Argelia, próxima a una posible –y módica– “primavera árabe”
Argelia ha sido calificada en medios diplomáticos europeos de "asignatura pendiente" del mundo occidental. Ni más ni menos antidemocrática que el resto de los países árabes, no suscita críticas ni congrega defensores. Y la "primavera árabe", como si estuviera de acuerdo, se ha comportado de igual manera. En Egipto ha provocado una conmoción con virtual regreso al punto de partida; en Libia y Siria se despeñó hasta la guerra civil; en Túnez pelea por la democracia, y en Argelia es esperable que las elecciones presidenciales de hace unos días alumbren una pretransición de la transición.
Argelia tiene un sistema autoritario que tolera partidos y elecciones con el pluralismo justo de un decorado. Todos esperaban que Abdelaziz Buteflika, físicamente jubilado de sí mismo, fuera verosímilmente refrendado para un cuarto mandato en unos comicios que no iba a hacer falta manipular porque la selección de vencedor se hace anteriormente, y consiste en conducir mansamente al votante hasta las urnas. Son unas elecciones en las que interesa más contar abstenciones que sufragios, y doblemente así porque no todos los ciudadanos disponen de tarjeta electoral, con lo que un 50% de afluencia equivale a una cifra bastante inferior de votantes reales.
Así fueron las elecciones de 2004 y 2009, con oponentes de figuración, pero los observadores coinciden en que la sociedad está cambiando y el reflejo de la "primavera árabe" puede consistir en preparar el terreno para que el último mandato presidencial sea la plataforma de esa pretransición.
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En las elecciones hubo candidatos que más que competir se están midiendo ante el votante, y el más notable parece ser Aly Benflis, que fue jefe de Gobierno en el primer mandato de Buteflika, y hoy propone la convocatoria de una conferencia nacional para debatir el acceso a la democracia.
La perspectiva resulta tanto más factible cuanto que el salafismo argelino es más social que político, y tras el vuelco antiislamista en Egipto, se ha achicado aún más. Y a todo lo anterior se suma el declinar del ejército hacia la neutralidad política, lo que elimina otro grave obstáculo. Esa transición en cámara lenta está sujeta, sin embargo, al menos a dos condiciones: el hecho biológico presidencial, y un relevo de generaciones para las que la independencia, arrebatada en una cruenta guerra a Francia en 1962, quede sepultada en el panteón de la historia, lo que, al cabo de más de medio siglo, la sociedad argelina podría estar ya contemplando.
Una primera transición, incluso predemocrática, no sería por todo ello no sólo positiva para los argelinos, sino también para una Europa que podría aprobar por fin la asignatura. Argelia es el primer importador africano del conjunto de la Unión Europea, así como su segundo proveedor; España es el tercer cliente, tras Estados Unidos e Italia, del gas argelino, y su cuarto abastecedor, únicamente a la zaga de China, Francia e Italia. Por eso, una nueva y pausada versión de la "primavera árabe" convendría a todo el mundo.
EL PAIS