Más allá de lo económico, las criptomonedas forman parte de la cultura de una época ligada a la incertidumbre
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La versión más barata del Cosmograph Daytona, el modelo en acero inoxidable de Rolex que se volvió famoso gracias a Paul Newman, tiene un precio sugerido al público de 14.550 dólares. Sin embargo, es improbable que consigas uno tan barato.
En los últimos años, la demanda de relojes mecánicos de pulsera de lujo ha superado por mucho la oferta y la lista de espera para los modelos más populares de Rolex se dice que ahora es de varios años.
Pero los precios de los relojes de gama alta no son los únicos que se dispararon durante la pandemia. Para una gran variedad de productos coleccionables —obras de arte, autos clásicos, bolsos de lujo, zapatos deportivos—, los últimos años fueron más efervescentes que una botella de Dom Pérignon. Luego, está el mercado de las casas, donde los precios también aumentaron a nuevos máximos.
Últimamente, he estado pensando mucho sobre estas burbujas de activos, en especial ahora que he seguido el desplome del bitcoin, el ethereum, los tokens no fungibles (NFT, por su sigla en inglés) y la industria más amplia de las criptomonedas. Los defensores de las DeFi —la criptojerga que en inglés se refiere a las “finanzas descentralizadas”— arguyen que la tecnología desatará una ola de innovación que ahora obstaculizan los jefes de las finanzas tradicionales, a las cuales llaman TradFi de forma burlona.
No obstante, cada vez con más rapidez, nos damos cuenta que las criptomonedas son tan solo otro artículo coleccionable impulsado por las mismas fuerzas que inflaron el mercado para los Yeezys y bolsos Birkin: mucho dinero salpicado por todo el mundo, sin muchos lugares obvios donde ponerlo y un temor a perderse de algo que todos los demás parecen pensar que está de moda.
No obstante, cada vez con más rapidez, nos damos cuenta que las criptomonedas son tan solo otro artículo coleccionable impulsado por las mismas fuerzas que inflaron el mercado para los Yeezys y bolsos Birkin: mucho dinero salpicado por todo el mundo, sin muchos lugares obvios donde ponerlo y un temor a perderse de algo que todos los demás parecen pensar que está de moda.
Así como un Rolex no da la hora mejor que un reloj de pulsera ordinario, las DeFi no parecen hacer nada mejor que las TradFi. Como lo dijo hace poco un grupo de expertos en una carta abierta al Congreso estadounidense: “Por su diseño mismo, la tecnología de la cadena de bloques es poco apropiada casi para cualquier propósito promocionado como una fuente actual o potencial para el beneficio público”.
Entonces, ¿por qué tanta gente invirtió? Porque el temor a perderse de algo es una superdroga. Porque, cuando los precios se están disparando, puedes convencerte de imaginar un valor intrínseco para cualquier cosa: un reloj mecánico es una maravilla de la ingeniería miniatura. O: una moneda estable algorítmica es una maravilla de la ingeniería tecnológica financiera, una forma de reproducir los bancos y las redes de pago pasados de moda en la cadena de bloques para crear una infraestructura financiera abierta.
Espera, ¿qué? No, yo tampoco sé que significa todo eso… pero, ¡mira qué increíble es! Además, ¡mira cómo otras personas piensan cuán increíble es!
El giro inesperado en mi analogía es que el tipo de personaje que puede pagar 40.000 dólares por un Rollie no va a sentir mucho el impacto si los relojes Daytona dejan de estar de moda. Por otro lado, se promocionaron las criptomonedas a todos, ricos y pobres. En redes sociales, en cadenas de televisión y en anuncios salpicados de celebridades para el Super Bowl, estos productos complejos, volátiles y sin regulación fueron vendidos a las masas como oportunidades que no podían perderse.
Las criptodivisas fueron tan solo la última de una serie de burbujas insostenibles que han sacudido la vida estadounidense durante las últimas dos décadas. A principios de siglo, las empresas puntocom. Desde mediados hasta finales de la década de 2000, el auge inmobiliario. Y, desde 2010, hemos tenido una serie de ciclos de altibajos en las criptomonedas; antes de esta última carrerilla, el bitcoin subió y cayó en 2011, luego de 2013 a 2015 y de nuevo de 2017 a 2018.
Hace poco, he visto mucha alegría en línea por el mal ajeno: mucha gente que no participó en el auge de las criptomonedas y se burla de quienes entraron, lo cual tal vez solo sea justo para los escépticos que tuvieron que soportar a criptopersonajes detestables que les decían: “Diviértete siendo pobre”.
No obstante, ¿puedes culparlos? Para millones de personas, las criptomonedas, al igual que los bienes raíces y las puntocom antes que ellas, ofrecían una salida para lo que de otra forma ha sido un callejón económico sin salida. Simplemente querían salir adelante casi de la única manera que uno puede hacerlo en estos días: poniendo tu dinero en algo de moda y esperando que sea un éxito. Es el estilo estadounidense.







