
Liniers, el héroe, espera su homenaje
Por Alberto Campos Carlés Para LA NACION
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Poca vigencia conserva, entre nosotros, el espíritu de la ciudad de Buenos Aires durante aquellos acontecimientos ya cercanos al bicentenario: la Defensa (5 de julio) y la Reconquista (12 de agosto).
Luego de las invasiones inglesas, la primitiva calle de San Francisco trocaría su nombre por el de Liniers, y después de la Revolución de Mayo, por Reconquista y Defensa, rememorando los acontecimientos, pero ya sin nombrar al principal protagonista.
Una cortada, entre Balcarce y Defensa, evoca el 5 de julio, y el 12 de agosto ha sido omitido, tanto del calendario oficial como de la vía pública de Buenos Aires. Liniers es recordado como virrey con una calle del barrio de San Cristóbal, curiosamente en aquellos parajes donde el héroe de la Reconquista, un aciago 2 de julio, luego de cruzar apresurado el puente de Gálvez, procuró mover sus fuerzas con celeridad para cerrarle el paso al enemigo en los corrales de Miserere, con suerte adversa. Sin embargo, al día siguiente se pudo reorganizar y el 5 de julio lograría la segunda victoria para las armas de Buenos Aires.
Juan M. Gutiérrez, en ocasión de comentar en la Revista de Buenos Aires la biografía de Liniers, de Richard, se refiere a él como un personaje que "el tiempo ha colocado en el lugar que le corresponde, ni tan arriba como el entusiasmo lo pretendió alguna vez ni en escala tan humilde que se confunda con el vulgo de los fieles al régimen derrocado por nuestra revolución. Era un noble francés del antiguo régimen que tenía la exageración del aristócrata que no cuenta más que con la antigüedad de sus pergaminos. Queriendo sacrificar al pueblo a los intereses del rey, el pueblo le sacrificó a los intereses de la revolución. Ese mismo pueblo puede reivindicar exclusivamente para sí las glorias militares de 1806 y 1807, y ser hasta cierto punto indiferente para con el héroe que no quiso ayudarle en la lucha verdaderamente gloriosa de la libertad contra la opresión".
Otros historiadores también han opinado con severidad acerca de Liniers. Vicente Fidel López, quien no fue de los más intransigentes, define su período de virrey interino (fines de 1807 a mediados de 1809), como "plagado de frivolidades, con goces y fiestas incesantes, que habrían escandalizado a sus gobernados, haciéndoles dudar de la elección del líder. Y como la negligencia de sus costumbres y administración daban continuo pie a la maledicencia y al escándalo, su popularidad iba gastándose tanto que en 1808 no tenía más fuerza viva que la de ser adversario del partido europeo. Para eso era para lo único que los hijos del país lo necesitaban..."
¡No todos ellos! Puede leerse a Bartolomé Mitre, en su biografía de Moreno, con relación a la asonada del 1° de enero de 1809: "El día que estalló el movimiento del Cabildo contra el virrey, el Dr. Moreno fue llamado a la Sala Capitular a dar su voto como vecino y abogado, y lo dio por la cesación del virrey, presentándose en seguida en la plaza Mayor con la diputación del Cabildo a intimarle su cese en el mando", narra.
Esa sublevación fue abortada por la enérgica acción de los cuerpos patriotas al mando de los coroneles García y Saavedra. Este último, en su memoria autógrafa, menciona que el desenlace se produce cuando él mismo rompió en pedazos la dimisión de Liniers, luego de que el inmenso pueblo y las tropas que se habían congregado en la plaza lo aclamaron como su auténtico líder. Dice más adelante, hablando de los enemigos del virrey: "Se olvidaban esos ingratos que sólo el francés Liniers rehusó juramentarse ante Beresford cuando éste ocupó Buenos Aires, y todos los fieles y leales españoles, incluso los jefes de graduación se apresuraron a prestar juramento de no tomar las armas contra los ingleses, que exigía Beresford; que sólo el francés Liniers pasó a Montevideo a promover y solicitar tropas del rey para hacer la Reconquista de Buenos Aires..."
El 14 de julio de 1810, aún en Córdoba, Liniers recibe una carta de su padre político, Sarratea, recomendándole prudencia ante la eventualidad de encabezar un movimiento contrarrevolucionario. Le responde: "Mi querido y venerado padre. ¿Quiere usted que un militar, que un general que durante treinta y seis años ha dado pruebas repetidas de fidelidad al soberano le abandonase en la última época de su vida? ¿No dejaría a mis hijos la herencia de un nombre manchado con una traición? Cuando los ingleses invadieron Buenos Aires, ¿quién me obligaba a reconquistar esa ciudad? Cuando después fue necesario defender Buenos Aires a la cabeza de soldados bisoños contra un ejército formidable, ya en posesión de Montevideo, ¿no triunfó la buena causa? ¡Pues bien, padre mío! Si era buena entonces, ella reclama hoy no solamente los servicios de un soldado honrado con las más altas distinciones que puede adquirirse, sino de cuantos han prestado juramento de fidelidad..."
En "Liniers y Moreno", Vicente Fidel López explica que Liniers "era un general de alta nombradía, y la Revolución no contaba con nombre alguno que pudiera ponérsele al frente con una reputación adquirida como la suya. Los revolucionarios miraban a Liniers como el más grande de los peligros que amenazaban su causa. ¿Tenían o no tenían razón? Esta es cuestión que no puede juzgarse fuera del momento. Ponerse bajo la acción moral de esos influjos es hoy imposible. Pero entre la fatalidad de esos influjos que llevan a los hombres a esos actos tremendos y el crimen político que deja manchadas y contaminadas la historia y las costumbres de un pueblo hay tan pequeña distancia que al historiador de conciencia no le es posible justificar las grandes injusticias como grandes y fatales necesidades de tal o cual momento en la historia de los pueblos".
Luis V. Varela, en su Historia Constitucional de la Argentina , sostiene: "El documento que figura en la historia con el nombre de Sentencias de Liniers y sus Compañeros , sentencia de muerte colectiva dictada por un Poder Ejecutivo al que se le había prohibido el ejercicio de funciones judiciales, es la más alta nota de terror que quiso imponer la Primera Junta en nombre de la necesidad de mantener la independencia de América".
En su Biografía de Liniers , Paul Groussac señala: "Después de la primera sonrisa insinuante de la victoria, a este héroe de circunstancia tocóle en suerte forcejear con la situación exterior y local más inextricable; el conflicto más tremendo de fuerzas contrarias e ingobernables que haya presidido jamás el alumbramiento cesáreo de un pueblo americano. Vencido, descorazonado, adherido a una causa mala que sólo su lealtad hacía buena, prefirió, como Decio, sacrificarse a las divinidades infernales y perder la vida salvando el honor. El anhelo emancipador de los americanos era por cierto legítimo, y fuera santo a no cobijarse bajo un engañoso estandarte; pero en ningún caso era dudosa la obligación que a cualquier soldado español se imponía. Liniers y sus compañeros murieron por ser fieles a su nación y a su rey, y cayeron como buenos al pie de su bandera; y el solo hecho de ser ésta la misma que sus enemigos tremolaban nos enseña que fue inicua su condena".
Abrazo fraternal
En 1897, el general Mitre, desde LA NACION, decía en uno de los tres artículos con que respondía a una controversia que mantenía con Groussac (cuyos folletos sobre Liniers publicaba entonces la revista La Biblioteca): "Así, he seguido con interés la lectura de este estudio que algo agrega a la historia argentina, pues simpatizaba con el sentimiento nativo que le mueve a exaltar la figura de un varón de su raza que se ilustró entre nosotros, como el caudillo militar que nos condujo por primera vez a la victoria, al ensayar las armas con que conquistamos la independencia, siendo por la fatalidad de los tiempos, la primera víctima inmolatoria de nuestra revolución. Gloria es debida al héroe franco-hispano-argentino de la Reconquista y de la Defensa de Buenos Aires. Sobre su tumba pueden darse el abrazo fraternal españoles y argentinos, y honrar juntos la memoria de un hijo de la heroica Francia".
En el prefacio de su biografía menciona Groussac este párrafo, "pues constituye, bajo tal pluma, el homenaje de reparación y justicia más significativo que al héroe de la Reconquista se haya tributado". Se podría agregar que ahora, en vísperas del bicentenario de aquellos episodios, aún falta el definitivo homenaje a don Santiago Liniers.
Córdoba, desde la Cruz Alta y su fatídico Monte de los Papagayos, aguarda ese acto. Y Buenos Aires, ahora elevada al rango constitucional de ciudad autónoma, lo espera también, para su legítimo, incuestionable héroe de la Reconquista y la Defensa.






