
Un fenómeno llamado Venecia
Jorge Accame admite, desde Jujuy, que su obra se le fue de las manos. La fantástica historia de La Gringa, a quien le inventan un imaginario viaje a Italia para reencontrarse con su amado, lleva ya cuatro temporadas en Buenos Aires, es un éxito en Inglaterra y Estados Unidos y pronto se estrenará en España
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En las afueras de un pueblito perdido y marginal en la provincia de Jujuy, La Gringa, ya ciega, tiene un deseo antes de morir a causa de su edad avanzada: encontrarse en Venecia con Giacomo, su amor de juventud, al que abandonó dejándolo sin ilusiones y también sin dinero. Ella quiere darle un último adiós, y rogarle que la perdone. Por supuesto que los costos son imposibles para este personaje, encarnado en escena por Adriana Aizenberg, por lo que sus jóvenes compañeras organizan un desopilante viaje a Venecia desde la fantasía pura.
Esta historia, que ya lleva su cuarta temporada en Buenos Aires, y obtuvo varios premios nacionales, todavía expone con orgullo el cartel No hay más localidades. Luego sedujo al público de Londres (como parte de un ciclo en un teatro en off, en Notting Hill), Canadá, México, Chile. En 2002, se estrenará en España y Grecia. El tema del último y romántico deseo, y también del hecho de cumplir el sueño de una persona querida, pero con más ingenio que recursos, trascendió la anécdota localista.
El 18 de febrero se estrenó en los Estados Unidos en el George Street Playhouse de New Brunswick, en Nueva Jersey. De allí a Broadway hay un paso muy corto ya que la fueron a ver más de 50 renombrados productores. Tras bambalinas, se habla también de llevarla al cine.
Allí, la obra está protagonizada por una leyenda y dirigida por otra: por un lado Chita Rivera, alumna dilecta de George Balanchine y una de las actrices preferidas de Bob Fosse. Trabajó en Chicago, y también en West Side Story y El beso de la mujer araña, entre otros hits de Broadway. El día del estreno, una vez terminada la función y en los camarines, Rivera le besó las manos a Accame y le dijo: "Gracias por escribir esta obra".
Por otro lado, Arthur Laurents, el director también de West Side Story y Gypsy. Laurents mantiene una relación de amistad con Fernando Masllorens y Federico González del Pino, representantes del escritor. Fueron ellos precisamente los que convencieron al director norteamericano para que vaya a ver la obra al Payró. "Cuando estábamos en el teatro, le fui traduciendo al oído a Laurents -dice Masllorens-. En medio de la obra me dijo: No me traduzcas más. Ya le creo a esta mujer. Entiendo su sueño".
Detrás de este suceso, un porteño radicado en Jujuy (que en el programa norteamericano aparece fonéticamente como hoo-hooey), que por otro lado es el nieto de Otto Krause, el legendario impulsor de la educación tecnológica en la Argentina. Jorge Accame, que se desempeña como profesor de humanidades en la Universidad de Jujuy, trata de vivir este éxito con calma. "Cuando viajo a los estrenos, muy calmado no estoy. Pero cuando vuelvo a Jujuy estoy bastante alejado de todo; logro tranquilizarme y ponerme a trabajar de nuevo".
En este momento no está gozando del triunfo con los brazos cruzados. Está concentrado en una nueva novela que continúa los tres libros anteriores: Cuatro poetas, Concierto de jazz y Segovia o de la poesía, recientemente publicado por Grupo Editor Norma Literatura.
-¿Qué sintió cuando le dijeron que Venecia se iba a estrenar en Nueva Jersey y que iba a ser Chita Rivera la protagonista?
-Me pareció que Venecia ya se había independizado completamente de mí.
-¿Qué fue lo que lo llevó a vivir en Jujuy?
-No quería vivir en Buenos Aires pero sí en la Argentina. Cuando conseguí un trabajo, en un diario de Jujuy, me decidí.
-Que una obra trascienda las fronteras de esta manera debe ser el sueño de varios escritores.
-En cuanto a difusión y repercusión ya cumplí sobradamente mi sueño. Por supuesto que el sueño de todo escritor es seguir escribiendo. Ese es el momento que me depara más satisfacciones. Y en las obras de teatro, los primeros trabajos de ensayo con el director o la directora y con los actores son fascinantes.
-¿En qué varió la puesta local con la de los distintos países?
-En la de Londres, los personajes eran más duros, más desencantados, soportando más fracasos, más amargos. Además, la actuación inglesa es muy distinta de la latina. Los ingleses son todo contención, en cambio los latinos somos más dinámicos o espontáneos. Sin embargo, la puesta de Londres era muy mágica, tenía mucho encanto, mucha grandeza.
-Parece trágica, pero en realidad la obra tiene bastante humor.
-Es una obra bastante grotesca. Lo mismo que te hace reír, te hace llorar. Y tiene momentos, cuando está lograda la puesta, de mucha emoción. Además, tal como la gente que veo cotidianamente en Jujuy, los personajes no tienen ningún problema en mostrarse alegres en la pobreza. No es una pobreza como la de los márgenes en Buenos Aires. Es muy distinto. Y me parece que con Helena Triteck, la directora de la obra en Buenos Aires, me entendió muy bien en ese sentido.
-Llama la atención el hecho de que con poco presupuesto se logró una gran puesta.
-Yo creo que eso es lo que tiene que ser el teatro. Sobre todo, porque no puede competir con el cine en ese sentido. El teatro tiene que hospedarse en lo artesanal y en lo precario, porque ése es su fuerte.
-Y Venecia en Buenos Aires se puso en escena a través de una cooperativa.
-Es cierto. Se formó una cooperativa con los actores, asistentes, vestuaristas, etcétera.
-¿Cómo es la puesta en Nueva York?
-Está muy bien, y me parece que el secreto es la adaptación que ha hecho Laurents para el público estadounidense. Yo diría que siendo la de Londres más grave y la de Buenos Aires más alegre, la de los Estados Unidos es más liviana. Está hecha para lo que el público norteamericano puede entender.
-¿Y qué es lo que puede entender?
-La obra presenta un lenguaje diferente del de la puesta londinense. Allí se usaba un lenguaje muy latinizado. Con vocales muy abiertas, consonantes muy marcadas. Había muchas palabras en castellano que el público ya conocía, descifraba por contexto o eran repetidas en inglés para aclarar su significado. En cambio, en la puesta de los Estados Unidos se usa un inglés promedio y algunas veces, muy pocas, palabras en castellano. Recuerdo que cuando uno de los personajes se disfraza de azafata, en el avión ficticio, simula vender humita.
-Esa escena en el avión es de las más divertidas.
-Las partes divertidas tienen varios núcleos. Por ejemplo, cuando los personajes buscan Venecia en el mapa. Primero están muy confiados en que queda por ahí nomás, cerca de su pueblo jujeño. Después se dan cuenta de que es lejos, y se enteran de los elevados precios de los pasajes (cuestan como 700 clientes, por la profesión que tienen). Entonces deciden irse ahí nomás y armar todo el truco: simulan que se van en avión (en realidad unas sillas, y un ventilador, pero hay que recordar que La Gringa es ciega) y que hacen un paseo en góndola.
-¿Qué idea hay en el exterior sobre América latina?
-En esos países llamados del primer mundo se tiende a identificar sintéticamente lo que está lejos. Por ejemplo, a mí me pareció que Venecia tenía que estar atravesada por una música como la cumbia, y también por una canción italiana para acompañar la nostalgia de la Gringa. Pero tanto en la puesta de Londres como en la de Estados Unidos identificaron Jujuy con el tango, incluyendo algunos compases de otra música latinoamericana, como el mambo.
-¿Qué impresión le causó Chita Rivera?
-Es una actriz muy querida. Tiene gran solvencia y una comunicación inmediata con el público.
-¿Cómo fue que ella aceptó el papel?
-Tengo entendido que aceptó inmediatamente el papel porque le gustó. Yo creo que Laurents desde el primer momento pensó en ella para hacer el personaje de La Gringa, que allá se llama La Vieja porque gringo es casi un insulto para los americanos. Así los llaman los hispanos peyorativamente.
-Ella debe tener un carisma muy especial en escena.
-¡Sí! El día del estreno no entiendo cómo el público comprendió algo de la obra, porque aplaudían cada vez que ella decía algo chistoso y entonces se quebraba el clima.
-¿Las críticas fueron positivas?
-Más que positivas. Fueron elogiosas. La del New York Times es muy linda y tiene un muy buen análisis de la obra.
-Pasando a su última novela, ¿cuál es la historia de Segovia o de la poesía?
-Tiene que ver con una serie de novelas. En el inicio hay una antología que publiqué en 1999, que se llama Cuatro poetas. Estos cuatro poetas son apócrifos, y se llaman Marcelo Atanassi, Juan Cízico, Evaristo Soler y Gabriela Sánchez. La realidad es que decidí escribir la antología una vez que estaba leyendo unas poesías mías y entendí que había por lo menos cuatro voces. Hasta pensé que podía usar heterónimos, a la manera de Fernando Pessoa. Después, no quise continuar la obra de cada uno de ellos, sino que me pareció mejor verlos como personajes. Surgió entonces la idea de escribir cuatro novelas.
-La primera fue Concierto de jazz.
-Es la historia de Marcelo Atanassi. El se enamora de Marina, que trabaja como acompañante de Fernando Segovia, un empresario bastante turbio, y vinculado con la mafia. En un momento Marcelo y Marina deciden huir. Le roban un dinero al empresario y lo dejan atado a una silla y después... cada uno se va por su lado. En la segunda novela, Segovia o de la poesía se presenta una mirada diferente sobre los mismos hechos. Esta idea es un acercamiento al mundo de las ideas que proponía Platón. Es decir, sólo se pueden tener versiones más o menos cercanas a la realidad. Entonces, Segovia va a visitar a Juan Cízico, otro de los poetas de la antología, y le pide que le revele el paradero de Marina. Ellos tienen una conversación durante toda la noche en la cual Segovia aprende de poesía y Cízico de violencia.
-¿Por qué en la Antología... y también en Segovia... usted se incluyó como personaje?
-Para mezclar un poco los planos de la realidad. Creo que se les daba mayor entidad a los poetas si yo estaba allí, como personaje.
-Segovia... parece fácilmente adaptable para teatro. ¿Tiene esa expectativa?
-No me disgustaría considerarlo para teatro, aunque creo que hay escenas que necesitarían más concentración.
-Al pensar en el estilo de diálogo en dos planos, ¿ya tenía en mente la posibilidad de llevar la novela a la escena?
-No. El mismo plan de novelas me lleva a utilizar recursos que son propios de otros géneros. Por ejemplo, Concierto de jazz, aunque es una novela, cuestiona el género, y el discurso que elige se acerca más a la lírica. En Segovia... el discurso tiene que ver con el texto dramático. Espero poder mantener esa desviación de géneros en los próximos libros. Por lo pronto estoy escribiendo la historia de Evaristo Soler, el tercer poeta.
-¿Hay lugar para la poesía en el mundo contemporáneo?
-¡Pero claro! Mientras haya seres humanos va a haber lugar para la poesía.
-En Segovia... uno de los personajes dice: "hay que tener una fortuna para vivir de la poesía". ¿Es así?
-No ganás dinero con la poesía. Creo que podés escribir más tranquilo si tenés un dinero que te solvente. Claro que hay otros que no, que necesitan precisamente sentirse presionados por un montón de ocupaciones para poder escribir mejor.
-También dice el personaje que: casi ningún padre quiere que su hijo sea poeta, pero casi todos los padres coinciden en que la poesía es necesaria para el mundo.
-Sí, claro. Todos coinciden en que es algo que alguien debe hacer, pero se preocupan cuando es el propio hijo. Además de que es difícil vivir de la profesión, el poeta siempre se asocia con el que dice la palabra nueva en la tribu. Es una palabra que por lo general se opone a la vieja y que puede llegar a ponerla en crisis.
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