Inquietante vínculo entre el ganchao y el temor a un ataque cuántico
China se propone transformarse en "líder global de la innovación" en 2035; para lograr ese rango de potencia dominante, primero debe alcanzar la supremacía tecnológica
"Los teléfonos de Huawei pueden esconder un ?chip manchú'", advirtió el exconsejero de Seguridad Nacional John Bolton cuando todavía era uno de los hombres de confianza de Donald Trump. Nadie le creyó. Esa advertencia, una clara alusión al célebre film The Manchurian Candidate, alcanzó una nueva dimensión el 23 de octubre último, cuando Google reivindicó haber alcanzado la "supremacía cuántica" con su computadora Sycamore. Ese ordenador cuántico efectuó en 3 minutos y 20 segundos una operación que hubiera exigido 10.000 años de cálculos al mayor procesador actualmente disponible en Estados Unidos.
Es difícil saber el alcance exacto que tiene esa ruptura tecnológica mayor. Primero porque su principal competidor, IBM, que trabaja en otro proyecto similar desde hace años, devaluó las pretensiones de Google, afirmando que cualquier sistema clásico de informática no necesita miles de años para resolver ese tipo de operaciones, sino apenas dos días y medio. Pero también porque la agencia espacial norteamericana (NASA), probablemente por razones de seguridad nacional, retiró de su sitio el paper científico publicado por Google para explicar el valor de su proeza tecnológica. A pesar de esa rápida reacción, algunos PDF recuperados del caché muestran que el documento estaba firmado en primera página por Eleanor G. Rieffel, una matemática especializada en informática cuántica que trabaja desde 2018 como principal investigadora del centro científico Ames de la NASA.
La rápida reacción del centro espacial se explica por el alto valor estratégico y las perspectivas que ofrece la mecánica cuántica, un fenómeno físico extremadamente complejo de comprender para un neófito (entre los que me incluyo). Esa teoría casi centenaria -que describe el comportamiento de las partículas, los átomos y las moléculas-, al igual que otros descubrimientos teóricos y experimentales posteriores, propulsó la denominada "primera revolución cuántica", que insinuó sus infinitas posibilidades con el láser, los transistores, la microelectrónica, los discos duros, los leds, la geolocalización por satélite y los procesadores. Ahora los científicos de todo el mundo aceleraron el ritmo de investigación con la esperanza de consolidar la "segunda revolución cuántica".
Por el momento, no se trata de saber cuánto tiempo pasará antes de que las computadoras cuánticas lleguen a nuestros escritorios. El dilema actual es de otra naturaleza. La "segunda revolución cuántica", que despierta la ambición de todas las grandes potencias, también es uno de los componentes esenciales de la estrategia de ganchao (alcanzar y superar) lanzada por el presidente Xi Jinping: transformar a China en "líder global de la innovación" en 2035 constituye el núcleo de la ambición estratégica de Pekín. Para lograr el rango de potencia dominante que codicia China, primero es necesario -como enseña la historia- alcanzar la supremacía tecnológica.
En el marco de la competencia geopolítica, la informática cuántica se encuentra desde hace años en el primer círculo de la confrontación y representa una preocupación estratégica mayor para las grandes potencias. Por lo tanto, será uno de los temas dominantes de las próximas décadas porque su desarrollo subordina el progreso de otras tecnologías. Pekín comprendió su importancia y desde hace tiempo la incorporó a la panoplia que integra su estrategia de ganchao. Ese programa es una constante de la larga marcha por la supremacía tecnología que se transmiten los dirigentes chinos desde la época de Mao. Gracias al impulso que recibió en el último cuarto de siglo, China se convirtió en un actor de primera línea en inteligencia artificial, industria espacial, biotecnología, telecomunicaciones, robótica, tecnología espacial, energía nuclear y otras áreas sensibles de la cadena de valor. Ese ascenso vertiginoso quedó ilustrado con la ventaja crucial que obtuvo en la tecnología telefónica de 5G gracias a Huawei, una superioridad que parece difícil de recuperar para las empresas occidentales.
Para comprender el vínculo que existe entre Bolton, el ganchao y la supremacía cuántica anunciada por Google, solo hay que levantar los ojos al cielo. Desde 2016, un satélite chino orbita en torno de la Tierra en el marco de un programa denominado Experiencias Cuánticas a Escala Espacial (Quess). Se trata del primer satélite cuántico del mundo. Esa misión es una etapa crucial para desarrollar la tecnología que permite crear redes de comunicaciones cuánticas encriptadas a gran escala. El país está terminando una infraestructura nacional de comunicaciones cuánticas que permitirá mejorar la seguridad del sistema. Al mismo tiempo, invirtió 10.000 millones de dólares en la construcción de un "megaproyecto" en Hefei, que tiene la misión de obtener "progresos mayores en las comunicaciones e informática cuántica". Ese programa fue confiado a Pan Jianwei, a quien la revista científica Nature definió en 2017 como el "padre de la cuántica".
Esos esfuerzos están orientados a obtener la supremacía en un área estratégica ultrasensible. "Una transmisión cuántica es como un mensaje escrito sobre una burbuja de jabón. Si alguien intenta interceptarlo durante la transmisión, la hace estallar", explica el físico suizo Gregoir Ribordy, de la firma de criptografía ID Quantique. El problema reside en que, al mismo tiempo, esa tecnología disruptiva -asociada a las computadoras cuánticas- es capaz de perforar sin dificultad las formas más corrientes de encriptado. Eso significa que puede decodificar las comunicaciones secretas de las grandes potencias. Incluso está en condiciones de perturbar con relativa facilidad los sistemas de detección y posicionamiento. En una palabra, puede anular el funcionamiento de los GPS. Ese es el temor de Estados Unidos y los países europeos, que se esfuerzan por contener la expansión del gigante chino de telecomunicaciones Huawei en las redes de la 5G.
Si bien China parece estar rezagada en materia de investigación fundamental, todo indica que su esfuerzo mayor consiste en desarrollar un entorno cuántico. "De nada sirve inventar el teléfono si usted posee solo un aparato y no tiene a quién llamar", sintetiza Artur Ekert, profesor de Física Cuántica en la Universidad de Oxford. "Para que un entorno funcione no solo hay que contar con un grupo de físicos geniales, sino con toda la pirámide de infraestructura", precisa Ekert, que compara el método de China con el proyecto Apollo de la NASA, que permitió llevar a un hombre a la Luna en 1969. En forma paralela a los denuedos estatales de China, grandes empresas privadas, como Baidu (equivalente de Google) y Alibaba (versión china de Amazon), comenzaron a invertir masivamente en sus propios servicios informáticos a través de una plataforma cuántica que cuenta con un procesador de 11 cubits (forma recomendada de hispanizar el término inglés qubit).
Para las grandes potencias, el verdadero problema surge cuando una tecnología en desarrollo pasa de la academia al ámbito de las aplicaciones concretas. Las grandes potencias temen estar en el umbral de ese momento crítico. El centro de seguridad informática de Estados Unidos (CNAS) evoca el riesgo de "sorpresa cuántica", es decir, esa brecha que se crea cuando un país posee una tecnología que los otros aún no dominan. Los expertos en ciberseguridad viven con el temor de un Q-Day, que puede sobrevenir cuando una computadora cuántica haya alcanzado un nivel de desarrollo capaz de perforar los sistemas más modernos de protección.