El arte de dirigir
Son meticulosos para armar sus equipos. Saben empoderar y darles alas a las personas que eligen, pero nunca resignan el control de mando.
Tienen un plan y lo ejecutan. En los momentos de mayor riesgo proceden fríamente para conseguir los mejores resultados. Pero son austeros a la hora del triunfo. No se excitan ni se envanecen más de la cuenta. Saben que cuando termina una batalla se viene otra y que no es cuestión de dormirse en los laureles o confiar en la mera jactancia. Tampoco pierden tiempo en el chicaneo estéril con sus pares de la competencia. Prefieren mostrarse laboriosos y ascéticos porque nada termina y todo vuelve a empezar siempre.
Claramente no es una descripción de nuestros políticos argentinos, sean oficialistas u opositores.
Son los directores técnicos argentinos de fútbol, desde el aclamado Lionel Scaloni, DT del seleccionado nacional campeón del mundo, a los otros seis que ocupan cargos similares en Uruguay (Marcelo Bielsa), Chile (Eduardo Berizzo), Paraguay (Guillermo Barros Schelotto), Bolivia (Gustavo Costas), Colombia (Néstor Lorenzo) y Venezuela (Fernando Batista).
Estrategas argentinos de exportación. Deberían entrenar a nuestros políticos.