
Maldición de los tiempos interesantes
Por Orlando Barone
1 minuto de lectura'
Voto rechazo, voto bronca, voto moral o voto protesta son las distintas acepciones del "urnario" todavía tibio, aunque nunca llegó a caliente. Detrás del voto siempre hay alguien: detrás del voto peronista están los peronistas; detrás del voto radical están los radicales; detrás del progresista están los progresistas; detrás del de las izquierdas están los izquierdistas; detrás del liberal está la Recoleta ya que fue el único barrio donde ganó la fórmula de Liendo. Así como Villa Lugano fue el único donde ganó el peronismo. En ambos barrios se dio una elección antigua: los ricos con los ricos y los pobres con los pobres. Nada de esa mezcla llamada transversalismo. Me atrevo a esta pregunta intencionada: ¿quién está detrás de aquellos votos del rechazo o del elector ausente? Yo creo que muchos. Y a la vez nadie. Quienes no tienen candidatos no revelan la dirección en que marchan. Entre ellos están los que repudian el sistema económico, pero también los que quieren cambiarlo; están los que tienen bronca del pasado reciente y los que la tienen actualmente. Y están los que desairan el ayer y el ahora juntos. Esa avalancha abstracta, pero nítida, se permitió derroches de humor negro o ingenuo votando con recurrencia a Ben Laden y a Clemente. ¡Pensar que fuimos capaces de instalar miles de argentinismos en el nuevo diccionario de la lengua! Y en las urnas fue tan pobre el ingenio. Es cierto que la recompensa era sólo platónica. Quien no vota no participa del juego. Es como estar en el casino y no apostar, y ver ganar y perder a los otros. No hay ilusión ni desilusión. Es como cuando no se ama: no se sufre, pero tampoco se siente. Sin embargo, el juego no se cancela: el juego sigue y afortunadamente la democracia sale indemne. Incluye a creyentes y no creyentes, ainvolucrados y autoexcluidos. A los triunfadores reales y a los morales.
Nadie espera que por efecto del multitudinario "desvoto" y sintiéndose en falta, los elegidos renuncien en masa. ¿Quiénes asumirían las vacantes, los no votantes enojados? ¿O dejaríamos el Congreso vacío ynos quedaríamos en casa confiando que el agnosticismo nos dará más que la creencia sin beneficio?
Entre los manierismos hay una clase de negativismo desafiante en que el afectado niega que niega. Y si se le dice que no niega también dirá que no. De acuerdo con el criterio acusador de quienes se negaron al voto y de quienes practicaron la agnosia desconociendo a las personas ofrecidas en las listas,los que votaron por alguien están en un umbral inferior de rigor y de discernimiento. El resultado parece confirmar el prejuicio: elegimos a un gobernador que estápreso por corrupto; a otro senador suplente, igualmente preso por los mismos motivos y a quien el flamante titular elegido le ofrece su fraterna banca para que zafe del encierro; elegimos senador a quien hace poco no quisimos que fuera presidente, y elegimos a los favoritos de casi todos los gobernadores de provincias en crisis como si éstos no fuesen ajenos a los sendos colapsos. Y elegimos, sin saber, a algún extraterrestre escondido tras las sábanas. Los rebeldes eligieron a "nadie" porque a nadie consideraron elegible.
Es curiosa la democracia argentina y no sólo por su zigzagueante y vulnerable pasado histórico, del que los ciudadanos adultos no somos exceptuados yaque hemos sido actores, aunque sea por omisión o desvínculo. Sino también por este presente paradójico donde se aclama más el voto que repudia que el voto que elige. Algo está fallando en el concepto de instrucción cívica.
Uno de mis hijos, de decencia y de intelecto no peor que el de sus padres, votó en blanco. No le importó haber sido advertido de que algunos notables que él siempre consideró indeseables, y aún más que tantos candidatos que impugna, habían hecho pública su adhesión al no voto y por lo tanto integraban su mismo "no partido". "¿Y qué? -contestó-. ¿Acaso por lo mismo que votaron ustedes no habrán votado sujetos deleznables?". Tiene razón: uno mismo quién sabe qué es para el otro.
Soy tenaz en esta visión inconveniente; séque no endulza ni complace a casi la mitad de los conciudadanos rebeldes, incluido mi hijo. Pensar que basta que la televisión invite a votar por sí o por no, sobre cualquier cosa, y llueven las llamadas. Hay muchísima gente que votó para desalojar a un desconocido de la casa de Gran Hermano y han votado padres con sus hijos para elegir el nombre de una mascota. Nunca ha ganado el voto que diga que se niega a votar por pavadas.
Si el domingo todos hubieran votado normalmente a lo mejor otro hubiera sido el resultado. Y los elegidos se sentirían más ilusionados, más aprobados para enfrentar este tormento de gestión cautiva. Y de poder insuficiente y cada vez más ajeno.
Pero así se expresa hoy la tendencia. Se inclina a prescindir de toda delegación humana y de toda mensajería entre el poder global y nosotros. Nos debemos sentir tan individualmente temerarios como para considerar lógica esta especie de abdicación política.No importa que sea temporaria. A lo mejor aspiramos a que las bancas del futuro sean ocupadas por seres que no existen todavía. O que yacen latentes en un limbo. Alguna vez aquí se importaron "referees" de fútbol ingleses porque los de aquí no nos gustaban. Y los de allá no nos gustaron tampoco.
Los argentinos, en el fondo, queremos inventar un país nuevo y todavía no creado: como los de Escandinavia, pero no así de prolijos y aburridos; como los Estados Unidos, pero sin guerra, sin ántrax, sin drogas y sin gordos; como los de la Unión Europea, pero sin los terroristas vascos, sin la vaca loca y sin los intrusosmultiétnicos.
De Brasil no queremos nada: sólo que de una vez por todas adopte, como aquí, una moneda de hielo. Así la rigidez nos condena en pareja. Los chinos tienen una maldición popular que dice: "Ojalá te toque vivir en un tiempo interesante". Ese "ojalá" suena borgeano. Los chinos de la antigüedad debían presentirnos.
Sería difícil negar que nuestro tiempo nacional no lo sea. Siempre lo fue: desde las inquietantes invasiones inglesas hasta las apasionantes y actuales invasiones sin origen geográfico e inmunes al agua hirviente arrojada desde los balcones por damas con coraje. Cada generación creyó que el tiempo más interesante era el suyo y ésta no aspira a menos.
¡Qué fantástico es el voto argentino! Los peronistas nunca pierden: recientemente se fueron y ya vuelven. Los políticos que dábamos por muertos resucitan, los técnicos que se creían superhombres se vuelven alfeñiques y los porteños, con elingreso per cápita más alto, se están haciendo zurdos. El gobierno ya no inspira emociones ni siquiera en contra. No inspira.
"Ojalá te toque vivir un tiempo interesante." Malditos los chinos.
E-mail: barone@house.com.ar






