
Los timorenses del este siguen padeciendo
Por José Ramos Horta Para International Herald Tribune y La Nación
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DILI, Timor Oriental.- SIETE meses después de haber sido obligados a emigrar una vez que Timor Oriental votó mayoritariamente en favor de independizarse de Indonesia, más de 140.000 timorenses orientales regresaron a su tierra desde la indonesia Timor Occidental.
Sin embargo, por lo menos 100.000 timorenses orientales permanecen en Timor Occidental, en campamentos controlados por bandas de milicianos de Timor Oriental y sus partidarios del ejército indonesio.
En esos campamentos, mucha gente se halla en una situación precaria.
Las medidas sanitarias y el acceso a tratamientos médicos prácticamente no existen.
Hace más de un mes, funcionarios de Timor Occidental señalaron que unos 500 timorenses orientales, incluyendo a 310 niños, habían muerto como consecuencia de la falta de sanidad y cuidados médicos.
Las amenazas contra los ocupantes de los campamentos por parte de los milicianos y los efectivos militares indonesios prosiguen, aun cuando el propio presidente Abdurrahman Wahid, en Yakarta, ordenó que no debían cometerse más esos actos intimidatorios.
El acceso de los grupos internacionales de ayuda humanitaria a esos campos de refugiados está sumamente restringido. Se registraron muchos ataques de milicianos contra el personal que realiza tareas de asistencia. Esta situación debe remediarse inmediatamente.
La propaganda sobre la violencia en Timor Oriental -difundida en los campamentos por los "halcones" de las fuerzas armadas indonesias y sus secuaces milicianos- está obstaculizando cada vez más los esfuerzos de repatriación.
El Consejo Nacional de la Resistencia Timorense, que actualmente trabaja estrechamente con las Naciones Unidas en los preparativos de la independencia de Timor Oriental, se compromete a trabajar también con el gobierno de Indonesia para explicar a los timorenses orientales que pueden regresar a salvo, incluso aquellos que colaboraron con el régimen de Yakarta durante los 24 años de su gobierno.
Aquellos miles de timorenses orientales que votaron en favor de una Timor Oriental autónoma dentro de Indonesia en el plebiscito de agosto último y aquellos miembros de las milicias que colaboraron con el ejército indonesio pueden estar seguros de que nada les pasará si regresan a su tierra de origen. No habrá represalias contra ninguno de ellos. Este es su país; éste es el lugar al que pertenecen, y todos nosotros -los grupos en favor de la independencia y la autonomía- debemos enterrar el pasado, consolidar la paz y reconstruir Timor Oriental.
Sin embargo, no puede haber tolerancia para una jefatura miliciana que continúa organizando y supervisando campañas de terror en Timor Occidental y realizando, a través de las fronteras, incursiones y ataques inesperados contra Timor Oriental.
Las fuerzas internacionales para el mantenimiento de la paz que se hallan cerca de la frontera que divide a Timor Oriental y a Timor Occidental fueron hace poco atacadas cuatro veces en 24 horas por fuerzas milicianas apoyadas por militares indonesios.
Es un alivio para nosotros que por fin uno de los jefes milicianos en Timor Occidental, Laurentino (Moko) Soares, haya sido detenido hace poco.
Pero aquellos comandantes milicianos que todavía ordenan ataques deben ser juzgados. Sus superiores en las fuerzas armadas indonesias también deberían ser llamados a rendir cuentas.
Por esta razón, si bien respaldamos el actual proceso en Indonesia de investigar y enjuiciar a los militares y jefes milicianos implicados en la violencia que asoló Timor Oriental antes y después del pronunciamiento de su independencia, también incitamos a las Naciones Unidas para que promuevan y apoyen la creación de un tribunal internacional.
Un tribunal de esa naturaleza podría garantizar que los cerebros grises de las fuerzas armadas indonesias responsables de las aberrantes violaciones de los derechos humanos en Timor Oriental sean llevados a la Justicia si Indonesia no cumple con los criterios internacionales relacionados con un debido proceso.
Las Naciones Unidas deberían ahora establecer claramente esos criterios, concentrando particularmente la atención en la credibilidad del personal judicial y en la protección de testigos. No deberían permitir que haya inmunidad selectiva, ya que nadie tendría que estar exento de ser sometido a juicio.
La comunidad internacional debe apoyar el gobierno civil del presidente Wahid y al movimiento en favor de la democracia en Indonesia, adoptando severas medidas en todos los niveles para ayudarlo a mantener a raya a las fuerzas armadas indonesias.
Timor Oriental reconoce y agradece las actuales restricciones impuestas a Indonesia por los Estados Unidos y otros países en el plano militar y desea que continúen.
Si mantienen interrumpido el abastecimiento de armas, equipos y repuestos a las fuerzas armadas indonesias, los gobiernos extranjeros ayudarán a frenar el terror en Timor Occidental.
El autor, oriundo de Timor Oriental, es vicepresidente del Consejo Nacional de la Resistencia Timorense. En 1996 ganó, en forma compartida, el Premio Nobel de la Paz.






