La coreografía de una cita en la Casa Blanca
La coreografía se repite cada vez que un jefe de Estado visita la Casa Blanca. Agolpados en la sala de prensa, los periodistas esperan detrás de una puerta corrediza. Al recibir el llamado, el enjambre de corresponsales, enviados, fotógrafos y camarógrafos comienza una breve procesión –férreamente custodiada– al Salón Oval, primero por un pasillo, y luego por la galería que recorre el emblemático rosedal de la residencia oficial hasta una pequeña puerta ventana, la entrada a la oficina del presidente, donde aguardan los mandatarios.
“Tranquilos, muchachos, tranquilos”, se escucha, mientras los colegas se aprietan para pasar por la puerta con micrófonos, teléfonos, cámaras de fotos, cámaras de la televisión y trípodes en el aire. Alberto Fernández y Joe Biden aguardan de pie, flanqueados solo por sus traductores. La prensa se reparte formando una medialuna delante de los mandatarios, entre el living que gobierna el centro del Salón Oval y el histórico escritorio “Resolute” donde trabaja, ahora, Biden. “Tranquilos, tranquilos”, vuelve a escucharse mientras la prensa termina de acomodarse, y los mandatarios se sientan. “Dejen de empujarme, por favor”, dice un colega. El volumen baja, y por un instante solo se escucha el sonido ininterrumpido de las cámaras de fotos.
“Bueno, señor presidente, bienvenido, bienvenido”, arranca Biden. “Es genial verlo. Bienvenido a la Casa Blanca. Esta reunión ha tardado mucho en llegar”, continúa.
Lo que sigue es la única declaración pública que brindarán ambos en la Casa Blanca. Biden se toma unos dos minutos para hablar de la “gran oportunidad” de Estados Unidos y la Argentina para profundizar su vínculo en el futuro. Fernández habla por más de seis minutos, le ofrece varios guiños, se declara un “aliado absoluto” y le pide apoyo para “armar un puente que nos permita llegar al año entrante”, explicará después, al final del día. Apenas terminan las declaraciones, arranca un aluvión de preguntas que, por momentos, se torna inentendible. Biden solo responde una, repetida con insistencia, sobre la internación de Francisco, una noticia fresca. “Acabo de enterarme hace cinco minutos”, responde el presidente norteamericano.
El personal de Casa Blanca, que rodea a la prensa como si fuera un corral humano, empieza a sacar a los periodistas del Salón Oval con “¡gracias!, ¡gracias!”. Los periodistas volvemos a la sala de prensa siguiendo el mismo camino que nos llevó hasta el Oval, mientras los presidentes siguen su reunión privada en ese mítico salón, a la cual le seguirá una reunión ampliada con sus funcionarios. Ya en la sala de prensa, los tiempos se aceleran. La información caliente se envía por WhatsApp a los editores en Buenos Aires –videos, fotos, el crudo de las declaraciones– que se encargan de alimentar el minuto a minuto de LA NACION sobre la cobertura. Después viene la crónica. La primera versión se escribe desde una de las sillas de la sala de prensa, mientras el resto de los corresponsales de la Casa Blanca va y viene. A las tres de la tarde, hora local, una hora después de las declaraciones, queda lista la primera crónica, y toca moverse de nuevo, a la embajada argentina, donde está prevista una conferencia de prensa de Alberto Fernández, una práctica habitual en los viajes del Presidente. Antes de dejar la Casa Blanca, paso a buscar el trípode que había dejado unas horas antes al lado de la hilera de carpas de las cadenas de televisión norteamericanas, después de hacer una salida con mi teléfono para LN+.
De la Casa Blanca volvemos al Willard InterContinental –el hotel tiene una historia: una leyenda popular, errónea, dice que allí nació la palabra “lobby”–, para subirnos a la combi en la que se mueven los periodistas que cubren la gira presidencial. Tras unos minutos de espera, vamos hacia la embajada argentina en Dupont Circle. Antes de la conferencia de prensa hay un encuentro off the record con tres funcionarios para hacer un primer balance del encuentro bilateral. Después, llega la conferencia de Alberto Fernández. Presidencia decide que habrá cinco preguntas para la prensa argentina, y una para las agencias internacionales. Los periodistas argentinos acordamos los temas para preguntar. El Presidente llega a la sala principal de la embajada –también llamada Oval–, donde lo esperamos. La conferencia se transmite en vivo, y es seguida atentamente por el resto de la comitiva y los funcionarios de la embajada.
“Fue un muy buen encuentro que nos debíamos”, arranca Fernández, antes de dar más detalles sobre su reunión con Biden.
Finalizada la conferencia, volvemos a la sala Eva Perón, donde antes había sido el encuentro off the record, para terminar las notas del día. La sala se transforma en una redacción con todos los enviados de Buenos Aires y los corresponsales de Washington. Allí, escribo la versión final de la crónica, y las apostillas, el último envío del día.