados.En Guillermo, la carencia del consumidor encendió la creatividad del emprendedor que iba a ser. Durante sus meditaciones en la abadía, visualizó la fusión de Oriente y Occidente como una mancomunión poderosa. De ahí supo que quería hacer tés de identidad mixta: hebras típicas de allá mezcladas con sabores de acá.
20 millones de tazas producen por año
En Europa y Estados Unidos, el té de especialidades ya era moda, pero la diversificación no había llegado aún a América Latina. Se abría una ventana de oportunidad ahí. Si los norteamericanos tenían té sabor pop corn, por qué nosotros no tendríamos uno con notas de dulce de leche, se preguntó.
El nombre de la marca, Inti Zen, une la energía solar en quechua ("inti") con el silencio profundo en japonés ("zen").
A través de las páginas de una revista, Guillermo y Anne Sophie conocieron a Inés Berton y quedaron fascinados con esta mujer de olfato absoluto que estaba revolucionando la concepción de los tés de diseño. "No sabíamos que existía la figura de la tea blender", recuerdan. La contactaron y, junto con ella como asesora incondicional, hicieron gran parte del recorrido. "Nosotros sabíamos lo que queríamos. Inés sabía lograrlo. Nos ayudó a desarrollar los blends y fuimos aprendiendo mucho de aromas y de sabores", explica.
Hoy, desarrollan ellos mismos los blends; con materias primas de todo el mundo, diseñan mezclas propias en un laboratorio alemán y tienen una planta en Del Viso, provincia de Buenos Aires, donde termina el proceso de producción y se inicia la distribución, que está tercerizada y alcanza más de 5000 puntos de venta en toda la Argentina. También exportan a Chile, Perú, Bolivia, Uruguay, Francia, España y Estados Unidos.
15 blends tiene su catálogo
Arrancaron con seis variedades, después saltaron a 11 y actualmente tienen 15. La primera camada fue de clásicos, "pero con una vueltita de tuerca", aclara Casarotti. Asomaron con prudencia a un espacio desconocido, aunque a paso firme: al Patagonia lo destacaron con miel y cacao, al Earl Gray le dieron un toque de rosas. Poco después ya se jugaron con los hibiscos, mangos, papayas y el dulce de leche. Lo que siguió fue sofisticarse y apostar a la sutileza del té blanco, a lo imprevisto del lychee. Con notas delicadas, se propusieron llevar la experiencia a otro nivel.
Al principio, el segmento era pequeño y con poca competencia. Ahora, el del té es un mercado expandido y desafiante. "Somos muchos participantes y hoy nos relacionamos con consumidores muy capacitados, exigentes. El mercado actual apunta al consumo de menor cantidad de tazas y mayor calidad de infusiones", detalla.
$40 millones facturaron en 2019
Para dar respuesta a la tendencia, comenzaron a trabajar en blends orgánicos y naturales, además de variantes para mayor diversidad de paladares. "Estamos sacando nueva marca, Int_, tiene otro logo, viene en latitas y pirámides, son infusiones con hebras añejadas y blends de cosechas ultraseleccionadas".
Mientras, dejaron atrás la exclusividad del té y sumaron opciones de tisanas a la carta: lemongrass con rosa mosqueta y jengibre; cedrón con cascaritas de naranja y rooibos con frutos rojos o vainilla. "Buscamos una taza de notas bien marcadas", dicen.
Pero, además de crecer por donde venían haciéndolo, esta vez asomaron a un terreno inexplorado. Y también insospechado.
Si alguien le hubiera hablado de un té en polvo, instantáneo, como un producto gourmet, Guillermo Casarotti se habría resistido a creerlo. Sin embargo, los que lo hicieron –y lo convencieron de la idea– fueron sus hijos Diego y Theo, quienes son fanáticos de esta milenaria bebida de la India elaborada a base de té negro, especias naturales y leche. Ellos llevaron adelante el proyecto de una línea paralela. Bajo la marca Indi Chai, sacaron uno de masala, que es de lo más clásico y se ciñe a la receta que usan en India, y, fiel al estilo de origen, también hay una versión argenta con dulce de leche, la caramel.
El Té Chai Latte en polvo ya estaba listo a fines del año pasado y el lanzamiento, con bombos y platillos, previsto para mediados de marzo. "‘¡Nos agarró la pandemia!", exclama el empresario. Entre virus y cuarentenas, se trastocaron los planes. Lo que era una campaña de marketing se convirtió en una campaña solidaria: las muestras que se iban a utilizar para dar a conocer este nuevo producto de preparado instantáneo fueron donadas a guardias hospitalarias para los trabajadores de la salud y los pacientes. Se repartieron primero 10.000, después 30 y llegaron hasta 40.000 tazas. "Estamos pasando un momento de muchos cambios y tenemos que adaptarnos con flexibilidad. Finalmente, y de la manera en que no lo habíamos proyectado, la gente lo probó, le gustó, lo comentó. Y nosotros cumplimos un rol", se alegra Casarotti.