
Historia del General San Martín
El lunes 1º de marzo de 1875 La Nación anunció que comenzaba a publicar desde el ejemplar de esa fecha, en folletín, la “Historia del General San Martín”, escrita por Bartolomé Mitre. Su autor, preso en el Cabildo de Luján después de la revolución del año anterior, había reunido bastantes materiales como para redactar los primeros capítulos. Ese día el diario volvía a aparecer al cabo de una prolongada clausura y Mitre, para aventar cualquier sospecha, anunciaba en la introducción que el libro “fue pensado y escrito en medio de la ardiente lucha electoral, cuyos estremecimientos sentimos todavía”. Sobre su conducta personal, decía: “Ajeno a la lucha por conciencia y por deber… exento de los rencores y de las ambiciones a que ella daba pábulo, decidime a escribir una obra histórica”.
Más adelante señalaba a los lectores: “Al recorrer esa Introducción y algunos capítulos que publicaré más adelante, encontrarán que hoy al escribir la ‘Historia de San Martín’, como ahora 20 años al escribir e interrumpir la ‘Historia de Belgrano’ en medio de otra lucha más grande y fecunda, solo tuve en vista la investigación de la vigorosa verdad histórica, el estudio de los antecedentes y de las leyes que presiden nuestra sociabilidad política, el amor de los principios proclamados por nuestros padres… y el espíritu equitativo de todos los tiempos, que no es extraño a cuanto al hombre pertenece… El argumento de ambos libros es la independencia argentina, y su síntesis la libertad”.
Estas palabras Mitre las firmó el 24 de febrero e indicó que el lugar era el Cabildo de Luján, donde por distintas razones se alojaron Beresford, Belgrano, el obispo Orellana, Saavedra y el general Paz. El 6 de marzo se decidió trasladar al prisionero, que había sido jefe de la revolución de 1874 en defensa de la pureza de los sufragios que se alegaron viciados en los comicios que llevarían a Nicolás Avellaneda a la presidencia, al cuartel de Artillería en el Retiro. Allí se llevaría a cabo el Consejo de Guerra que lo juzgaría y condenaría a muerte por seis votos contra dos. La pena sería conmutada por Avellaneda.
Desde allí también salieron los manuscritos que recorrían unas pocas cuadras, hasta la casa de Mitre en la que en dos cuartos al frente funcionaba el diario. Enterado de la novedad, el chileno Vicuña Mackena el 10 de marzo, desde Santiago, le auguró que el nuevo trabajo “sería un digno gemelo de su magnífico Belgrano”. Por esos días llegó a Buenos Aires la noticia del fallecimiento en su residencia de Brunoy en las afueras de París, el último día de febrero, de Mercedes San Martín, quien junto con su esposo, Mariano Balcarce, había facilitado una gran cantidad de manuscritos del general a Mitre. Este y el chileno Diego Barros Arana apalabraron a Balcarce por esos documentos, aunque don Mariano se decidió por el primero; apareció también un tercer interesado, el general Tomás Guido, que en 1861 recordó la promesa hecha en 1827 por su antiguo jefe: “Cuando deje de existir usted encontrará entre mis papeles, pues en mi última disposición hay una cláusula expresa para que le sean entregados, documentos originales y sumamente interesantes. Ellos y los apuntes que hallará usted ordenados manifiestan mi conducta pública y las razones de mi retirada del Perú”. En esa carta San Martín agregaba esta sentencia: “Lo general de los hombres juzga de lo pasado según la verdadera justicia, y de lo presente, según sus intereses”. Balcarce desconocía esto y con toda franqueza le contestó que le había entregado a Mitre “todos los documentos que pudieran servir para aquella obra”.
En 1875 aparecieron cuatro capítulos, hasta que el 4 de abril se interrumpió la publicación; La Nación informó ese día: “Por espacio de un mes hemos llenado nuestro folletín con una parte considerable de la ‘Historia de San Martín’, escrita por el Brigadier General D. Bartolomé Mitre… el deseo que muchos de nuestros suscriptores nos han manifestado, de que la publicación se continúe hasta la terminación del primer volumen, que su autor decía tener concluido, nos mueve a dar una explicación sobre el particular”. La realidad es que lo publicado era lo único que estaba redactado, el resto hasta la campaña de los Andes como se había anunciado solo eran borradores, faltaba hacer la compulsa y fiscalización documental, cosa imposible por la prisión que guardaba el autor. “…Hasta allí no se pueden trasladar archivos y bibliotecas. Este insuperable obstáculo nos obliga –afirmaba el diario– bien a pesar nuestro a suspender por ahora la publicación de la Historia de San Martín, cuyo capítulo termina hoy”.
Balcarce consideró que algunos legajos debía guardarlos durante su vida. A su muerte, en febrero de 1885, doña Josefa Balcarce –la única nieta del Libertador– durante ese año y el siguiente le hizo llegar a Mitre los documentos que su padre había preservado celosamente.
Ya tenía don Bartolo en sus manos el gran repositorio para llevar adelante la tarea que habría de dar a conocer de forma completa en la primera edición de 1887. Como lo señaló Miguel Ángel De Marco, “la obra alcanzó gran suceso en el público y favorable repercusión entre los historiadores del país y del extranjero. Era un modelo de erudición y de concisión literaria, de seriedad y ponderación”.
Justas palabras para evocar al biógrafo, que “antes que escribirla hizo la historia” como lo señalaba una medalla firmada por B. Rozet y batida en la firma francesa Christofle de París en ocasión de su muerte y que acuña la expresión de “Su Gloria, nuestra Gloria”, frase que bien le cabe al insigne Libertador.
Vicepresidente 1º del Instituto Nacional Sanmartiniano





