
La Pachamama
Por Diego R. Guelar Para LA NACION
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“Pachamama” significa ´madre tierra’, en quechua. Palabra clave en el único gobierno indígena de América latina después de la conquista europea del siglo XV. En Bolivia, país que recuerda el nombre del libertador Simón Bolívar y en cuyo territorio se libraron las últimas batallas por la independencia.
Esa sufrida tierra de quechuas, aymaras y guaraníes sólo conoció vejaciones, abusos y explotación de sus riquezas: oro, plata, estaño, gas y la coca, botín de unos pocos.
Los anglosajones, los holandeses y los latinoamericanos (descendientes de franceses, españoles e italianos) trajeron mano de obra forzada para cultivar café, azúcar, cacao y algodón, y así agregamos el componente afroamericano, que llegó a ser el 75% de la población brasileña y el 15% de la norteamericana.
Este continente maravilloso inventó la democracia, la bomba atómica, la bossa nova, el realismo mágico y el tan mestizo café con leche. Curiosamente, lo que no pudimos resolver fue el destino de nuestra población aborigen.
La masacramos o la confinamos en reservaciones (ahora, casinos) en Estados Unidos, en los museos antropológicos o en Chiapas (México), en la selva amazónica, el Altiplano o el Chaco en América del Sur. Hasta Evo Morales.
La entrega de tierras fiscales bolivianas (más de 2,5 millones de hectáreas); LA NACIONalización de hidrocarburos; la amistad con Fidel Castro y Hugo Chávez nos hizo pensar inmediatamente en una versión indígena del socialismo setentista ilustrado con un póster del Che Guevara.
El viernes 24 de julio, Evo Morales no compartió tribuna con Castro y Chávez en Córdoba. A la misma hora, su vicepresidente (y virtual primer ministro) Alvaro García Linera, se encontraba en Washington negociando un acuerdo de preferencias comerciales con EE.UU. y fortaleciendo la cooperación en la lucha contra el narcotráfico. García Linera definió el vínculo de su país con la superpotencia como “alianza estratégica”.
Según la tradición incaica, la Pachamama nos dio tres virtudes: munay (amor), llank’ay (trabajo) y yachay (sabiduría). Nada más parecido a las enseñanzas de Montesquieu, el inspirador de la mayoría de nuestras constituciones y a su definición sobre la virtud republicana. Es el amor a la patria, es decir, el amor a la igualdad. No es en absoluto una virtud moral, ni una virtud cristiana; es la virtud política… Sin eso, las leyes no serían ejecutadas” .
Evo Morales tiene la oportunidad histórica de inaugurar la dimensión política del componente indoamericano. Su desafío es enorme. Tanto como el riesgo de equivocarse.
La América de todos es la superación del mundo unipolar por una contribución plural, étnicamente diversa y culturalmente creativa, todo lo opuesto a los dogmatismos del racismo y el fanatismo. La América de los blancos, los indios, los negros, los tanos, los turcos, los rusos y los gallegos, de Faulkner, Vargas Llosa, García Márquez, Machado de Assis, Rulfo, Carpentier, Cáceres Romero, Onetti, Neruda y Borges. La Pachamama americana está naciendo con dolor, pero florecerá en las próximas décadas irradiando paz y progreso.

