La necesidad de reciclar la educación
El título de este artículo podría resultar alarmante. Sencillamente porque el reciclaje se suele vincular con la basura. Pero reciclar es también producir nuevos ciclos, es pensar en un nuevo tipo de vida donde se aproveche la esencia de una materia. Eso necesitamos para nuestra educación: hacer el esfuerzo y la apuesta de entrar en un nuevo ciclo.
Reciclar no es descartar. Si hablamos de educación, reciclar sería aprovechar lo que aprendimos como sociedad, como escuela y como docentes. Sería aprovechar la materia prima, transformarla e integrarla en un nuevo circuito.
El metal, por ejemplo, cuando se funde puede dar paso a una nueva vida sin perder su esencia. Algo parecido sucede con los neumáticos, el vidrio o el papel. Pero si un material no se recicla, en cambio, su destino es la obsolescencia, el óxido y el abandono.
La pandemia nos señala que es posible reciclar varios elementos de la educación, aunque por momentos nos ofrezca la tentación de la vieja y cómoda normalidad. Pero ¿cuál es la materia prima de la educación que podríamos reciclar? Mencionaré solo algunas de sus posibilidades.
Reciclar la idea de escuela: vale la pena preguntarnos qué es la escuela para nosotros. Esa respuesta ya no cabe en un edificio de paredes blancas ni en un monitor. Recogiendo el proverbio africano, “para educar se necesita a una tribu entera”. La escuela requiere un nuevo ciclo donde todos seamos actores activos.
Reciclar el lugar de la educación en nuestra agenda: la educación había perdido prioridad en nuestras conversaciones cotidianas y eso parece estar cambiando. Puede ser algo circunstancial, sí, pero también puede ser algo que haya llegado para quedarse. Depende de nosotros. Hoy vimos un consenso casi unánime en privilegiar la presencialidad y pelear por ella. Que las marchas de la gente hayan sido al Ministerio de Educación se debe a que estamos, por fin, reclamando lo más importante.
Reciclar la formación docente: en este último año hemos vistos miles de docentes ávidos de formación de calidad, reclamando la posibilidad de formarse en competencias digitales, pidiendo perfeccionar otras capacidades. Docentes que, como muchos, quieren seguir creciendo, y eso es lo que vamos a trasmitirles a los estudiantes: ganas de seguir aprendiendo, de crecer.
Reciclar los contenidos: tenemos la posibilidad de pensar los contenidos de otra manera, educar en el pensamiento crítico, la empatía y la reflexión. Luego, si reciclamos los contenidos, no podremos hacernos los distraídos con la evaluación. También tenemos que evaluar de manera más creativa.
Reciclar la confianza: hemos visto que la educación continuó en tiempos de cuarentena. De modo dispar, es cierto, pero fue conmovedor el compromiso de muchos docentes para sostener las clases. Ya no se puede pensar en controlar a las escuelas como siempre se hizo, porque la potencia de la escuela desborda cualquier tablero de control. Solo renovando la confianza entre padres y docentes, docentes y alumnos, funcionarios y docentes, vamos a estar, de verdad, trabajando en equipo.
Tenemos muchas preguntas y alguna certeza: necesitamos que la escuela siga cambiando. En definitiva, reciclar es eso en tres pasos: valorar, transformar y volver a servir de una manera distinta.
Director regional de la Fundación Varkey