El riesgo de volver a equivocar el diagnóstico
De ser elegido, Alberto Fernández podría cometer el mismo error de Macri: creer que un cambio de gobierno implica de por sí una mejora de la situación
Uno de los grandes riesgos que enfrenta Alberto Fernández consiste en considerar que los problemas de la Argentina comenzarían a mejorar por el simple hecho de que, si finalmente triunfa la fórmula del Frente de Todos, Macri y su equipo abandonarán el gobierno el 10 de diciembre. Es decir que "dejando de hacer daño" aliviarían aunque sea parcialmente la situación. Esto supone que son el actual presidente, su gabinete y sus políticas los verdaderos responsables del descalabro que experimenta el país. Sin embargo, si bien tienen una cuota muy significativa, su eventual reemplazo no implica que la situación mejoraría por sí misma. Dependerá, por el contrario, de lo que haga el próximo gobierno. ¿Qué planes, equipos y estrategias de implementación está considerando Alberto Fernández?
Macri y su equipo también creyeron en su momento que su mera llegada al poder, a fines de 2015, alcanzaba para revertir la larga decadencia argentina. Como sugiere Carlos Melconian en su reciente libro, la hipótesis dominante en la Fundación Pensar (que, por cierto, él no compartía) era que con relativamente poco esfuerzo la situación podía modificarse: bastaba con detener la mala praxis del gobierno de Cristina y liberar la energía transformadora que yacía supuestamente contenida en una sociedad que había votado por (y era al mismo tiempo protagonista de) un cambio de valores trascendente y vivencial.
Curiosamente, aunque no se deje tentar por un diagnóstico tan voluntarista como pueril, Alberto Fernández podría caer en una trampa bastante similar: confundir la enorme complejidad de la herencia que recibirá con sus responsables políticos y en todo caso técnicos. Si se confirma la tendencia evidenciada en las PASO, estos últimos abandonarán sus funciones dentro de un trimestre, pero los problemas de fondo no se resuelven desde hace mucho más tiempo. Es más: se trata en muchos casos de cuestiones tanto institucionales como culturales que influyen en comportamientos estandarizados que constituyen mecanismos regulares y resilientes muy difíciles de modificar. Por ejemplo, esto ocurre tanto con la inflación como con la dolarización de las carteras.
En este contexto, genera peculiar preocupación la dinámica que, se presume, tendría la designación del próximo gabinete: habría de cristalizar un acuerdo político con los diferentes actores críticos pertenecientes a la amplia y diversa coalición electoral conocida como Frente de Todos. ¿Una suerte de "loteo" del gabinete en función de acuerdos políticos con esa constelación amplia y a menudo contradictoria de actores e intereses que conforma la coalición liderada por Alberto Fernández? Tal vez esa sea una exageración, pero las especulaciones sobre potenciales integrantes de ese gabinete remite al "presidencialismo de coalición", tan popular bajo las presidencias de Lula da Silva.
Vale la pena recordar que, necesitado de apoyo parlamentario, el ahora encarcelado expresidente brasileño, cuya libertad reclama Fernández junto con el recientemente constituido Grupo de Puebla (progresivamente.com, al que pertenecen otra treintena de líderes de centroizquierda hispanoamericanos, incluido su candidato a canciller, Felipe Solá), había permitido -si no auspiciado- un mecanismo paralelo de distribución ilegal de recursos económicos (el mensalão, el petrolão, etc.). Cabe suponer que la plataforma de acuerdos políticos que impulsa Fernández prescindirá de semejantes artefactos.
Más allá de eso, hay otras preocupaciones en relación con su consistencia, homogeneidad y funcionalidad interna. En efecto, cuando se pone la lupa sobre la danza de nombres que circulan para acompañar a Alberto Fernández, se destaca que todos los mencionados representan algún sector en particular o tienen una determinada "terminal" con factores de poder determinantes en la interna de la coalición. Lo singular es que prevalecen las individualidades, pero en ningún momento se habla de la conformación de un equipo, una palabra que quedó dañada de muerte luego de la experiencia Macri. En la Argentina contemporánea, la expresión "el mejor equipo de los últimos cincuenta años" es sinónimo del fracaso de gestión de Cambiemos y se utiliza sobre todo en términos irónicos. Más allá de estas connotaciones, es determinante que el conjunto de personas elegidas constituyan un cuerpo capaz de abarcar las múltiples dimensiones de las políticas públicas con una concepción ágil y con las prioridades muy bien definidas.
En la sociedad emerge de a poco una sensación de creciente optimismo, tal vez excesivo, acerca del próximo año. De acuerdo con el monitor de humor social elaborado por D'Alessio IROL/Berensztein, hay un incremento en las expectativas positivas de los ciudadanos en caso de que en octubre se confirme el resultado de las PASO. Las razones no escapan de la norma respecto de lo que ocurre en otras geografías o de lo que pasó aquí mismo hace apenas cuatro años, cuando Cambiemos reemplazó al kirchnerismo en el poder: la idea de cambio produce un aire de bienestar. Lo curioso es que incluso un grupo relevante de votantes de Juntos por el Cambio demuestra optimismo respecto del futuro próximo. ¿Creerán que, en efecto, "se puede" revertir la tendencia electoral o, como ocurre con un importante segmento del establishment, comienzan a encontrar en el peronismo ahora moderado los mismos atributos positivos que Guillermo Calvo señaló antes de las PASO?
"El mejor escenario para el próximo presidente es que el problema sea solamente este; es decir, que la crisis no empeore de aquí al 10 de diciembre", afirmó un importante banquero local. "La dinámica inflacionaria se puede acelerar, y mucho, pero tampoco hay que descartar una recesión aún mayor", acotó.
Al margen de las movilizaciones callejeras, que habrán de continuar al margen de la sanción de la ley de emergencia alimentaria, crisis como la de Chubut alcanzan visibilidad nacional y pueden contaminar una campaña electoral que recién retoma un ritmo más intenso. ¿Seguirá la relativa desaceleración del retiro de depósitos o, como consecuencia de la intensificación de las acciones proselitistas, volverán las conductas preventivas por parte de ahorristas que solo pretenden acotar las pérdidas?
El de Macri pasará a la historia cómo el gobierno que asfixió a sus votantes con una carga tributaria récord (sobre todo a los que entraron al blanqueo) para financiar un gasto público predominantemente dirigido a segmentos de la sociedad que, como ocurrió con los habitantes de la villa 31, prefirieron candidatos opositores. Más aún: en algunas provincias, inspectores de la AFIP incrementaron los esfuerzos de fiscalización poco tiempo antes de las elecciones primarias. ¿Disciplinados por la vieja meta del "déficit 0" o impulsados por jefes locales con inclinaciones políticas afines al kirchnerismo?
La verdadera historia de la elección del 11 de agosto está aún por ser escrita, pero promete capítulos fascinantes donde se entremezclarán dosis no menores de ingenuidad, mala praxis, improvisación y desidia. Casi una metáfora perfecta de la conspicua disfuncionalidad de nuestro sistema político.