Todo sobre (dos) ruedas
En el sudeste asiático, motos y bicicletas sirven para transportar cualquier tipo de carga. Hasta la más insólita. Vean si no...
Cuando un turista llega al sudeste asiático, rápidamente comprende que la simple y cotidiana acción de cruzar la calle se ha convertido en un deporte de alto riesgo. Pero al poco tiempo uno se habrá acostumbrado y comenzará a disfrutar del espectáculo que brindan los miles de motociclistas, que con asombrosa pericia logran sortear todo tipo de obstáculos para salir ilesos a través del caótico enjambre. En ningún otro país del mundo hay tantas motocicletas per cápita como en Vietnam y solamente en Ho Chi Minh City, otrora Saigón, se estiman unas 3 millones de unidades.
Otros países de la región presentan sus particularidades: en Camboya el tránsito aún no es tan compacto y algunas motocicletas llevan un trailer que llaman remorque, el cual hace las veces de tienda rodante. En Tailandia el progreso trajo un altísimo crecimiento del parque automotor y las motos quedaron relegadas a los pocos intersticios que les quedan, haciendo que los triciclos tuktuk ya no puedan transportar al turista más rápido que un taxi. En cambio, en Myanmar (ex Birmania) aún hay muchas bicicletas en las ciudades, pero seguramente el paulatino proceso de democratización hará que las motocicletas sean cada vez más accesibles para la población, y quizás en unos pocos años veamos sus calles y rutas tapizadas por rugientes manadas de ciclomotores.
Bicicleta, triciclo o motoneta, todas tienen algo en común: sus conductores parecen desconocer cualquier señal de tránsito y la única regla que respetan para la estiba del vehículo es que el peso al menos les permita avanzar, sin importar si aún se lo ve.
Verdaderos titanes de carga, estos scooters no sólo llevan a su dueño hasta el destino, sino que sirven para transportar todo tipo de mercaderías, debiendo soportar el peso de bidones, garrafas, lavarropas y también a la completa familia. Y como toda la comida se prepara fresca en el momento, la gente espera que los productos lleguen al mercado recién salidos de la granja y de ahí se los llevan a sus casas: las verduras, el pescado y la carne, recién faenada o, mejor aún, ¡vivita y coleando!
Andrés Wertheim