Anécdotas del hogar de la Virreina Vieja
La casona donde murió el virrey del Pino albergó décadas después el primer banco de préstamos de la ciudad
La "casa de la Virreina Vieja", como quedó registrada por décadas en la memoria popular, se construyó en 1782 en la esquina noroeste de Perú y Belgrano. La piqueta la abatió recién en 1913. Esa longevidad le permitió ser fotografiada a la vez que inspiró a retratistas decididos a eternizar la fachada (el cuadro más divulgado: el de Leonie Mathis).
Pero la pintura más dramática fue la que retrató un episodio de la Segunda Invasión Inglesa: mostraba los desagües de la terraza volcando chorros de sangre británica. Seguramente el retrato exageraba la cruenta jornada del domingo 5 de julio de 1807 en que el teniente coronel Cadogan tomó la vivienda y parapetó a su tropa del regimiento 95 en lo que todavía era el hogar de Rafaela de Vera y Mujica y su larga prole. Era la noble santafecina y segunda esposa de Joaquín del Pino y Rozas, Romero y Negrete, mariscal de campo de los ejércitos reales, octavo virrey de Buenos Aires y padre de 17 vástagos.
Cruenta batalla
Si se sigue el minucioso relato del historiador Carlos Roberts -que reconstruyó cada una de las acciones de aquel domingo fatal para los invasores-, se pueden conocer las disposiciones urdidas en el campamento inglés al oeste de la ciudad. Por ejemplo, tomar desde el oeste las iglesias de San Ignacio y Santo Domingo, para desde allí atacar el Fuerte. Esa acción estuvo a cargo del coronel Pack, aquél que se fugó a Montevideo con Beresford luego de la primera invasión y quien avanzó -en esta segunda oportunidad- con varios regimientos por la calle Santo Domingo (hoy Belgrano), que era tan estrecha como sus iguales. Al llegar a San José (hoy Perú), justamente frente a la casa de la viuda del virrey Del Pino, Pack ordenó al teniente coronel Cadogan que tomara el mando de las cuatro compañías del regimiento 95 -que venían a la retaguardia junto con una pieza de artillería- y por la calle alcanzada marchara hasta su cruce con la de San Carlos (hoy Alsina) para atacar a San Ignacio desde los fondos. Pack seguiría una cuadra más para girar con cinco compañías de Cazadores por Santísima Trinidad (Bolívar) para atacar San Ignacio frente al atrio. En ambos frentes los ingleses recibieron nutrida metralla -quizás la más acertada acción de la defensa- y el repliegue de Cadogan lo obligó a tomar y refugiarse en la casa de la virreina. Poco después resultó fatal para sus tropas: el lugar se pobló de cadáveres.
El virrey del Pino había ocupado encumbrados cargos en el Virreinato del Río de la Plata desde 1771. Prácticamente estuvo a cargo de la gobernación de Montevideo desde 1773 por 17 años y también lo hizo en Santiago, Chile, donde ya viejo -a los 72 años- debió cruzar la cordillera con su familia rumbo a Buenos Aires para hacerse cargo del virreinato rioplatense en 1801.
Con aires marítimos se había casado en San Sebastián, en 1763, pero enviudó 17 años después, casándose en Montevideo -el 3 de marzo de 1783 cuando lucía el cargo de gobernador- con la santafecina Rafaela de Vera y Mujica, una entonces altiva muchacha con alcurnia conquistadora y que le daría muchos hijos.
Precisamente las nupcias de tanto rango fueron festejadas en la vieja casona. Contaba con 20 habitaciones, además de caballeriza. El carruaje virreinal -una sopanda tirada por mulas blancas- tenía salida por la hoy avenida Belgrano.
En un carruaje Dumont
Del Pino murió el 11 de abril de 1804 y es uno de los dos únicos virreyes que está enterrado en Buenos Aires (una cripta debajo del altar de la catedral metropolitana). Tras el duelo familiar, la casona cobijó apacibles tertulias. Primero pasó a llamarse -por habituales bautismos barriales- Casa de la Virreina Viuda, que muy pronto cambió Viuda por Vieja. En el Buenos Aires de Antaño (1936), Luis Cánepa sostiene que la virreina usó para sus paseos inmediatos un lujoso carruaje Dumont arrastrado por cuatro yuntas de mulas negras. El rodado lo comandaba "el popular maestro Roque", que más tarde abrió una célebre cochería, y el paseo predilecto rodaba hasta la quinta familiar frente a la capilla de los padres franciscanos.
Pronto muchos codiciados muebles y utensilios de plata labrada iniciaron diversos caminos.
La celebridad de la casona venía de sus años iniciales ya que no fue habitada por quien la mandó a construir, encarcelado por problemas con la Justicia. Pasó entonces a ser propiedad de Pedro Medrano, tesorero y secretario de la Gobernación del Río de la Plata antes de la creación del Virreinato, institución que lo reemplazó.
La viuda de Del Pino lució como nunca cuando acogió en su casa los festejos de boda de una de las hijas que tuvo con el virrey progresista, ya que castigó desmanes contra los aborígenes, fortificó Montevideo, fundó pueblos en Uruguay e hizo construir la Recova Vieja de Buenos Aires. La hija de los virreyes fue desposada por Bernardino Rivadavia en 1809 y se asegura que habitaron esa propiedad por algún tiempo.
Ante la desaparición de la doña Rafaela de Vera y Mujica, viuda de Del Pino, el inmueble volvió a ser de la familia Medrano, de manera que se consagró como residencia obispal por habitarla el prelado Mariano Medrano. El portugués Joaquín Almeida -más conocido por Maneta- fue su inmediato propietario y luego su viuda, Juana Cazón. Esta murió en 1848 y cedió en renta la propiedad para beneficio de la cofradía del convento de Santo Domingo, de hospitales y de la Casa de Ejercicios.
Hacia el Banco Ciudad
El 23 de mayo de 1878, con remodelaciones internas, la vieja Casa de la Virreina Vieja pasó a ser la sede inaugural del Monte de la Piedad de la Provincia de Buenos Aires, una institución que como las que la precedieron en el mundo, intentaba terminar con la usura ciudadana.
Desde 1888 perteneció a la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires y cambió su nombre por el Banco Municipal de Préstamos y Caja de Ahorros (hoy Banco Ciudad). Siguió establecido en la esquina de Perú y Belgrano hasta 1909. Los patios donde "el virrey se sentaba a jugar con sus amigos al tresillo" pasaron a albergar los clásicos remates del banco. Cuando la institución se mudó, la histórica casona se transformó en conventillo. El dormitorio de la virreina, que antes de la instalación del montepío se adornaba con regio mobiliario, terminó siendo un taller de planchadoras.
Las coincidencias hicieron que, ocho días antes de la proclamación de la independencia, en el Congreso de Tucumán, en su casa natal moría doña Rafaela de Vera y Mujica viuda de Del Pino. Se la veló en la vieja casona y una de las arcas reales sirvió de féretro para llevar sus restos, al día siguiente, al panteón franciscano de la iglesia del Pilar de los recoletos. Para entonces ya lucían vigorosos los gomeros que adornan, aún hoy, el paseo colindante.
A principios del siglo XX no se tenía noción de la ubicación de los restos de la Virreina Vieja. Fueron descubiertos por Julio Migoya García. La gran curiosidad fue comprobar que se había producido una momificación espontánea. Un dibujo del bien conservado cadáver de la virreina, vestida de seda blanca y descalza al estilo franciscano, ilustró una nota de Caras y Caretas de principios de siglo. La lápida al pie de la primera capilla de la izquierda, en la basílica Nuestra Señora del Pilar de Recoleta, recuerda a la Virreina Vieja, enterrada allí el 2 de julio de 1816.