El ejercicio efectivo de la generosidad
¿Cómo logramos que la ayuda genere capacidades sustentables en quienes la reciban?

¿Cómo podemos canalizar la corriente de generosidad existente hoy en la sociedad civil? ¿Cómo transmitimos la importancia y la necesidad de ampliar el número de quienes están dispuestos a ayudar? Y a la vez, ¿cómo logramos que la ayuda genere capacidades sustentables en quienes la reciban?
La situación socio-económica actual de nuestro país puede llevar a nuevos segmentos de la sociedad a una posición de mayor fragilidad y vulnerabilidad. Y, si bien es responsabilidad principal del Estado brindar una solución, para alcanzarla es imprescindible el diálogo y la complementación con la sociedad civil. Muchas veces ésta ha encontrado muy buena predisposición en las autoridades para encarar acciones conjuntas, pero en otras, la respuesta ha sido distante y hasta refractaria.
Si bien es responsabilidad principal del Estado brindar una solución, para alcanzarla es imprescindible el diálogo y la complementación con la sociedad civil
El Estado benefactor ha mostrado tener limitaciones severas, aun considerando algunas buenas intenciones e iniciativas positivas. Por su parte, la sociedad civil ofrece proyectos valiosos que permiten mitigar parcialmente algunas de estas manifestaciones pero, además de estar fragmentada, no está suficientemente armonizada y coordinada. Es entonces nuestro turno –el de quienes la integramos y queremos ayudar- de crear una articulación fecunda entre el alcance del Estado y la capilaridad de la sociedad civil.
Existen muchas formas de definir a la generosidad, pero para los fines de esta columna la consideraremos como "la virtud de dar cosas buenas a otros, libre y abundantemente". Ellas pueden incluir desde el trabajo voluntario, la atención y disposición emocional, aportes monetarios, hasta la ampliación del capital social, entre otras.
La valoración de la generosidad estuvo presente desde siempre en religiones como el budismo, el islamismo, el catolicismo y el judaísmo. También ha sido objeto de atención de filósofos, antropólogos, sociólogos y economistas, y desde hace unos pocos años, de la academia, que propone generar un marco de referencia que facilite su análisis.
Con el propósito de articular las propuestas expuestas más adelante, resulta importante explorar los motivos por los que existen personas, organizaciones y comunidades orientadas a la generosidad. Entre ellos podemos encontrar la convicción de hacer aquello que es moralmente correcto, la gratitud, la construcción de reputación o la diferenciación. Otra discusión planteada es la expectativa de reciprocidad de quien da (o su ausencia). Algunos filósofos y economistas han llegado a plantear que la presencia de dicha expectativa podría anular la generosidad. Asimismo, pueden percibirse diferencias en los efectos de los actos generosos, dependiendo de si se hacen en forma anónima o no, hecho que podría modificar las percepciones de los otros.
Otra discusión planteada es la expectativa de reciprocidad de quien da
Más aun, las acciones de quienes dan tienen variados efectos sobre quienes reciben. Éstos pueden ir desde el agradecimiento, el desarrollo de nueva habilidades, la satisfacción de necesidades, hasta la generación del sentimiento de quedar en deuda o el de resentimiento. Las acciones a proponer deberían evitar estas dos últimas manifestaciones y construir, a partir de búsquedas positivas, alternativas atractivas para nuestro medio.
Así entonces, considero necesario hacer propuestas planteadas desde la igualdad y no desde una superioridad benevolente, desde las motivaciones positivas -como la gratitud y la obligación moral ejercida con libertad- para lograr un mejor impacto tanto en quienes reciben como en quienes dieron.
Para modificar la forma en que canalizamos los flujos de generosidad existente, deberíamos cambiar las preguntas y los modelos de pensamiento previos. Preguntarnos cómo podemos contribuir al beneficio del conjunto, en lugar de qué podemos conseguir para nosotros mismos; trabajar con una lógica de la abundancia, en lugar de una de la escasez; generar círculos de confianza que permitan reducir los costos asociados a una práctica transaccional y sumar el esfuerzo individual o colectivo, para incorporarlo al comunitario coordinado de la sociedad civil, con vistas a lograr efectos significativos y sustentables en personas desfavorecidas. Se trata de pensar en qué podemos dar y cómo podemos contribuir. Es un "nosotros juntos" para mejorar al conjunto de la sociedad y así llegar más lejos.
Considero necesario hacer propuestas planteadas desde la igualdad y no desde una superioridad benevolente
La extensión de la generosidad a otros, como proceso social, comienza con la imitación de aquellos dispuestos a ayudar a otros –y por lo tanto ayudarse-, continúa con la inspiración que demuestran iniciativas superadoras y creativas, sigue con la difusión de los efectos positivos de las acciones al resto de la sociedad y, si todo ello no fuera suficiente, con la apelación a la colaboración de todos los que puedan. El reconocimiento público de las buenas acciones puede ser una consecuencia de tales iniciativas, pero no su objetivo primario. La celebración del bien común y la satisfacción por hacer lo correcto debería ser premio suficiente.
Para lograr efectos perdurables para todos en esta corriente de generosidad, existe un consenso importante entre muchos miembros de la sociedad civil en sostener que la educación es el factor transformacional de la realidad más potente. También la inversión en salud, nutrición infantil y el desarrollo de negocios inclusivos constituyen iniciativas imprescindibles para sostener las capacidades adquiridas.
En definitiva, sabemos por dónde comenzar, hemos desarrollado las habilidades para reunir los recursos necesarios, tenemos el conocimiento para llevar adelante aquello que construye capacidades sustentables y hemos construido confianza para sumar nuevas voluntades. En síntesis, sumar, coordinar, complementar y converger los esfuerzos para hacer generosamente nuestra parte.