Tras sentir que algunos derechos no se cuidaban, emigraron al Mediterráneo, y tienen un consejo para las familias que desean irse
El encierro durante la pandemia y ciertas situaciones personales difíciles los llevaron a cambiar el rumbo de su vida; en la Comunidad Valenciana descubrieron los claroscuros de emigrar y aprendieron a vivir en “slow mode”
Diego Harari giró su cabeza una vez más y quedó maravillado: el Mediterráneo estaba allí, siempre a la vista, abrazando a aquel pueblo español de 20 mil habitantes. ¿Podrían acostumbrarse a vivir allí tras dejar una gran ciudad como Buenos Aires? Su mirada se posó entonces en sus hijos y su mujer, en ellos reconoció el asombro y no tuvo dudas: en aquel rincón del mundo podrían volver a empezar.
Argentina en duda: “Nos tuvimos que acostumbrar a cuidarnos”
En Buenos Aires, Diego llevaba una vida muy establecida junto a su familia. Con su mujer, Carolina, compartía una pasión -viajar- que, poco a poco, sentía que se diluía en las circunstancias. Argentina, de pronto, comenzó a percibirse cada día más alejada del mundo, entre las distancias, la economía y las incertidumbres sociopolíticas. Cumplir sus sueños se hacía más difícil y con ello comenzó a gestarse la idea de emigrar hacia un punto de la Tierra que los acercara un poco más a todas las culturas que anhelaban explorar. Aun así, se trataba tan solo de eso, una fantasía que rondaba sus conversaciones desde hacía muchos años, pero para la que les faltaba todavía un poco de coraje. La idea de alejarse de los amigos y la familia terminaba siempre equilibrando la balanza.
Todo cambió cierto día, aún decididos a seguir en suelo argentino. El matrimonio compró su primera casa, envueltos en la aquella ilusión característica de comenzar a habitar el espacio propio. Sin embargo, a las cuatro semanas de mudarse el barrio se volvió un lugar inseguro, un hecho que los llevó a colocar alarma vecinal, alarma personal, cerco eléctrico y pedir patrullajes extras a la policía: “Fue algo bastante feo, que nos dejó un mal sabor de boca. La instalación del cerco fue increíble, sentimos que nos tuvimos que acostumbrar a cuidarnos”, cuenta Diego.
“No queríamos que nuestros hijos crecieran en un ambiente así. Tampoco queríamos sufrir todas las noches cuando les tocara la edad de salir”, continúa. “Más allá de tener un buen pasar económico todo se volvió difícil y cansador. Desde siempre habíamos sentido curiosidad de emigrar pero ningún lugar nos terminaba de convencer del todo. Nuestro corazón siempre iba a España y en Argentina sentíamos que algunos derechos importantes ya no se estaban cuidando”.
:quality(80)/cloudfront-us-east-1.images.arcpublishing.com/lanacionar/YINIIBTJDFFFLPAFYYT2ZS3ESU.jpeg)
El encierro durante la pandemia y las situaciones personales, finalmente derivaron en que el matrimonio se animara a probar suerte. Un día de septiembre de 2020 sacaron el pasaje. En seis meses se desprendieron de todos los bienes materiales que habían comprado al mudarse, y así, despojados pero llenos de ilusión, volaron dispuestos a volver a empezar.
La llegada a la provincia de Castellón: “El lugar en sí es paradisíaco”
Diego, Carolina y sus dos hijos, llegaron a una región costera de la Comunidad Valenciana llena de contrastes, acompañados por emociones también contrapuestas. En su nuevo hogar en la provincia de Castellón exploraron las conocidas playas de la región, descubrieron el importante legado histórico de la zona, con su arquitectura de la época de los corsarios (Siglo XVI), así como edificaciones de estilo francés de los años de esplendor del modernismo (siglo XIX). Todo ello enmarcado por el pulso jovial del Mediterráneo, junto a la atmósfera de pueblo pesquero de antaño, rodeado de parajes naturales de gran belleza.
Antes de dejar Argentina hubo algo que tuvieron claro: no querían vivir en una gran ciudad como Madrid o Barcelona, ya que aquello supondría mudarse a un departamento. Si deseaban un lugar más amplio para habitar, sabían que les convendría posar sus ojos en algún pueblo: “Queríamos que fuera en la región de Valencia y, finalmente, nos decidimos por uno de sus pueblos porque tenemos una pareja amiga viviendo acá que nos lo recomendó; cuando lo vimos sentimos que este era nuestro lugar”
:quality(80)/cloudfront-us-east-1.images.arcpublishing.com/lanacionar/33KQYUXQBRFTVEAH2I4SZ24RHU.jpg)
“Los primeros seis meses fueron de asombro total, todo novedad, flashes del primer mundo o, al menos, de un mundo más ordenado, limpio y prolijo”, cuenta Diego. “Nosotros no solo cambiamos de país, sino que nuestro cambio también fue abandonar la vida en ciudad y eso gustó mucho, pero costó adaptarse. Ahora ya aprendimos: si extrañamos la ciudad, tenemos Valencia a 50 minutos o Barcelona a 3 horas”.
“El lugar en sí es paradisíaco. No hay inseguridad (o casi nula), no hay smog, el Mediterráneo está siempre a la vista, se come bien y se vive mejor. La cultura es la de un pueblo. Destaco el respeto al otro, el cuidado del lugar (en verano no tanto porque explota de gente), la inversión que uno ve todo el tiempo en asfaltos, nuevas rutas, nuevos centros de salud, y tanto más”, continúa. “Lo que no encuentro tan bueno es que le falta ser más cosmopolita y esperamos que eso suceda en algún momento”.
Calidad de vida: “Acá no venís a hacerte rico, sino a planificar, viajar, conocer, conducir por rutas que están impecables”
A lo largo de sus carreras laborales, Diego y Carolina siempre procuraron construir un camino acompañado de una palabra clave: libertad. Él se desarrolló como programador, una profesión que le permitió crecer y especializarse hasta alcanzar un lugar deseado en su área, y ella, por su parte, fundó su propia consultora de Recursos Humanos para la que presta servicios de manera global.
Gracias a sus trabajos remotos, ambos pudieron llegar a España sin tantas preocupaciones que, de otra manera, transforman la decisión de emigrar en una montaña muchas veces difícil de escalar: “También soy psicóloga perinatal, aunque por el momento no puedo ejercer, ya que España tiene frenadas las homologaciones de títulos de profesionales de la Salud latinoamericanos”, observa Carolina.
“La calidad de vida que tenemos ahora es muy difícil de conseguir en Latinoamérica, o al menos en Argentina”, continúa Diego. “Es algo que el dinero no te lo consigue, porque acá no venís a hacerte rico, sino a planificar, viajar, conocer, conducir por rutas que están impecables, todo eso hace que, por solo emigrar a un país en mejor estado, tu calidad mejore y mucho”.
:quality(80)/cloudfront-us-east-1.images.arcpublishing.com/lanacionar/UKUWPMR6BFENTL5NWEKXIAFSPU.jpg)
“Cabe destacar que acá el ritmo de pueblo es muuuy distinto, se toman su tiempo para hacer las cosas y tomar decisiones. No son tiempos como los nuestros que traíamos de la ciudad. Acá no hay tanto que `quema´ o que se tenga que resolver para ayer, eso hace que tu ansiedad constante baje. Vivimos en `slow mode´”.
Volver a la Argentina, revivir el duelo y aprender en el camino: “No aconsejo que una familia con hijos venga a `ver qué onda´”
Dos años pasaron desde que Diego dejó la Argentina junto a su familia, tiempo suficiente para adentrarse en una nueva vida, aunque demasiado poco como para olvidar las sensaciones intensas, agridulces, de una despedida impactante para el corazón.
A Buenos Aires regresaron una vez, suficiente para revivir sentimientos a veces un tanto adormecidos, así como para dar cuenta de que la vida pasa y los cambios son inevitables.
“Las relaciones se reconfiguran, no volvés a ser el mismo y no volvés a relacionarte igual con tu familia que quedó allá”, reflexiona Diego. “Eso duele y a la vez es lindo, podés tener otras conversaciones y otra llegada. Porque cuando vivís donde vive tu familia y amigos de siempre, por ahí te da lo mismo si no ves a alguien por semanas, en cambio eso acá lo valorás. Que mis hijos no vean tanto a sus abuelos duele, que nosotros tampoco podamos ver a nuestra familia tanto como nos gustaría, también. Cuando nos tocó volver a España tras esa visita fue difícil. Deseábamos regresar a nuestras cosas en Valencia, pero fue volver a revivir el duelo del primer viaje”.
“Nosotros estamos muy felices acá. Nuestros hijos se adaptaron bien y las oportunidades son muchas. Pero no aconsejo que una familia con hijos venga a `ver qué onda´, porque para eso no está la cosa. Hay que trazar un plan antes de cambiar de vida. Nos consultan muchas familias y venir sin nada es realmente complejo. Si las profesiones u oficios no son demandados puede llevar mucho tiempo insertarse laboralmente y esto acarrea frustraciones. Ese no fue nuestro caso porque los dos trabajamos de manera remota”.
:quality(80)/cloudfront-us-east-1.images.arcpublishing.com/lanacionar/2ZI4MUNMUVHYLFVF6HXSVMGXUI.jpg)
“Lo primero que aprendí con nuestra experiencia y que aconsejo es que el que quiere hacerlo, emigrar, lo haga como una experiencia, como algo que le ‘pica’, pero que lo haga. Después puede volver, o irse a otro país, el punto es que lo haga si está ese deseo”, asegura Diego. “Es una vivencia donde aprendés a valorar mucho tus raíces, valorás todo lo que te dio el lugar en el que naciste, y te muestra cómo sos capaz de superarte día a día estando en una tierra nueva, donde hay trabas, pero así y todo podés avanzar”.
“Emigrar es un proceso largo de descubrimiento de una nueva versión de nosotros mismos que por momentos es muy alegre, jubiloso y renovador y en otros momentos es duro. El duelo migratorio es uno de los procesos más fuertes que yo siento que vivimos los cuatro y es absolutamente transformador. Si hoy veo mis fotos de cuando recién llegamos pienso `guau, ya no soy esa versión mía”, concluye Carolina.
*
Destinos Inesperados es una sección que invita a explorar diversos rincones del planeta para ampliar nuestra mirada sobre las culturas en el mundo. Propone ahondar en los motivos, sentimientos y las emociones de aquellos que deciden elegir un nuevo camino. Si querés compartir tu experiencia viviendo en tierras lejanas podés escribir a destinos.inesperados2019@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.