
Condena y alerta por Corea del Norte
Con la explosión de una bomba de hidrógeno, el régimen tiránico de Pyongyang puede desatar una peligrosa carrera armamentística en la región
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Hace algunos días, sin que existieran anuncios concretos previos, Corea del Norte hizo explotar lo que, sostuvo, era una bomba de hidrógeno.
Para algunos observadores especializados, el ensayo no estuvo dentro de los parámetros propios de ese tipo particular de bomba termonuclear y habría sido, en cambio, uno más utilizando el mismo tipo de arma nuclear que Corea del Norte ha ensayado ya en varias oportunidades.
Más allá de esa discusión técnica, no hay dudas de los peligros que conlleva esta escalada de la peligrosa Corea del Norte. Su programa militar nuclear incluye la posesión y disponibilidad de misiles de larga distancia capaces de llevar cabezas nucleares y alcanzar tanto a Japón, como a los Estados Unidos, al menos en su costa oeste. Todo ello, en flagrante violación de las normas emanadas de los distintos órganos de las Naciones Unidas, incluyendo nada menos que cuatro resoluciones del Consejo de Seguridad de ese organismo.
La reacción del mundo ante lo sucedido fue la de condenar unánimemente la conducta belicosa de Corea del Norte y reclamar la aplicación de más sanciones económicas en su contra. Hasta ahora, ese camino no ha impedido la continuidad de su derrotero armamentístico. La llamada "paciencia estratégica" de Occidente no ha dado resultados.
Se cree que Corea del Norte, cuyo programa militar nuclear se remonta a 2003, dispone ya de algo más de una docena de bombas atómicas, que para fin de este año podrían duplicar su número y que, además, dispone de los misiles y lanzadores necesarios para utilizarlas.
La vecina China, de cuya continua asistencia depende que el pueblo norcoreano no padezca una nueva hambruna, ha mostrado su clara desaprobación por la proliferación nuclear en la que Corea del Norte está empeñada. Hasta la opinión pública china muestra ahora su desagrado por lo que sucede en el país vecino.
La realidad demuestra que Corea del Norte no sólo avanza en su transformación en una potencia militar nuclear, sino que colabora en programas similares conducidos por los iraníes y que fue responsable de la construcción de un reactor en Siria, destruido por la Fuerza Aérea israelí, en 2007.
No es para nada imposible que, luego de una década de contención acordada recientemente con la comunidad internacional, Irán pretenda ser también una potencia militar nuclear. Esta posibilidad puede mañana desatar una carrera en esa misma dirección en otras naciones de la región como, por ejemplo, las monarquías sunnitas del Golfo.
Si el acelerado programa nuclear norcoreano no se interrumpe, existe la posibilidad de que, ante un peligro creciente e inmediato, Corea del Sur y Japón se transformen en potencias militares nucleares por la presión doméstica de sus propias sociedades, que se saben expuestas al enorme riesgo de que un líder paranoico, desde Pyongyang, desate una verdadera locura.
Es de esperar, por todo lo expuesto, que se profundicen los esfuerzos tendientes no sólo a procurar contener el programa nuclear iraní, sino también a evitar que el régimen dictatorial de Corea del Norte provoque una catástrofe.




