Giovanni Sartori, pasión por el propio tiempo
Desafiante. Fue uno de los últimos clásicos vivos de la ciencia política, comprometido con el debate público hasta el final
Con la muerte del politólogo italiano Giovanni Sartori, el pasado 1° de abril, a los 92 años en Roma, se fue uno de los últimos clásicos vivos de la ciencia política del siglo XX. Profesor en las universidades de Florencia y Columbia, entre otras, fue galardonado con el Premio Príncipe de Asturias en 2005. Renovador fundamental de su disciplina -algunos de sus clásicos son Partidos y sistemas de partidos, Ingeniería constitucional comparada, ¿Qué es la democracia?-, Sartori atravesó la tumultuosa historia reciente europea e italiana y se destacó como uno de los máximos exponentes de los sistemas políticos comparados y de la teoría de la democracia, y como un vistoso polemista. Defensor del pluralismo y el debate de ideas como motor de la civilización liberal, que da forma a la moderna "democracia multicolor", Sartori fue un hombre comprometido con su tiempo.
Y así como contribuyó a modernizar la ciencia política en tiempos de la reconstrucción de posguerra, tomó posición tanto en los debates alrededor del supuesto "fin de la historia" de los años 90 como en la denominada "guerra contra el terrorismo" luego del 11-S. En sus últimas décadas de producción, ya consagrado como un clásico, se dedicó a encender la mecha en cada explosiva aparición suya en los medios de comunicación y a publicar trabajos tan resonantes como polémicos.
En este sentido alcanzó fama mundial por su obra Homo videns. La sociedad teledirigida (1997), libro cuyo probable envejecimiento hoy sea directamente proporcional al éxito de ventas que consiguió en su momento. Sin embargo, en su tiempo desató interesantes debates a lo largo del mundo más allá de los umbrales de los especialistas, y el libro estuvo en boca de todos. En aquel trabajo Sartori exploraba la nueva realidad de los multimedia e indagaba sobre la posibilidad de que estuviéramos frente a una transformación radical: una transición de la cultura escrita a la cultura visual. Una supremacía de la imagen que tendría repercusión en todos los ámbitos de la vida de las personas, incluido el poder político, que pondría en riesgo las capacidades de abstracción de la ciudadanía.
También se ocupó del multiculturalismo y de la cuestión demográfica, dos problemáticas que lo acompañaron hasta sus últimos días. En La sociedad multiétnica (2001), definido por Sartori como su libro sobre la teoría de la buena sociedad, intentó señalar que pluralismo y multiculturalismo son categorías antitéticas. Ahí se preguntaba: "¿Hasta qué punto la sociedad pluralista puede acoger sin desintegrarse a extranjeros que la rechazan?" En La tierra explota (2003) se metió de lleno con la relación entre superpoblación, desarrollo y medio ambiente. En este libro sostiene que a este ritmo la Tierra no nos soportará y estará muerta para 2100 y dispara contra la Iglesia católica por ser un obstáculo en la lucha por el control de natalidad.
Fue un crítico de todo lo que se le puso delante: de Obama a Berlusconi, de la Unión Europea al papa Francisco, del cristianismo al islam, de Trump al peronismo. Crítico de la idea de implantar la democracia en Irak, sostuvo que la democracia no siempre es exportable a países más allá de Occidente (pese a los éxitos conseguidos en países como Japón e India, o incluso -con todas las diferencias del caso- en Italia y Alemania).
En su breve libro La carrera hacia ninguna parte (2015), una especie de manifiesto de despedida, vuelve a algunos de sus temas clásicos (el estado del sistema electoral italiano) y continúa con muchos de sus intereses de los últimos años (terrorismo, islam). Ahí, una vez más propone implantar en Italia un "sistema electoral perfecto", o casi perfecto: el sistema mayoritario de doble vuelta. Lo hace, dice, por amor a la patria y contra los oídos de todos los legisladores. Por otro lado, en el mismo libro afirmaba que el islam era incompatible con la democracia y sostenía que Europa se encontraba en una guerra contra el terrorismo.
También, recientemente, postuló soluciones como mínimo polémicas con respecto a la crisis de los refugiados y la inmigración. Sugirió bombardear los barcos (vacíos) que transportan inmigrantes ilegales que llegan a Europa para detener el tráfico de personas y la financiación del terrorismo, por un lado. Y además propuso regularizar la llegada del éxodo migrante y dar trabajo pero sin derecho al voto para evitar la islamización de la política europea.
Algunos años antes de morir el también longevo antropólogo francés Claude Lévi-Strauss dijo que hay cierta edad en la que uno se dice a sí mismo: "Éste ya no es mi mundo, no me pertenece". Una especie de extrañamiento que nos empuja a retirarnos de la batalla de ideas y del terreno de los vivos. Frente a esto Giovanni Sartori parece haberse decidido por el camino opuesto. Para bien o para mal, siguió aferrado a nuestro tiempo, participando del debate público, produciendo, dando entrevistas y polemizando. Clásico y provocador hasta el final.
El autor es doctor en Ciencias Sociales (UBA), investigador y docente universitario