Las maldiciones de “Cristina Presidenta”
Como suplente de Alberto Fernández lidió con malas noticias como el récord de la pobreza; por su reestatización de YPF, el país pagaría indemnizaciones millonarias
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Cada vez que le toca quedar a cargo de la presidencia de la Nación no hay buenas noticias para Cristina Kirchner y, desde luego, mucho menos para el país.
En las antípodas del deseo imaginario de La Cámpora, su único y más persistente sostén militante, que corea dos eslóganes contradictorios -que está proscripta, pero que al mismo tiempo vuelva a ser candidata al máximo cargo institucional, cosa que no sucederá, según Oscar Parrilli, si antes no la absuelven-, los interinatos de Cristina Kirchner no pasan inadvertidos: últimamente le caen pésimas novedades que no auguran que una eventual tercera presidencia de ella puedan mejorar mayormente las cosas.
Se había ido Alberto Fernández a la cumbre del G20, en noviembre último, cuando en coincidencia con “Cristina presidenta” (como les gusta militar a los muchachos crecidos que dirige su máximo hijo y que planean marchar el 13 de abril sobre Comodoro Py) empezaba fuerte la disparada de los precios que nunca más se detuvo. Gobernaba ella cuando el Indec le tiró por la cabeza el abultado índice inflacionario de octubre: 6,3% (peor aún, con una canasta alimentaria desatada que había trepado 9,3%). Ahora, otra vez en la cima del poder, mientras su socio con relación de dependencia (¿o monotributista?) visitaba a su colega norteamericano en el Salón Oval de la Casa Blanca, que ella nunca pudo pisar, le tocó lidiar con una novedad muchísimo más incómoda: el 39,2% de los argentinos (18,1 millones de personas) es pobre. Ella que, justamente como presidenta plena, en 2015, durante la 39° conferencia de la FAO, celebrada en Roma, había fantaseado -aunque nadie le creyó- con que en su país la pobreza estaba “por debajo del 5%”. Ahora asciende al 45% en partidos del GBA.
En realidad, al terminar su mandato, dejó un 31,4% de pobreza que, al cabo del gobierno de Mauricio Macri, se incrementó hasta llegar al 35,5%. El gobierno de ambos Fernández le agregó otros casi 4 puntos, aunque podría empeorar en los meses que quedan hasta el fin del mandato. Agravar las cosas suele ser una especialidad de este gobierno.
Encima, como si fuera un mal chiste del destino, una cifra gozosa -54%-, que remite al porcentaje con el que ganó los comicios que le habilitaron una segunda presidencia en 2011, vuelve ahora idéntica, pero referida a la colosal porción de chicos de hasta 14 años que son pobres en la Argentina. El horror presente -y gravísima hipoteca para el futuro- de que cada dos niños nacidos en nuestro país, uno es pobre. Como si se tratase de una trágica alegoría, en la vereda de la Casa Rosada que da a Paseo Colón, el viernes murió una beba en situación de calle por problemas respiratorios. Tremendo.
¿Atraviesa Cristina Kirchner su “annus horribilis”? Si la condena en primera instancia por corrupción la tiene a maltraer, el empecinamiento de su artefacto fallido por competir en las PASO la saca de quicio y más todavía intuir que nada bueno le espera a ella y a su fuerza en los comicios que se avecinan. Para colmo, al bajarse de la competencia electoral Mauricio Macri, pierde la posibilidad de confrontar con su máximo enemigo.
Y sobre llovido, mojado: la Justicia norteamericana acaba de fallar en contra de la Argentina por la irregular estatización de YPF, algo que recae directamente sobre Cristina Kirchner y Axel Kicillof, lo que podría costarle al país miles de millones de dólares en indemnizaciones.
Sin embargo, también hubo otras malas noticias durante su fugaz interinato que CFK interpreta como buenas: el senador trumpista Ted Cruz pidió que se investigue si debe ser sancionada por corrupción. “Cristina Fernández de Kirchner -la acusó- es una política profundamente corrupta que ha socavado el estado de derecho de Argentina y sus instituciones políticas”.
En los días que llevó adelante su suplencia al frente de la República, le vino como anillo al dedo el imprevisto ataque personal que le llegó desde Estados Unidos. Nada más funcional para alimentar su ego que una conspiración poderosa con reminiscencias del “Braden o Perón” de los albores del peronismo. Poco le importó si eso podía enturbiar la cumbre Biden-Fernández y se mostró belicosa en sus redes sociales.
Al carecer de un plan orgánico y sistemático de gobierno -en sus dos presidencias prefirió avanzar con medidas sueltas, en un contexto constante de forzada épica- el principal combustible que motoriza a la vice son las controversias y las adhesiones incondicionales.
Pero no todas son pálidas para Cristina. En la semana que pasó contó con un aliado inesperado. Como regalo del cielo, en la entrevista que le hizo el Gato Sylvestre al papa Francisco en el Vaticano, Jorge Bergoglio volvió a referirse al lawfare en los términos predilectos de la vicepresidenta.