Este galpón reúne a la firma de diseño Koskela, a Kitchen by Mike y a la escuela de la estilista Megan Morton: proyectos distintos, idéntica calidad y una misma filosofía: los productos locales, al frente
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A priori, no parece haber motivos para alejarse del Centro o de los suburbios más coquetos para dirigirse a Rosebury, un antiguo barrio industrial con enormes oficinas remodeladas que dan toda la impresión de ser, hoy, empresas de marketing o de publicidad. Por las calles anchas y no muy arboladas, pasan pocos taxis y poca gente, pero, eso sí, vestida de topísimo sport, lo que vuelve a abonar la teoría de las firmas jóvenes.
Pero, aunque no se vea a simple vista, algo está pasando. No cabe duda.
Sin carteles que lo delaten, el elefante blanco al que nos dirigimos tiene una minúscula puerta que nos deja entrar al universo paralelo de Koskela (el showroom del diseñador y editor de objetos Russel Koskela), Kitchen by Mike (el restaurante estilo cantina de Mike McEnearney, que la revista Time Out acaba de celebrar como la mejor novedad de Sidney) y al multiespacio de la autora y estilista Megan Morton, que aquí despliega su otro rol: el de directora de escuela y profesora.
Cuando el espacio es demasiado grande para uno, conseguir vecinos de valores semejantes no tiene precio.
MEGAN MORTON
"Llevar lo real a lo visual. Es lo primero que les proponemos a nuestros alumnos de estilismo. ¡Y cómo se ponen! Porque es la parte dura del trabajo. Damos vuelta las carpetas y empezamos por el presupuesto y los tiempos. La zanahoria de la estética queda para el final"
Como en cualquier lugar periférico, no era fácil encontrar en Australia, hasta hace un tiempo, algo con nuestra identidad", dice Megan Morton, y deja picando la pregunta sobre el porqué de la última línea que describe cada uno de sus cursos: "Todo lo que se enseña está relacionado con la industria del estilismo AUSTRALIANO (así, con mayúscula).
"Me parece interesante conocer el pensamiento de estilistas de otros países, por supuesto, pero la gente viene acá buscando, además de inspiración, soluciones para sus casas y, muchas veces, una salida laboral. Necesitan saber qué paga el mercado, cómo y cuánto trabaja un estilista para una revista local o una ambientación, cuáles son las dificultades, qué oportunidades concretas existen".
La realidad y la ficción
"Si una persona tiene una carpeta, la naturaleza humana lo lleva a llenarla", sentencia Morton a propósito de los miles de recortes que los aficionados a la decoración suelen coleccionar. "Como la mayoría de nuestros estudiantes son ávidos consumidores de revistas, sitios y blogs de deco, les proponemos una especie de desintoxicación: esa casa de la foto no es la casa de tus sueños; es la casa de otro, con otra realidad, otra familia, otra mascota, otra geografía. Lo real para cada uno es su presupuesto, cuánto tiempo tiene para mudarse; cómo puede construir, no una reproducción, sino el feeling que quiere.
–¿Qué les proponés para lograrlo?
–Ojo, aclaro que las imágenes sirven para empezar a hablar; pero, al que no tiene una visión tan clara, le proponemos apartarse de las imágenes por un tiempo y trabajar con "la caja de zapatos".
–Que vendría a ser…
–Dejar los recortes en la famosa carpeta e ir llenando –en el correr de varias semanas– una caja con pequeños objetos tridimensionales que le gusten: un botón, un anillo, un pedazo de género, una tacita. Ahí sí que la charla se torna interesante y nos ahorramos semanas de trabajo. Estamos hablando de algo real, táctil, tuyo. De lo que realmente te atrae. Y, aunque no lo creas, la famosa caja se convierte en una muy buena herramienta cuando hay que enfrentar el mareo de salir a elegir telas y pinturas.
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