Adiós a los bingos porteños
Es de esperar que el cierre de cinco salas de juegos en la Capital Federal ayude a enfrentar esa verdadera enfermedad social que es la ludopatía
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Por disposición de Lotería Nacional Sociedad del Estado, los cinco bingos de la ciudad de Buenos Aires dejaron de funcionar. Se trata de los bingos Lavalle, Congreso, Caballito, Flores y Belgrano, los que cerraron definitivamente sus puertas. Si bien los contratos con los operadores se encontraban vencidos desde diciembre de 2014, seguían funcionando por dos medidas cautelares presentadas por el Sindicato de Trabajadores del Juego de Azar (Aleara) para proteger la fuente de empleo de 500 personas.
Con esta medida, Lotería dio cumplimiento a lo anunciado por medio de una solicitada mediante la cual fijaba el día y horario de cierre de los bingos y comunicaba que el total de los pozos acumulados hasta el 2 de mayo pasado, cuando se produjo el cese de la actividad, sería puesto en juego en cada una de las salas desde el inicio del martes 3 hasta el jueves 5 de mayo. Sin embargo, los trabajadores se negaron a sortear los pozos acumulados, tal como estaba establecido por Lotería Nacional en el cronograma de cierre y, ocurrido éste, dejaron de recibir apuestas para evitar incurrir en la figura de juego ilegal.
Además de los contratos vencidos, los bingos mantenían una deuda de 260 millones de pesos con Lotería Nacional por la falta del pago de los cánones mensuales. Al respecto, los trabajadores confiaron que la interrupción del pago de los cánones había sido acordada entre los operadores de los bingos y Lotería Nacional para que las empresas pudieran afrontar el pago de sueldos y gastos de mantenimiento. Sin embargo, ello no se ajusta a la realidad y, entre las alternativas que maneja el sindicato, se encuentra la de entablar juicios contra el Estado o que la Lotería se haga cargo de las indemnizaciones que son responsabilidad de los operadores.
Los bingos se instalaron en la Capital Federal en la década del 90 y en su habilitación se prohibió expresamente que tuvieran otros juegos de azar, limitación que fue la causa de su decadencia, según señaló la Cámara de Bingos respecto de las dificultades que atravesaron en los últimos años estas salas ante el impedimento de modernizar la modalidad del juego, esto es, en lenguaje corriente, no haber podido instalar máquinas tragamonedas, las que están prohibidas en el territorio de la ciudad.
Como hemos señalado en reiteradas oportunidades desde estas columnas, la ludopatía es considerada una enfermedad social, al nivel del alcoholismo, el tabaquismo y la drogadicción, en razón de que se trata de una adicción que provoca síntomas como la pérdida de control, caracterizada por la práctica compulsiva de esa conducta, que daña no sólo a la persona afectada, sino también a su entorno, además de ser caldo de cultivo para otras actividades ilícitas como el lavado de activos, el financiamiento ilegal de la política, el narcotráfico y la prostitución.
Es de esperar que las recientes declaraciones del vicejefe de gobierno, Diego Santilli, quien manifestó que "no habrá más bingos en la ciudad de Buenos Aires", y que las autoridades se han propuesto "que no crezca un paño ni una máquina más" sean inspiradoras para aquellos que tienen la responsabilidad de conducir los destinos de la Nación, las provincias y los municipios, para detener el crecimiento desmedido y descontrolado de la oferta lúdica que tantos males ocasiona.


