
"Hay que reinventar la revolución"
Fue el primer comandante guerrillero en entrar en La Habana tras la caída de Batista y dos años después abandonó la isla enfrentado con el castrismo. Al regresar, estuvo 22 años preso, se exilió en Miami y volvió a Cuba hace cinco años. Desde allí, este opositor atípico dialogó con LA NACION
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Con su porte desgalichado y sólo 25 años a la espalda, Eloy Gutiérrez Menoyo (Madrid, 1934) fue el primer comandante guerrillero en entrar en La Habana aquel 1 de enero de 1959, antes incluso que el Che Guevara y Camilo Cienfuegos. El joven Menoyo se había batido el cobre contra la dictadura de Fulgencio Batista en las escarpadas sierras del Escambray, al mando del Segundo Frente Nacional, una milicia de 3000 hombres, similar a la de los barbudos de la Sierra Maestra.
Menoyo, que llegó a Cuba de la mano de sus padres en 1948, cuando sólo contaba 14 años, aprendió las artes de la guerra de su hermano mayor, Carlos, ex combatiente de la Guerra Civil Española y de la resistencia francesa y considerado "mártir" de la revolución cubana tras morir en el malogrado asalto al palacio presidencial de Batista, en marzo de 1957.
Desencantado con el rumbo totalitario del proceso revolucionario, Menoyo se exilió en Florida en 1961, donde se unió al grupo anticastrista Alpha 66. Unos años más tarde regresó a Cuba con el objetivo de derrocar, infructuosamente, como se ve, a Fidel Castro, que lo apresó y lo condenó a 30 años de cárcel. En 1986, gracias a las gestiones del entonces presidente español Felipe González, fue liberado, después de haber pasado 22 años en prisión. Rebelde infatigable, en los años noventa fundó en Miami Cambio Cubano, una organización a contracorriente de la línea dura del exilio, que defiende el diálogo entre Estados Unidos y Cuba y se opone al embargo. En agosto de 2003, Menoyo se instaló de nuevo en La Habana para reclamar un espacio político que, hasta el día de hoy, el régimen le sigue negando.
Rara avis de la política, en Miami lo miran de reojo y en La Habana no le quitan la vista de encima. En conversación telefónica con LA NACION desde su domicilio habanero, Menoyo se muestra escéptico sobre una apertura política en la isla mientras los hermanos Castro continúen en el poder. "Lo que hace falta es reinventar la revolución", señala. Una revolución en cuyo triunfo él también tuvo mucho que ver. Desde las montañas del Escambray (en el sur de la isla) liberó la ciudad de Trinidad y le pisó los talones a Batista al entrar en la capital cubana sólo unas horas después de que huyera el dictador. "La gente me preguntaba en las calles si yo era el comandante Gutiérrez Menoyo, y yo les decía que Menoyo venía en el último jeep de la caravana. De esa forma, yo podía seguir hacia delante. Lo único que quería era ver a mi familia, a mi madre."
De aquellos históricos días, Menoyo recuerda que su grupo respetó los acuerdos firmados con el Movimiento 26 de Julio de Fidel Castro: "Yo había firmado el pacto del Pedrero con el Che Guevara, por el que ninguno de los dos supeditábamos nuestras tropas al otro. Al entrar en la capital, nosotros no tomamos ninguna instalación militar. Pude haber tomado La Habana entera y no lo hice, por ingenuo. Fue un error que arrastré toda mi vida".
Sobre la figura del guerrillero argentino, Menoyo cree que se ha sobredimensionado por su trágica desaparición: "El Che que yo conocí no es el mismo que el personaje que ha pasado a la historia. Yo lo veía como un individuo sencillo. No guardo un mal recuerdo de él y tampoco creo que las cosas que supuestamente él escribió sobre mí fueran de su autoría [se refiere al libro Pasajes de la Guerra Revolucionaria , donde el Che se ceba con Menoyo, calificándolo de corrupto y arribista]". Aunque al recordar la famosa batalla de Santa Clara, en la que los hombres del Che lograron neutralizar un tren blindado atestado de soldados que había enviado Batista, Menoyo tiene una versión de los hechos que no deja muy bien parado a Guevara: "Lo del tren blindado es un mito. Primero me lo ofrecieron a mí [los batistianos] y por ingenuidad lo rechacé. No imaginé que estuvieran dispuestos a entregarlo por dinero. Después, el Che y los de la Sierra Maestra aceptaron el trato y pagaron un dinero a cambio".
La alianza de Castro con la Unión Soviética lo llevó, asegura, a rebelarse de nuevo: "Los que habíamos luchado por un orden constitucional empezamos a ser vigilados y no nos quedó más remedio que irnos. Yo era un demócrata y cuando me fui del país me borraron de la historia. Después intenté abrir un foco guerrillero y caí preso".
En 1995, Menoyo logró entrevistarse con Fidel Castro en su primera visita a la isla desde su salida de prisión, convirtiéndose en el único opositor al que ha recibido el ex presidente cubano. "Le dije que diera libertades al país, que volviera a esa revolución tan cubana como las palmas. Y Fidel, al que no le gusta que le digan lo que tiene que hacer, me contestó que los Estados Unidos le impedían volver a esa revolución".
Fidel sigue al mando
Para el dirigente de Cambio Cubano, Fidel Castro continúa, a pesar de su enfermedad, llevando las riendas del país: "Fidel es el que obstaculiza todo cambio en Cuba. Si Raúl pudiera, haría algunas reformas, pero Fidel le impide dar esos pasos hacia la apertura. No tengo ninguna duda de que Fidel sigue al mando, interviniendo en todo".
Cinco años después de haber regresado a La Habana, Menoyo continúa en un limbo jurídico. Pero no pierde el sentido del humor, la locuacidad ni la esperanza ("soy un ente político"). Casi ciego (perdió un ojo por cortesía de sus carceleros y el otro se lo dañó en un accidente doméstico), cree que es hora ya de cambiar el sistema de partido único vigente en Cuba: "Es sencillamente aburridísimo tener este modelo durante medio siglo", señala. Al régimen, sostiene, no le queda más remedio que impulsar cambios: "Cuba requiere una nueva revolución, hay que reinventarla, porque la otra se paralizó hace muchos años".
Al hablar de esa transformación política de la revolución en un régimen de partido único, aflora el Menoyo más corrosivo: "Hoy sólo tenemos una dictadura férrea, una población domesticada, con trabajadores sometidos que no se lanzan a protestar porque no saben cómo hacerlo. Han crecido dentro de una dictadura. El resultado es un país dominado por la corrupción, donde todo el mundo vive para robar y se han perdido todos los principios morales por los que luchamos".
El opositor hispano-cubano, que ha mantenido siempre una actitud crítica con la beligerancia de Washington hacia Cuba, confía en que el presidente electo, Barack Obama, cumpla su promesa de eliminar las restricciones a los viajes y al envío de remesas (aprobadas por George W. Bush en 2004). "Yo apoyo a Obama. Además, peor que Bush no podrá ser. Nadie puede ser peor que Bush."
Según Menoyo, a Raúl Castro le interesa la distensión con EE.UU.: "Otra cosa es que esa política errónea del embargo le haya venido muy bien al régimen". Para este opositor atípico, lo ideal sería levantar "todos" los bloqueos: "El externo, injusto e injerencista de Washington, y el interno, que afecta a la libertad, a la cultura, a los salarios?".
Esos vientos de cambio, de diálogo, de acercamiento, parecen soplar ya en un exilio que, en un giro histórico de tendencia, estaría a favor de la derogación del embargo, según una reciente encuesta realizada por la Universidad de Florida. Menoyo cree que ese sentimiento es mayoritario desde hace tiempo. Pero, advierte, "también hay una extrema derecha con una enorme influencia". Y en ese tira y afloja entre el sector más recalcitrante y las nuevas generaciones, Obama será, según Menoyo, trascendental.

