1 minuto de lectura'
Marco De Laurentis dice que sí, que es el que tiene pelo. Y se señala: está en el centro de la foto del plantel juvenil de la Roma, en el complejo deportivo de Trigoria. Es 1989, vive muy lejos de Colegiales y tiene 12 años. Después mueve el dedo: en la fila superior está Francesco Totti, que mira hacia la cámara, los pómulos apenas hinchados por los labios felices.
Casi tres décadas después, De Laurentis es entrenador de arqueros en Argentina. Italiano y pelado, parece una especie de Luca Prodan que se emociona al hablar de su compañero, el héroe de la Roma:
–Nosotros tenemos un sobrenombre para él: Er Pupone. El pupo, para nosotros, es un nenito. Cuando recién nacemos, en dialecto romano decimos: "Ay, qué lindo pupo, qué tierno". Para nosotros, Francesco es Er Pupone, un chico bueno, de familia humilde y trabajadora, que supo conquistar los corazones de la gente por su simpleza, porque se hizo querer, porque asumió el rol de que él es el hincha...
Juego mágico
Francesco Totti se retiró a los 40 años el 17 de julio de 2017, hace poco más de un año. El homenaje de despedida en el estadio Olímpico de Roma duró más que su último partido: los romanos vivirían sin Totti, sin el ídolo más grande en la historia del club, sin esa presencia diosal y constante desde 1993, año de su debut. Ese día, hubo tres argentinos dentro de la cancha: Leandro Paredes –no había nacido cuando Totti debutó como profesional–, Federico Fazio y Diego Perotti, quienes todavía lo ven, porque es dirigente de la Roma.
"La vida me dio la chance de disfrutarlo –dice desde Roma el argentino Perotti, que jugó con él desde 2016–. Era de esos jugadores tocados con una varita mágica, que no necesitaban hacer 50 metros a velocidad, sino que con un pase, un gesto técnico, te hacía ganar un partido; y para la ciudad además es un emblema. Es parecido a lo que Riquelme genera en Boca. Todavía me sorprende, cuando nos tomamos un avión, cómo la gente se tira encima de Totti. El año pasado vino al entrenamiento un hincha que tenía toda la espalda tatuada con su imagen. No lo podía creer".
Si para los romanos fue Er Pupone, para el mundo fue Il Capitano. Desde el 28 de marzo de 1993, cuando se puso por primera vez la camiseta giallorossa con el entrenador serbio Vujadin Boškov, Totti compartió plantel –siempre en la Roma, nunca cedió a las tentaciones del Real Madrid– con los argentinos Claudio Caniggia, Abel Balbo, Roberto Trotta, Gabriel Batistuta, Gustavo Bartelt, Walter Samuel, Fernando Gago, Sebastián Cejas, los hermanos Nicolás y Guillermo Burdisso, Leandro Cufré, Erik Lamela, Daniel Osvaldo, Gabriel Heinze, Juan Manuel Iturbe, Paredes, Fazio y Perotti.
Bartelt jugó con él entre 1998 y 2000. Fue el centrodelantero del fantasista, que jugaba unos metros más atrás en el ataque. Dos años más grande que Totti, Bartelt llegó a la Roma antes de cumplir los 24. En las calles de Floresta, aún hoy, es El Facha. "Él siempre me dice que no cuente las locuras que vivimos juntos –dice ahora en Buenos Aires, porque cada vez que viaja a Roma para en la casa de su amigo Totti–. Teníamos los mismos gustos, casi la misma edad. En las concentraciones, jugábamos mucho al pool, al póker. Me quedó esa amistad a pesar de que no me fue tan bien". Bartelt cuenta que Totti siempre fue reservado, de pocas palabras, cero bocón: "Cuando llegué ya era un ídolo. ¿Por qué nunca se quiso ir? No lo necesitaba: tiene todo ahí. Es su lugar en el mundo. A veces, también para tener éxito en algún lado, te tiene que bancar un club o un técnico". A Totti, con más o menos énfasis, siempre lo bancó el club. Sin embargo, nunca antes ni después estuvo tan cerca de irse como cuando Carlos Bianchi aterrizó como técnico de la Roma.

Chispazos con el virrey
Bianchi desembarcó en Italia a mediados de 1996 como el arquitecto del Vélez que conquistó el mundo al ganarle al Milan la Copa Intercontinental 1994: un DT que con un equipo chico había derrotado a los poderosos. En la Roma pretendían que repitiese esa construcción. Pero a Bianchi no le fue bien, y lo despidieron en abril de 1997 luego de 26 partidos y con el equipo naufragando en la mitad de la tabla. En agosto de 2001, después de ganarle con Boca al Real Madrid la Copa Intercontinental 2000 y, a dos meses de conquistar otra Copa Libertadores, volvió al Olímpico para jugar un amistoso con el equipo de Totti. "Respeto a Bianchi como persona, pero no como entrenador", dijo Il Capitano. "Es cierto, hace unos años estuve por irme, pero la Roma debió elegir entre él y yo". Bianchi retrucó: "Yo no tuve problemas con Totti, si él jugó mientras estuve… Yo le decía que era joven y que debía escuchar. Por ahí, no le gustaba lo que le decíamos".
Del otro lado del teléfono, en 2018, Bianchi ríe cuando se le marcan las disidencias con Totti. "Es un muy buen jugador", dice, y acepta que tal vez no le gustaba mucho recibir las órdenes de un argentino, y que disculpas, que se encuentra muy bien con su actual anonimato mediático. Lo concreto: Bianchi, aquella temporada, quería en la posición de Totti al finlandés Jari Litmanen, que brillaba en el Ajax de Holanda. La Roma hasta organizó un torneo triangular amistoso el 9 de febrero de 1997 con el Ajax y el Borussia Mönchengladbach alemán con el fin de acercar a Litmanen. Pero el Totti de 20 años, después de que Bianchi lo pusiera como suplente en la Serie A, destelló con goles –uno contra el Borussia, otro ante el Ajax de Litmanen– y con una actuación de lo que fue: un fuoriclasse. Julio Santella, preparador físico de Bianchi, afamado por sus duros trabajos a contramano de la escuela europea de ejercicios con pelota, dice ahora que los futbolistas de la Roma le exigían colchonetas cuando le indicaba que hicieran abdominales. "La opulencia –agrega Santella– suele despertar el aburguesamiento". En 2004, Totti nombró a Bianchi en la televisión italiana. "De tanto en tanto pienso en él –dijo–. Quería que me cediesen a Sampdoria. Si me hubiese ido no habría vuelto a este club, que es mi casa y mi vida. Estoy orgulloso de haberme quedado. Ese señor no me permitía vivir el sueño que quería".
Más allá del fútbol
Con Totti, la Roma ganó su tercer Scudetto en la historia en la temporada 2000/01. Cada vez más, comenzó a exceder los límites de la cancha, incluso antes de ganar el Mundial de Alemania 2006 con Italia. El 20 de febrero de 2005, Totti salió al Olímpico para jugar frente al Livorno con una remera que pedía la liberación de Giuliana Sgrena, periodista del diario comunista il manifesto que llevaba 15 días secuestrada por la Yihad Islámica en Irak. La organización exigía el retiro de las tropas italianas para liberar a Sgrena. Amenazaba con asesinarla. El gobierno de Carlo Azeglio Ciampi y el papa Juan Pablo II se habían circunscripto a exigir su libertad. Un mes después de su captura, Sgrena fue liberada. En el camino al aeropuerto de Bagdad, el ejército estadounidense, en un confuso episodio, asesinó al agente italiano Nicola Calipari. "Hay americanos que no quieren que regreses", contó Sgrena que le habían dicho durante su cautiverio; y en una columna en il manifesto, detalló que uno de sus captores se había sorprendido al observar en la TV a Totti con una remera que decía "Liberate Giuliana" mientras anunciaban su inminente ejecución. "Era hincha de la Roma y su jugador favorito era Totti –relató Sgrena–. El lenguaje del fútbol llega a la mente y a los corazones de muchas personas alrededor del mundo. Si todos los grandes deportistas se comportaran como Totti, los gestos humanitarios tendrían un eco mucho más grande". Italia, bromearon entonces los fanáticos del calcio, debería llamarse la República de Totti.
Monumental
Roma, una ciudad de "pasados rescatados" que "penosamente se mantiene en pie" por la "indescriptible estimación" de "eruditos y filólogos imitada por los habituales viajeros", como escribió Rainer Maria Rilke en Cartas a un joven poeta en 1929, tiene desde el año pasado un nuevo monumento: la plaza "Francesco Totti, octavo rey de Roma". Una semana después de su retiro, un tifosi colocó un cartel con esa denominación en la Piazza di Santa Maria Liberatrice, cerca del barrio en el que se crio, Porta Metronia. "Toda la ciudad está muy ligada con Totti –afirma De Laurentis, el arquero que jugó con él en la Giovanissimi de la Roma, la sub-15, y que vive en Argentina–. Y más los que son de una clase social popular, como los de la Roma, que son como los hinchas de Boca y se diferencian de los de Lazio, su rival de clase alta". De Laurentis y Totti también coincidieron en la selección sub-16 de Italia, en el tradicional torneo juvenil de la Borghesiana en Roma. El arquero ya había pasado al Lodigiani, un club de las categorías menores. Sus padres iban a verlos a las prácticas. "Y hace unos siete años –recuerda De Laurentis–, cuando ya estaba acá con mi mujer argentina, mis padres lo encontraron en la ciudad, tranquilo, caminando como si fuera una persona cualquiera. Él los saludó, se acordó de dónde los conocía, y me mandó saludos por ellos. Los hinchas de la Roma, y en verdad toda la ciudad, nos sentimos identificados con él. Es de muy bajo perfil y siempre quiso jugar en el equipo del que surgió. Eso es muy difícil de encontrar en el fútbol".
Roberto Parrottino
- 1
- 2
La extraña teoría de un científico de la Unviersidad de Columbia sobre el primer contacto con extraterrestres
3Fue modelo, estudió en París, su ropa mezcla artesanía con pop y la eligen desde Lali a Moria Casán: “En Argentina somos bastante tímidos”
4El truco para preparar buñuelos en la freidora de aire sin aceite



