
En Pacheco, la vestuarista Goga Dodero nos abre la puerta de su casa, un paraíso lúdico poblado de recuerdos de infancia y elementos encontrados en la calle
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Producción y texto: Silvina Bidabehere | Fotos: Javier Csecs.
"Quizás esta casa haya nacido antes de siquiera pensarla. Tal vez sus raíces estén en los años que viví en la de mis abuelos, construida en 1924 en San Fernando", empieza a hacer memoria Goga Dodero, vestuarista por legado y por vocación. Y gran imaginadora cada rincón de su hogar junto con su marido, Pablo.
Ubicada en un barrio cerrado de Pacheco, al final de una calle sin salida, acá Goga concretó los tantas veces soñados techos altos y los pisos perfectos para que gatearan sus hijos. Todo envuelto con el aroma a jazmín, que le recordara los veranos de la niñez en La Rioja, cosiendo en el patio de su abuela, modista de alta costura. "Había que hacer silencio porque mi abuelo, pianista, ensayaba. Entonces, yo me entretenía cosiendo con la Singer mientras ella bordaba algún vestido".
Cuando llegó el momento de diseñar el proyecto, Goga ya había recolectado gran parte de los objetos que habitarían su casa. Entre ellos, el lote de aberturas, que había comprado un tiempo antes en una demolición. "Justo antes de empezar con el proyecto, Felicitas Esteban, la arquitecta que me ayudo con el proyecto, viajó a Talampaya, muy cerca de donde yo nací y vino empapada de esos colores tierra y de la simpleza de las casas del Norte. Esta casa es la síntesis del amor por mi tierra natal y por el fulgor antiguo de esa casa de San Fernando que tanto quise. En su arquitectura se pueden percibir los dos estilos a la perfección".
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