
Antisemitismo digital
La frontera entre la libertad de expresión y el odio
4 minutos de lectura'

Quienes hemos tenido la oportunidad de caminar recientemente por las calles de Bruselas hemos sido testigos de manifestaciones reiteradas en favor del grupo terrorista Hamas. Meses atrás, incluso, activistas recrearon la masacre del 7 de octubre durante el denominado “Festival de Bruselas”. En la Argentina, actos de asunción de funcionarios y servidores públicos han incorporado juramentos en nombre de Palestina y no de la Nación, en clara alusión a Hamas. Organizaciones e individuos que reclaman libertad de expresión y Estado de derecho reivindican, al mismo tiempo, la lucha armada, la subversión y el terrorismo. Basta recordar el trágico 7 de octubre de 2023 o las recientes y dramáticas imágenes de Bondi Beach, en Australia. Lamentablemente, la lista es larga y profundamente dolorosa.
Judíos y también católicos están hoy en la mira. Tras el atropello ocurrido en 2024, los mercados navideños en Alemania se encuentran bajo estrictas medidas de seguridad ante la posibilidad de nuevos atentados, como el que se habría intentado frustrar en Baviera.
A casi dos años del ataque mortal en una iglesia de Estambul, reivindicado por el Estado Islámico, en numerosos países del mundo las minorías cristianas enfrentan discriminación, violencia y persecución. Desde Pakistán hasta Egipto, pasando por Irán, India, Argelia o China, miles de cristianos sufren restricciones a la libertad religiosa, ataques sectarios y legislaciones abusivas que criminalizan su fe.
La red social “X” no solo permite el antisemitismo abierto en su plataforma, sino que además lo monetiza, generando ingresos a partir de contenidos que alcanzan cientos de millones de visualizaciones. En TikTok e Instagram, odiar a alguien por su religión o su origen pareciera estar permitido. El antisemitismo en las redes sociales adopta múltiples formatos: emojis, memes, comentarios y reacciones. Incluye discursos de odio, incitación a la violencia, deshumanización, teorías conspirativas y negacionismo del Holocausto.
En las redes sociales, bajo el argumento “libertad de expresión”, se utilizan algoritmos para manipular e influir sobre la opinión pública, invisibilizando, por ejemplo, la masacre de más de 200 cristianos en Nigeria el 14 de junio, así como las más de 20.000 muertes registradas en la última década a manos del fundamentalismo islámico.
La tecnología es hoy empleada como un arma ideológica, un poderoso catalizador capaz de llegar a la población en forma permanente mediante dispositivos e información disponibles las 24 horas: correos electrónicos, WhatsApp, mensajes directos, reels de Instagram o TikTok. Telegram y otras plataformas menos visibles son utilizadas de manera intensiva como canales de vocería, pronunciamientos, difusión, comunicación interna, logística y articulación de operaciones. La moderación y el control, en estos casos, resultan claramente ineficaces.
Sin embargo, lo más complejo aún está por venir. La tecnología y el ciberespacio se han convertido en fronteras crecientemente disputadas en los conflictos modernos, y el sector espacial emerge como un objetivo particularmente preocupante. El terrorismo lo sabe y actúa en consecuencia. Hezbollah, Hamas o los hutíes, respaldados por Estados-nación, son usuarios intensivos de estos recursos y comprenden que el espacio forma parte del nuevo campo de batalla digital. Ataques de denegación de servicio distribuido (DDoS) buscan provocar el colapso de sistemas críticos, junto con fugas de datos, intrusiones, ransomware y la desfiguración de sitios web.
El antisemitismo digital incluye hoy ciberataques contra sistemas, servidores, computadoras, empresas y organizaciones públicas y privadas, afectando directamente a la población civil. Estos ataques también tienen como objetivo los sistemas de transmisión y recepción de datos vía satélite, así como los sistemas de navegación aérea y marítima. Si bien aún no existe confirmación de ataques directos contra satélites en órbita, sí se han intentado inutilizar las operaciones de empresas aeroespaciales y de defensa. Algunos informes indican que grupos propalestinos han establecido alianzas con facciones prorusas, replicando aspectos del manual del conflicto ruso-ucraniano y participando en campañas de DDoS y desfiguración de sistemas, reutilizando herramientas y tácticas ya probadas. El hackeo de ViaSat en 2022, en el contexto de la guerra en Ucrania, demostró el potencial devastador de los ciberataques contra infraestructuras satelitales, al paralizar las comunicaciones en un momento crítico.
Este escenario constituye un síntoma alarmante que interpela de manera directa a Occidente frente a futuras hipótesis de conflicto. Estados Unidos y China, superpotencias tanto espaciales como cibernéticas, recurrirán previsiblemente a ciberataques contra sistemas espaciales críticos, con impactos significativos en el campo de batalla. Por ello, estos sistemas se han convertido en objetivos estratégicos para adversarios que buscan visibilidad, disrupción y daño estructural.
Especialista en riesgo tecnológico y negocios





