La elite que construirá el futuro de China
Integrada por miembros de familias tradicionales e influyentes, la nueva cúpula del gobierno chino, encabezada por Xi Jinping, marca la llegada de una generación cuya voluntad de reforma está aún por verse
PEKíN
Cuando los maoístas trataban de retener el control de China en la década de 1970, un poderoso general del Sur vino en apoyo de los moderados, y ayudó a arrestar a los radicalizados y meterlos en la cárcel. Las audaces acciones del general Ye Jianying abrieron paso para que el país avanzara hacia una economía más orientada al mercado, y crearon la dinastía política que aún define quién gobernará, con la capacidad de influir en la política nacional y proteger su extendido imperio de negocios en el sur de China mucho después de su muerte.
En el último año, según miembros del partido que conocen la situación, miembros de la familia de Ye han ayudado a organizar reuniones para criticar el curso actual del país y han influido en los nombramientos para cargos militares de primer nivel, ayudando al mismo tiempo a bloquear el ingreso de un reformador económico en el comité que dirige el Politburó, el pequeño y poderoso grupo en la cima de la jerarquía partidaria, porque consideraron que no era sensible a sus intereses.
El ascenso de los llamados principitos, como los de la familia Ye, alcanzó un hito la semana pasada, cuando Xi Jinping, hijo, él mismo, de un pionero del Partido Comunista, fue presentado como máximo líder al concluir el XVIII Congreso del Partido. Allí mismo se presentó formalmente el grupo de siete altos dirigentes que definen la política china, miembros de esta nueva generación de líderes, casi todos además con lazos con la conducción anterior.
"Dentro del partido, debemos enfrentar muchos problemas, especialmente la corrupción entre miembros y funcionarios, el alejamiento de la gente, el excesivo énfasis en las formalidades y la burocracia", dijo Xi Jinping en su primer discurso ante la prensa, en el que llamó a continuar el "rejuvenecimiento" de China.
Pese a una creciente polémica por el rol destacado de los principitos chinos en el gobierno y los negocios –lo que está subrayado, en efecto, por recientes casos de corrupción, tanto como por la caída de Bo Xilai, cuya esposa fue condenada por asesinato–, esta nueva generación, que se cuenta por cientos, está emergiendo como una clase aristocrática con creciente influencia en la conducción del país.
Mientras pelean entre sí, muchos ya han dejado su marca en el orden establecido, con importantes roles en los negocios, especialmente en empresas de propiedad estatal. Otros están muy involucrados en las finanzas o los grupos de lobby, donde son importantes las buenas conexiones. "Muchos países tienen familias poderosas, pero en China se están convirtiendo en la fuerza dominante en la política y los negocios", dice Lü Xiaobo, profesor de ciencias políticas de la Universidad de Columbia. "En este sistema tienen buenos lazos familiares", agregó.
Experiencias en común
Muchos de los mayores entre esta nueva generación –los que ahora están por acceder al poder, que tienen entre 59 y 67 años– comparten algo más: se formaron en los años más difíciles para China. Muchos eran niños durante el Gran Salto Adelante, cuando más de 30 millones de personas murieron de hambre entre 1958 y 1962, y adolescentes durante la Revolución Cultural, de 1966 a 1976, un período que muchos pasaron como descastados o en el exilio, luego de que sus padres fueran atacados por maoístas radicalizados.
"Ésta es una generación volátil, que no tuvo una educación sistemática y a menudo vio el peor lado de la revolución comunista", dice un alto periodista partidario, que creció con algunos de los principitos chinos y habló a condición de mantener el anonimato. "Han aprendido una cosa, y es que sólo se puede contar con la propia familia", agrega.
Los principitos se diferencian de los actuales gobernantes chinos, la mayoría de los cuales debe lealtad a instituciones del Partido Comunista. El secretario general saliente, Hu Jintao, hizo carrera en la Liga Juvenil Comunista, uno de los entes centrales del partido. Del mismo modo, el primer ministro, Wen Jiabao, que dejará el cargo el año entrante, es un hombre de la organización con pocos recursos de poder fuera del partido.
La legitimidad de Hu deriva de haber sido nombrado por Deng Xiaoping, el último líder que cumplió un rol central en la Revolución China y fue una figura dominante hasta su muerte en 1997. Deng tuvo una serie de secretarios generales y primeros ministros a los que echó antes de quedarse con Jiang Zemin después del alzamiento de Tiananmen en 1989. Luego aprobó a Hu como el sucesor de Jiang.
"Sin Deng para que resuelva la cuestión, hay competencia por los cargos más altos", dice un analista político chino independiente, que también habló bajo condición de mantener en reserva su nombre. "No tenemos elecciones y no tenemos un sistema, por lo que se quedan con la persona que tenga más conexiones", afirma.
Eso quedó en evidencia hace cinco años, cuando Xi fue escogido para ser el sucesor de Hu. Inicialmente, quien encabezaba la lista era uno de los protegidos de Hu, Li Keqiang. Pero Xi logró ubicarse mejor con la ayuda de otro principito, Zeng Zinghong, entonces vicepresidente e hijo de un ministro de Seguridad.
La carrera de Xi también refleja su estatus. Su padre fue un alto líder partidario por medio siglo: comisario militar, gobernador, viceprimer ministro y pionero de las reformas de mercado, todas experiencias y antecedentes que ayudaron a crear puntos de apoyo para Xi.
El estatus de Xi padre ayudó a su hijo a ingresar en la universidad durante la Revolución Cultural, cuando eran pocos a los que se les permitía estudiar. Luego, le aseguró empleo como secretario personal de uno de los principales líderes militares del país. Más tarde, cuando Xi hijo trabajaba en una municipalidad y se enfrentó con un líder provincial, su familia logró que fuera transferido a una provincia conducida por un amigo de su padre.
Li, en cambio, sí tenía sus cargos formales principalmente en el partido y el respaldo de Hu, pero no contaba con una red de poder familiar con raíces profundas. Eso resultó decisivo cuando tuvo que competir con Xi por el cargo más alto. Ahora, Li reemplazará a Wen como primer ministro.
Los principitos están lejos de ser un bloque uniforme. Muchos crecieron en los "grandes patios" de Pekín, como se conoce a los extendidos barrios de viviendas de los ministerios y las organizaciones del Partido Comunista que conformaban la capital en las décadas de 1950, 60 y 70. Los hijos de altos líderes estudiaban y jugaban juntos y, durante la Revolución Cultural, se pelearon entre sí.
Tensiones internas
Muchas de esas tensiones se mantienen hasta el día de hoy. El año pasado, la familia Ye ayudó a organizar una reunión de principitos cuyos padres participaron en el arresto de la Banda de los Cuatro, en 1976, el grupo de maoístas que había dominado la política en los últimos años de la vida de Mao Tsé-tung y amenazaba con retener el control después de la muerte del dictador. Con la media hermana de Xi tomando notas, la familia Ye y otros se reunieron para criticar la actual orientación de China.
Los asistentes, sin embargo, se dividieron en cuanto a cómo presionar por cambios políticos. Los cercanos a Hu Deping, el hijo de Hu Yaobang, el secretario general depuesto por Deng en la década de 1980, han estado reclamando un relajamiento y flexibilización del dominio del partido sobre el gobierno y los negocios. Otros, incluyendo los miembros de la familia Ye, mantienen la creencia de su patriarca en el control partidario.
Esas conexiones son extensas, especialmente en la provincia de Guangdong, cerca de Hong Kong, donde algunos de los miembros de la familia Ye entraron en conflicto con el secretario del partido provincial, Wang Yang, que ha predicado contra la corrupción y el nepotismo. Varios miembros de la familia del general han ocupado puestos como el de gobernador provincial, alcalde de una zona económica especial, jefe de una influyente firma financiera, fundador de una firma inmobiliaria y CEO de un grupo industrial y de medios.
Si bien Wang, hijo de un trabajador, no ha investigado a la familia Ye ni cuestionado su estatus, miembros del partido dicen que no respondió lo suficiente a sus intereses. Desde el año pasado, algunos miembros de la familia Ye comenzaron a susurrar que Wang no era confiable políticamente, según funcionarios del partido que hablaron desde el anonimato. Se cree que Wang finalmente no figuró en el comité en parte como resultado de esa campaña.
Sin embargo, el cuerpo gobernante chino está lleno de parientes de altos líderes, veteranos ellos mismo del partido cuyas trayectorias, se analiza, no proveen evidencia de sus tendencias para cambiar el modo en que se gobierna el país: lo integran Zhang Dejiang, Liu Yunshan, Wang Qishan, Yu Zhengsheng y Zhang Gaoli.
Uno de ellos, Yu Zhengsheng, actualmente secretario partidario de Shanghai, tiene un currículum familiar centelleante, que incluye antepasados que sirvieron a los emperadores Qing, el gobierno del Kuomintang y altos líderes de la República Popular. Otro miembro del comité, Wang Qishan, está casado con la hija de un poderoso líder, Yao Yilin.
Los extendidos contactos de Xi en la jerarquía militar y la burocracia pueden permitirle actuar más vigorosamente que a Hu. Pero algunos analistas advierten que sus relaciones podrían impedirle toda acción audaz. "Hay un cierto número de principitos que se benefician del sistema", dice Zhang Lifan, historiador en Pekín e hijo de un ministro de Alimentos durante el régimen Mao. "Por lo que hay una cantidad de ellos que no quieren ningún cambio", afirma.
Los partidarios de una amplia reforma política, como Zhang, miran con recelo el ascenso de los principitos. En tiempos imperiales el nepotismo dominaba la escena. Cuando el Partido Comunista tomó el poder, los idealistas esperaban que rechazara eso. "Pero por algún motivo ahora hemos vuelto al nepotismo. Y el país es gobernado por unas pocas familias".
Ian Johnson