Espantapájaros
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El espantapájaros siempre debe parecerse lo más posible a un ser humano. Si bien es un muñeco clavado en el suelo, vestido con ropas viejas y colocado con los brazos abiertos, su función es que las aves crean que es una persona de verdad. Y justamente por ese motivo que le tengan miedo y no se acerquen a los cultivos. Este niño de 12 años, hijo de un agricultor, al regresar de la escuela ha decidido ahuyentar a las langostas que invaden las plantaciones de su padre. Y así el tradicional muñeco en este caso se ha vuelto humano y el disuasor ficticio se ha convertido en realidad. No está tieso, sino que con sus agitados movimientos ha creado a su alrededor una nube de indeseados visitantes que no tienen más remedio que marcharse ante la amenaza que el joven representa. Esta vez son las aves las que se asustan. Otras, son los “espantahumanos” los que nos hacen salir volando de miedo.







