El valor de la disciplina
EN una reciente entrevista concedida a La Nación , el profesor Clifford Madsen -coautor del libro "Enseñanza y disciplina"- formuló interesantes declaraciones en torno de un tema que no es nuevo, pero que se ha reactualizado por razones agudas en relación con la escolaridad primaria y, sobre todo, con la secundaria.
Destacó Madsen el necesario proceso didáctico de la disciplina, a través del cual se contribuye a una positiva convivencia institucional y a la formación de actitudes indispensables para la eficiente adaptación social y laboral. Por el contrario, la indisciplina perturba la estabilización de hábitos y actitudes requeridos para las horas de estudio, trabajo o recreación. Ninguna escuela -señaló Madsen- puede subsistir sin los principios de orden que concreta la disciplina.
El mismo autor se refirió, también, a aquellos alumnos cuyos problemas de convivencia escolar tienen origen fuera del aula. Con su comportamiento perturbador, esos estudiantes han elegido un camino errado para descargar sus tensiones. De acuerdo con sus investigaciones, estima Madsen que entre el 5% y el 10% de los menores manifiestan desajustes disciplinarios, pero sólo el 1% o 2% reclama una atención especializada. Los restantes pueden ser conducidos satisfactoriamente por sus maestros y profesores, a quienes les corresponde hacer conocer con claridad las reglas que deben ser respetadas y los límites que no deben traspasarse.
Es necesario que estos conceptos tengan favorable recepción. Cabe recordar que el año pasado la organización D´Alessio-Harris llevó adelante una encuesta, a raíz de la preocupación que existía por la inseguridad latente en diversas escuelas del país y por los hechos de violencia que se registraron. Del total de los encuestados, el 47% se pronunció por el diálogo como vía superadora de los conflictos, aunque un tercio de los que así opinaron no desechó la aplicación de sanciones que culminen con la expulsión. El 26% aspiró a una disciplina más estricta.
Ha de tenerse presente que es propio de las sociedades e instituciones defender un plexo de valores que las cohesionan y que hacen posible su permanencia, se trate de una familia, una escuela o una empresa. Para ello se dictan normas que protegen esos valores y sanciones que los resguardan. De este modo se hace viable una convivencia constructiva.
Esto debería ser bien asumido por los alumnos. Ellos, que admiran los deportes y los practican con gusto, saben muy bien que quien no cumple con las reglas del juego se hace acreedor a una sanción. Sin un cuerpo efectivo de normas de cumplimiento obligatorio no podría existir el juego. Lo mismo pasa en los demás campos de la vida social.
El término "disciplina" significó, históricamente, antes que nada, el acto de instruir o aprender. Luego aludió al conjunto de conocimientos integrados en relación a una materia (disciplinas humanísticas o exactas, por ejemplo) y, finalmente, su sentido apunta a la actitud necesaria para poder aprender. Su importancia reside en que permite conformar el orden mínimo indispensable para que se puedan desarrollar las actividades vinculadas con los aprendizajes. Es un valor de clara naturaleza moral.
La indisciplina individual, grupal o colectiva, provocada de manera sistemática y sin justificación alguna produce resultados dañinos y conspira contra toda finalidad educativa y cultural. Cuando se genera un desorden en el ámbito escolar conviene establecer si los indisciplinados sienten que su conducta es vivida como un factor de hostilidad gratuito o si consideran que están actuando reactivamente, impulsados por un sentimiento de rebeldía o protesta.
La escuela nunca es ajena al rol formador, pero no es ni la primera ni la última institución que enseña el respeto a las normas. Las fallas de una sociedad en la cual crecen los actos de desorden y la desobediencia a la ley afectan a la escuela.
Las habilidades docentes para el control de la disciplina deben perfeccionarse, siempre sobre el acuerdo de que las normas tienen que ser cumplidas. Esto sin olvidar que "disciplinamos a quienes amamos", según las certeras palabras del profesor Clifford Madsen.