Diego Pirota: el defensor de Boudou que, en la Justicia, juega de local
Socio de un ex número dos de la SIDE y experto en el manejo de causas políticamente sensibles, se convirtió en los últimos tiempos en el abogado más buscado por los funcionarios kirchneristas comprometidos judicialmente, incluido ahora el vicepresidente en los casos en que se lo investiga
En su página de Facebook, Diego Carlos Hernán Pirota escribió que tiene dos intereses: el tenis y Cristina Kirchner. Con el primero no tuvo suerte. A los 16 años se dio cuenta de que no podía ganarse la vida pasando la pelotita por encima de la red, a pesar de que su notable desempeño lo llevó a representar a la UBA en torneos universitarios y que suele humillar a colegas en torneos de country.
En cambio, con su segunda pasión logró forjarse una vida profesional exitosa. Este joven que hoy cumple 39 años, es el abogado de los kirchneristas más poderosos en problemas con la Justicia. Ahora fue elegido por el vicepresidente Amado Boudou para representarlo en la causa en que se lo investiga por enriquecimiento ilícito, negociaciones incompatibles con su función y lavado de dinero por su nexo con la ex Ciccone Calcográfica, que imprime -contrato millonario mediante- los billetes de cien pesos.
Pirota se comporta en los tribunales federales como si jugara todos los partidos de local. Sin embargo, este morocho de ojos oscuros y 1,90 metros, no está solo. Es la cara visible y socio del estudio de Diego Richarte, el delarruista que fue número dos de la SIDE en tiempos de la Alianza y que conserva buenos vínculos con el organismo de inteligencia.
El kirchnerismo puso así su defensa jurídica en manos del bufete de un referente radical, y de un letrado seguro de sí mismo, tan obsesivo con su vestimenta como con su trabajo, que prefiere que lo asocien con un técnico exitoso antes que con un letrado influyente.
Richarte es invisible en tribunales. Su tarea es más discreta, al parecer. En cambio, Pirota recorre juzgados y fiscalías, dejando escritos, dando y recibiendo mandobles en audiencias contra abogados rivales y fiscales o punteando expedientes donde siempre hay un funcionario acusado de corrupción. Nunca un hecho de sangre, un narcotraficante o un represor. Casos que -jura- nunca tomaría. "Soy un trabajador y respeto a la gente que trabaja", se define el abogado, que piensa el año próximo concluir con su tesis el doctorado que cursa en la Universidad Austral.
El estudio asesora al hiperkirchnerista grupo de medios Veintitrés, que manejan Sergio Szpolski y Matías Garfunkel. El gerente, Juan José Gallea, fue director financiero de la SIDE en la gestión de la Alianza. Junto con Richarte tenían Magnum Records, una firma dedicada al negocio financiero. Luego Gallea, que tuvo otra empresa de finanzas con otro abogado de la SIDE, transformó la sociedad en Panificadora Balcarce, inscripta para elaborar flautitas, miñones o felipes.
Pirota niega que la SIDE tenga incidencia en el estudio y rechaza tener el poder que le adjudican para influir en las causas. "Es un mito que se repite y queda instalado. Con la SIDE tenemos nuestros problemas, si no miren los escritos que presentamos en el caso de los sobornos en el Senado", asegura. En esa causa, que irá a juicio el 14 de agosto, defiende a Fernando de Santibañes, el entonces jefe de la SIDE. Según la acusación, se repartieron fondos reservados por cinco millones de dólares entre senadores radicales, peronistas y funcionarios para aprobar una reforma a la ley laboral en 2001. De la Rúa es el principal acusado.
Suma al poder kirchnerista en tribunales la influencia del auditor de la Auditoría General de la Nación Javier Fernández. A este viejo amigo de Richarte se le adjudica ser el nexo entre funcionarios con problemas y jueces y fiscales. El columnista y consultor del Gobierno Horacio Verbitsky lo mencionó el 20 de septiembre de 2009 en Página/12 como uno de "los principales operadores de la SIDE en el Poder Judicial". Pirota admite conocer a Fernández, pero niega que tenga cualquier vínculo con el estudio, mientras juega con sus gemelos color lila, engamados con su camisa violeta que resalta la corbata oscura. El traje gris a rayas completa el uniforme de abogado.
De origen humilde, Pirota terminó el colegio en un industrial de Villa Madero, donde vive su padre, empleado municipal a punto de jubilarse. Su orgullo fue haber entrado en la UBA, en Derecho. Cursó Derecho Penal con quien iba a tallar su destino: el ex camarista Andrés D'Alessio, rector de la Facultad y ex juez que había condenado a las juntas militares. Pirota estaba emocionado. De su madre había mamado las consignas de defensa de los derechos humanos y la acompañaba a las marchas. A las pocas clases con D'Alessio, enloqueció a la secretaria del rector, para pedirle una audiencia. Entregado, el veterano jurista lo recibió y Pirota le dijo que sólo quería conocerlo. Compartieron un café y un cortado que duró dos horas y ése fue el inicio de su relación. Tiempo después, el atrevido estudiante de 19 años le pidió al profesor estrella ser su ayudante de cátedra. Una distinción reservada para pocos. D'lessio accedió.
De su trato con el rector nació su relación con Darío Richarte, que lo catapultó a la defensa de lo más alto del poder y le abrió las puertas de la facultad para ser profesor. Con él tuvo su primer trabajo como abogado, que con el tiempo le permitió tener un buen pasar, una casa en San Fernando, formar una familia con dos hijos, festejar su aniversario de 10 años de casado en Nueva York y comprarse una enorme camioneta negra. Esa es su otra pasión, además del Scalextric.
El primer procesado
El ex secretario de Agricultura Miguel Campos ostenta el raro récord de haber sido el primer funcionario kirchnerista procesado. Había pasado poco tiempo desde que Pirota dejó de defenderlo cuando el juez Rodolfo Canicoba Corral firmó, en abril de 2006, su procesamiento, luego revocado.
La lista de clientes ahora la encabeza Boudou. Un penalista veterano espelucó: "Que hayan puesto al estudio de Richarte es la señal de que el Gobierno va a defender a Boudou hasta el final". Ya representaba a José María Núñez Carmona, socio del vicepresidente, con escritos donde le reprocharon proteger los intereses de Boudou antes que los de su cliente en los papeles.
Uno de los kirchneristas en problemas defendidos con éxito por Pirota es Claudio Uberti. Era el interventor del Organismo de Control de Concesiones Viales (Occovi) y viajaba en el vuelo en el que el venezolano Guido Alejandro Antonini Wilson en agosto de 2007 ingresó una valija con US$ 800.000. Pirota logró que el caso quedara en la nada y que Uberti fuera sobreseído. La resolución permite ahora a Antonini Wilson presentarse para reclamar el dinero. Pirota esperó: se reformó la ley de lavado de dinero y un juez de la Cámara en lo Penal Económico falleció. Su reemplazante tenía una opinión distinta sobre la prescripción. Pirota juntó los fallos de este nuevo juez que se adecuaban a los intereses de su cliente y pidió el sobreseimiento. La Cámara le dio la razón. No obstante, Uberti sigue requiriendo los servicios de Pirota, pues es investigado como "embajador paralelo" en Venezuela por los negocios que hicieron allí empresas argentinas.
En el caso Antonini Wilson, se enfrentó con la fiscal María Luz Rivas Diez en audiencias picantes donde se dijeron de todo. Pirota mostró allí su notable capacidad para impedir que emociones y sentimientos se manifiesten en su desempeño profesional. Se ganó así, entre magistrados, el apodo de Capitán Frío. El mote no desentona con su vida pública. Nada que ver con la actitud que exhibe en la cancha de Boca, donde se desgañita para alentar a su ídolo: Román Riquelme. Asistió a la última cena de beneficencia del club, a razón de 2000 pesos el cubierto, donde se cruzó con jueces y fiscales. Tampoco muestra la misma frialdad cuando juega al fútbol, obviamente como defensor. Allí compensa con entusiasmo sus limitaciones técnicas. Es un rústico saguero.
En la lista de sus defendidos está también Daniel Cameron, ex secretario de Energía. Pirota celebró lo imposible: en la causa Skanska, donde los propios empresarios confesaron en una conversación grabada haber pagado sobornos, la Justicia sobreseyó a su cliente tras un peritaje que no encontró pruebas de sobreprecios en la ampliación de un gasoducto. Entendieron los jueces que la grabación no era una prueba.
Su último cruce lo tuvo con el juez Daniel Rafecas y el fiscal Carlos Rívolo por el caso Ciccone. Allí ganó: descalificó al fiscal y esgrimió que el juez intercambiaba mensajes de texto con un abogado cercano a su cliente, Núñez Carmona. Rafecas fue denunciado ante el Consejo de la Magistratura y Rívolo quedó fuera del caso. Allí chocó de frente con el juez Ariel Lijo. La seguridad en sí mismo de la que se vanagloria esta vez le falló. El juez, en persona y por escrito, le bajó los humos y lo reprendió.
"Yo mezclo la política con el derecho. No es mala palabra", dice Pirota, terminante. El templo de esa comunión son los tribunales federales de Comodoro Py. Por eso, el abogado pretendió convertirse en uno de los doce jueces de ese edificio. Quedó en lugar número 13 del concurso y desistió.
"Desde acá, como abogado estoy jugando el juego más cómodo, con más libertad", dice hoy. Como si supiera que siempre es local.
Quien es
Nombre y apellido: Diego Pirota
Edad : 39 años
Primeros años:
De origen humilde, se crió en Villa Madero y estudió Derecho en la UBA. Tuvo como profesor al ex camarista Andrés D’Alessio, quien lo contactó con el ex SIDE Darío Richarte, socio en su estudio.
Defensor del poder:
Se vinculó bien políticamente, a tal punto de convertirse en defensor de varios funcionarios del Gobierno, como Miguel Campos, Claudio Uberti, Daniel Cameron y, ahora, Amado Boudou. Está casado y tiene dos hijos.