XXL Irione: "Las discográficas se están perdiendo un gran negocio conmigo"
El desconocido más famoso: es el rapero más popular del país y sus videos tienen más de 100 millones de reproducciones
Si uno camina por el Abasto con el rapero XXL Irione, sentirá que está acompañando al tipo más famoso del mundo. Lo paran, lo abrazan, se sacan selfies con él y le piden que mande saluditos. Es raro pensar que este treintañero de mechas verdes y blancas, una especie de Tupac Shakur bonaerense, es un tremendo fenómeno viral, con más de 100 millones de reproducciones en su canal oficial de YouTube (Lali Espósito, la chica pop del momento, "apenas" tiene unos 30 millones). Y lo más curioso es que, con toda esa popularidad ganada a fuerza de clics, sin discográficas de por medio ni campañas de publicidad, este working class hero del hip hop argento se gana la vida trabajando en una usina termoeléctrica a orillas del Riachuelo, poniendo bombas de achique, cambiando filtros y quemadores de calderas.
Hace años que el hip hop de acá dejó de ser una subcultura del under. El circuito hiphopero viene creciendo de la mano de recitales y festivales del género cada vez más grandes, payadores de freestyle que batallan frente a multitudes en plazas y subtes, y una enorme cantidad de raperos autogestionados que arman sus propias giras, fabrican CD y desperdigan sus canciones en las redes sociales. El propio Irione o, por caso, Núcleo aka TintaSucia, que produjo más de 60 discos de rap local, son exponentes actuales de la vertiente más musical y con más proyección de este inframundo.
Como punto de referencia de lo que está pasando en Internet (pero no sólo ahí), Irione tiene más de 100 videos que se convierten en "virales" desde el instante mismo en que los cuelga en la web. En plan de comparar, uno de los últimos videos del canal oficial de Babasónicos, del tema El pupilo, anda por las 142.000 reproducciones en dos meses; el último de Irione, de la canción Confidencial, ya supera los 390.000 clicks en menos de un mes. Los dos hits del rapero, Desaparece y Abuelito dime tu!, suman 8,7 millones de vistas en total. Ni todos los videos juntos del canal de Divididos o cualquier otra banda consagrada de rock nacional alcanza ese caudal.
En la vida real también le va bastante bien (de hecho, fue viral con el de boca en boca antes que en las redes, a las que llegó bastante tarde con respecto a otros raperos): casi todos los fines de semana toca en el interior y el año pasado, en el primer festival de la Unión del Rap en Tecnópolis, rapeó frente a 8000 personas.
"Yo les diría a las discográficas que están mirando para otro lado y que se están perdiendo un negocio enorme conmigo y con el hip hop", afirma Irione, que se tomó un año sabático de la usina en donde trabaja (el 1° de septiembre se le termina la licencia) para pasarse los días escribiendo canciones, grabando y haciendo giras.
"Lo que me pasa es algo muy extraño, porque tengo la vida de un tipo normal: voy por la fábrica con la carretilla de herramientas, la llave francesa, la stilson, y de repente mis compañeros de otros sectores, los contratistas, el gerente, se vienen a sacar fotos conmigo para mostrarles a sus hijos", cuenta. "No puedo caminar por el Abasto o la peatonal de Mar del Plata sin que me reconozcan; tengo millones de reproducciones a cada video, pero si dejo mi trabajo de operario no me alcanza la plata", lamenta.
Jazzy Mel tenía razón
Al día de hoy muchos se siguen acordando, con una sonrisita maliciosa, de aquel tema de Jazzy Mel, nuestro Vanilla Ice porteño, en el que cantaba: "Fue amor? oh sí fue amor". Era mediados de los 80 y muchachos como Jazzy Mel, MC Ninja y DJ Black se venían juntando desde hacía rato en sótanos abandonados, a rapear entre ellos o imitar a Michael Jackson, bailando break dance al ritmo del doble casetera, haciendo caminatas lunares y volteretas en el piso a lo bicho bolita. Así de imprecisa era la movida en sus inicios.
"Los primeros lugares para rastrear el hip hop son esos sótanos de Rosario, Mar del Plata y Buenos Aires. Es una historia tan inmensa y cautivadora como la del rock, pero con menos marketing", sostiene Irione.
El asunto con el hip hop local, analiza el músico, es que no hay nadie que lo "federalice". Son demasiadas ramas -por lo menos cinco- dentro de un mismo género, según explican varios raperos consultados por LA NACION. A saber: existe el rap de barrio o rap villero, asociado al gangsta rap de Estados Unidos, con grandes valores como Esteban el As, Fili Wey y Fuerte Apache; un rap teen, de caras bonitas, perfil youtuber y veta puramente comercial; un rap "alternativo" (para algunos también comercial), con figuras más amigables para el público del rock, como Emanero o Magnus Mefisto; el freestyle, con consagrados como Dtoke, Papo y Sony, un subgénero que cobró masividad en los últimos cinco años (la batalla de gallos entre las duplas Klan y Replik versus Underdann y Trueno, en parque Rivadavia, fue la más vista en la historia del hip hop local y superó las 11 millones de reproducciones en YouTube), y finalmente, el "rap clásico" o "rap de músicos", como Irione, Núcleo o MC Under, que sacan discos de estudio con regularidad, hilvanan una obra y producen los discos de colegas. De hecho, anoche explotó el Luna Park con 8000 personas que fueron a ver la "Batalla de Gallos" auspiciada por Red Bull donde 16 finalistas freestylers se tiraron con todo para estar en la final que se celebrará en México.
También existió en la Argentina, coinciden las fuentes hiphoperas, una rivalidad parecida a la que tuvieron la costa este y oeste de los Estados Unidos, con Notorious B.I.G. y Tupac a la cabeza (ambos asesinados a tiros, con un año de diferencia). A nivel local, la pica era entre el oeste y el sur del Gran Buenos Aires.
"Estábamos en 2001, había una crisis terrible y hacíamos fiestas en los peores sótanos del barrio de Congreso; era la segunda dinastía de fiestas de rap, porque las primeras fueron en Cemento", se acuerda Irione. "El Sur y el Oeste se agarraban siempre a trompadas e incluso se daban rivalidades absurdas dentro de cada bando: en el Sur se peleaban los del Clan Caraza, de Villa Caraza, al que yo pertenecía, contra otros que se llamaban Aliados del Sur, todo potenciado por el vino con pastillas y no tener un peso para comprar comida", cuenta.
También reinaba una diferencia conceptual: "El rap del Oeste quedó asociado a lo fiestero, al trap; en el Sur, en cambio, las letras siempre tuvieron más mensaje, más contenido social, protesta e impronta under", asegura Núcleo, un verdadero historiador del género.
Al parecer, la bronca sigue intacta, pero en términos más civilizados: dicen algunos que Frescolate, crédito de zona sur, no se habla con Mustafa Yoda, embajador del Oeste y referente de la escena hiphopera desde hace dos décadas (al que, dicho sea de paso, Irione admite haberle tirado un cajón de cerveza en la cabeza, en aquellos tiempos bravos). "Hasta de esa rivalidad las discográficas pudieron haber sacado provecho, como hicieron los yanquis con el gangsta rap de las dos costas. Pero se durmieron y nosotros, los raperos, solitos nos fuimos haciendo hombres", remata el hombre de crin verde y blanca.
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