
El Tíbet, cuarenta años después
Por Ke Xiaogang Para LA NACION
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En septiembre de 1965 se convocó la primera asamblea popular del Tíbet y se proclamaron oficialmente la fundación de la región autónoma y el gobierno popular del Tíbet. Cuarenta años no son más que un instante en la historia de la humanidad. Sin embargo, en ese breve lapso se han registrado cambios trascendentales en las tierras antiguas y misteriosas del Tíbet. Ha quedado atrás la sociedad atrasada, pobre, aislada y estancada de la servidumbre feudal y marcha hacia la sociedad moderna, de democracia popular, progresista, civilizada y abierta. Su desarrollo ha sido reconocido en todo el mundo.
Se ha terminado definitivamente con el monopolio por parte de una minoría de los poderes políticos y de los recursos materiales y culturales del Tíbet. La cruel opresión y explotación de la servidumbre feudal –especialmente, el interminable consumo de los recursos humanos y materiales y la esclavitud espiritual ejercida por la religión y los monasterios– sofocaron la vitalidad social y retuvieron al Tíbet en un estado de estancamiento durante largo tiempo. Todos los tibetanos se han convertido en dueños de la sociedad tibetana. La posición social y las cualidades de los tibetanos se han elevando en gran medida.
Se ha roto definitivamente el aislamiento, estancamiento y retroceso de la sociedad tibetana. La economía social avanza a pasos agigantados. La vida material y cultural del pueblo ha mejorado en gran medida. En la constante reforma y apertura, la modernización tibetana ha conocido un avance sin parangón. En cuarenta años, el PBI de la región creció 18,6 veces. Sobre todo, es destacable la tasa de crecimiento, superior al 12%, entre 1994 y 2004.
Durante 2004, 1.220.000 turistas nacionales y extranjeros en la región autónoma le trajeron considerables ingresos. El pueblo de las diversas etnias de la región autónoma ya no sufre hambre ni frío. Una parte de las masas populares ya lleva una vida acomodada. En la región autónoma, la posesión per cápita de carne y leche es superior al promedio nacional.
En el viejo Tíbet no existía ninguna escuela, en el sentido moderno de la palabra. Los monasterios monopolizaban la educación. Menos del dos por ciento de los niños en edad escolar podían ir a la escuela. El analfabetismo superaba el 95% entre los jóvenes y adultos.
Hoy en día, la educación se ha generalizado entre el pueblo. La región cuenta con 1010 escuelas de diverso tipo y con 486.352 estudiantes. La escolaridad se elevó al 94,7% entre los niños en edad escolar. El analfabetismo bajó al 22%.
En el viejo Tíbet tampoco había ningún organismo moderno de investigación científica. Se han establecido 25 centros de investigación científica con 35.000 científicos y técnicos profesionales.
En el viejo Tíbet, los nobles feudales y los monasterios monopolizaban la medicina y la farmacología tradicionales tibetanas, reinaba una extrema escasez de medicamentos y de servicio médico. Los pobladores enfermos no tenían con qué pagar el servicio médico y no tenían dónde tratarse de sus enfermedades. En la actualidad, el porcentaje de camas de hospital y del personal médico por cada mil personas supera el promedio nacional. La tasa de vacunación planificada de los niños supera el 97 por ciento.
Se han abolido definitivamente la opresión y la discriminación étnicas del viejo Tíbet. Las peculiaridades étnicas y las excelentes culturas tradicionales del Tíbet reciben pleno respeto y protección en el sistema de la autonomía étnica regional. El Estado transfirió al Tíbet más de 300 millones de yuanes y una gran cantidad de oro, plata y otros materiales para reparar y proteger los monasterios. En la actualidad, en el Tíbet hay 1787 monasterios o locales de servicios religiosos y más de 46.000 monjes y monjas. Se protege efectivamente la libertad del pueblo tibetano para estudiar, utilizar y desarrollar el idioma y la escritura de su propia etnia. Las leyes, los reglamentos, las resoluciones, los documentos oficiales, los anuncios de las asambleas populares y los gobiernos tibetanos, así como los tableros de los organismos y de los lugares públicos, están siempre escritos a la vez en el idioma tibetano y en han (chino).
Sin embargo, el Tíbet sigue siendo una geografía relativamente subdesarrollada en el país debido a desfavorables condiciones naturales y a limitaciones sociales e históricas. El desarrollo de la modernización tibetana aún dista mucho de las zonas litorales del sudeste de China. Empero, no hay duda de que los últimos cuarenta años de desarrollo han cambiado en gran medida la fisonomía atrasada y pobre de antaño.
Los hechos no se pueden ocultar y la justicia siempre triunfa. Se reconoce universalmente que el Tíbet es una parte del territorio chino. El desarrollo y el progreso de la sociedad tibetana son obvios para todos. Los esfuerzos de China por promover la modernización tibetana y combatir las actividades separatistas sintonizan con las tendencias históricas imperantes y con la voluntad popular y se justifican perfectamente. Todas las mentiras quedarán desmentidas por los hechos del desarrollo tibetano.
China ha iniciado un nuevo período de desarrollo en el cual intensifica de manera general la construcción de una sociedad acomodada en todos los sentidos y acelera la reforma, la apertura y la modernización. Como tercer paso del plan, la estrategia de desarrollo de las regiones occidentales se está poniendo en práctica. Se puede afirmar que gracias a la sólida base creada durante los cuarenta años de desarrollo, el Tíbet hará realidad un desarrollo que quemará etapas. Le espera un porvenir aún más promisorio.






