Los que precipitaron la crisis
Inside Job, de Charles Ferguson, es un film que trata de explicar la crisis financiera que vive el mundo desde la quiebra de Lehman Brothers, en septiembre de 2008. Desaguisado que les costó sus ahorros, empleos y casas a millones de personas, y cuyos sus coletazos están hoy a punto de lograr que Grecia acabe con una bandera de remate.
Consagrada como mejor documental del año en la última entrega de los Oscar, la película retrata al grupo de hombres de Wall Street que arruinaron a sabiendas las empresas que dirigían para poder engrosar su cuenta corriente particular; a los que vendieron humo sabiendo lo que hacían; a los que abogaron por una desregulación de los mercados que permitió que las burbujas siguieran flotando en el aire; también, a las agencias de calificación y a los economistas de prestigio que, mediante suculentos honorarios, avalaron con su firma gigantescos fraudes.
Narrada en un lenguaje pedagógico, útil para analfabetos económicos, su autor, productor y director es matemático y doctor en Ciencias Políticas. Oficia como consultor para distintas empresas tecnológicas.
El actor Matt Damon es el encargado de ponerle voz al relato. Pese a su profesionalidad, Damon apenas logra dominar la cólera que le provoca relatar las fechorías de sus compatriotas. Cólera que se troca en decepción cuando le toca describir la debilidad de Obama frente a Wall Street. "Tres años después de una crisis financiera causada por el fraude, ni un solo ejecutivo ha ido a la cárcel y eso está muy mal", dijo Ferguson al recibir la estatuilla.
Una de las singularidades de esta crisis financiera es que la crónica más implacable sobre el tema la realizó Vanity Fair , una revista cuyo target apunta a los mismos que produjeron el descalabro. La otra es que el documental que mejor ha descripto los mecanismos que la propiciaron ha sido distribuido por una multinacional, Sony. Por último, es también significativo el hecho de que su creador, Ferguson, no sea un revolucionario anticapitalista ni antisistema sino un centrista millonario que no está en contra de la desregulación, pero que detesta el enriquecimiento ilícito.
Otra de las revelaciones que trae Inside Job es la connivencia del mundo académico con los poderes económicos. Si hay algo a lo que Hollywood no nos ha acostumbrado es a ubicar en el lugar de los malos a los más famosos economistas de Estados Unidos. Pero Ferguson ofrece al espectador un verdadero desfile de estas luminarias que parecen haber vendido su alma al diablo para cantar loas al buen funcionamiento del sistema.
Valga como ejemplo el caso de Glen Hubbard, decano de la Escuela de Negocios de la Universidad de Columbia y apóstol de la desregularización y ex jefe de asesores de Bush. "Los académicos no son hombres ricos", afirma Hubbard ante Ferguson. Omite los 250 mil dólares que le paga MetLife y las innumerables asesorías que brinda a empresas financieras. Y olvida los 100 mil dólares que cobró por testificar a favor de los gestores de Bearn Stern acusados de fraude.
Quizás a causa de la impunidad con que obtuvieron sus ganancias, a los personajes de este estremecedor reality nada parecía conformarlos. Querían cada vez más y más. Todo fuera por superar al de al lado.
Una casa en Los Hamptons (el paquetérrimo San Isidro de los de la Gran Manzana) no los conformaba. Querían dos. Lo mismo con los Lamborghini, uno no les resultaba suficiente. Además de un buen apartamento en Park Avenue. La delantera la llevó siempre Richard Fuld, presidente de Lehman Brothers: casas en Sun Valley, Florida; colecciones de arte; seis aviones Jet y un 767. Pero, por sobre todo, ningún contacto con todo aquel que estuviera debajo de su piso 31, al que llegaba sin prácticamente descender de su auto. Se calcula que veía gente sólo durante dos o tres segundos al día.
Se trata de personas en muchos casos estimuladas por ingentes cantidades de cocaína, impulsivas, que necesitan correr riesgos y obtener reconocimiento, según describe el psicoanalista Jonathan Alpert, terapeuta de muchos de ellos. "Es típico que vayan a bares de desnudistas y usen drogas. Veo mucho uso de drogas y prostitución", dice. Alpert explica que recientes experimentos han demostrado que el dinero y la cocaína estimulan la misma parte del cerebro. Se calcula que un 5% de los ingresos de estos ansiosos acababan en las arcas de estos clubes.
Solo tres personas parecen haber advertido que el dionisíaco bacanal de los reyezuelos de Wall Street estaba por llegar a su fin. El gurú Nouriel Rubini, siempre "ecléctico, pragmático y centrista", según se define, desde 2006 venía alertando sobre la catástrofe. El entonces director del FMI, Dominique Strauss-Kahn, que también avisó de la llegada de una crisis "gigante que, como siempre, pagarían los más débiles". Y la actual reemplazante de Strauss-Kahn, Christine Lagarde, entonces ministra de Finanzas de Francia. Lagarde recuerda que en febrero de 2008, durante la reunión del G7, advirtió que se veía venir "un tsunami y ustedes solo están proponiendo qué traje de baño vamos a usar".
Tanto la desregulación de tipo fundamentalista que aplicó Estados Unidos entre 2000 y 2007, como la estatización que se pretende instalar aquí, en la Argentina, estimulan la corrupción y debilitan las instituciones. Ambos priorizan la codicia, la impunidad y el amiguismo. Estatizar resulta aun más peligroso, porque el "propietario" es el Estado. Un ejemplo es el caso de Aerolíneas. ¿Es propiedad de los argentinos o de La Cámpora?, ese grupo de jóvenes que utilizan el nombre de un patético ex presidente que duró 49 días y usan los aviones para ver partidos de fútbol. La Anses, ¿también es de la Cámpora?
Después de asumir el poder, Obama señaló la necesidad de una reforma que implicara un regulador de riesgos. Posiblemente a causa de su carácter conciliador, sus reformas no han tenido relevancia alguna. Y aquellos que desencadenaron el drama siguen estando en el corazón del gobierno. Basta citar a su antiguo jefe de Gabinete, Rahm Emanuel, que ganó 320 mil dólares como directivo del prestamista Freddie Mae.
Por qué no se emprende una investigación más sistemática, pregunta Charles Ferguson a Nouriel Rubini.
Porque encontrarían a los culpables, responde Rubini.
© La Nacion
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