Mandela, un ejemplo de respeto al Poder Judicial
Después de treinta años de democracia ininterrumpida, el respeto a la Constitución nacional y a la división de poderes se sitúa hoy en el centro del debate político-institucional del país.
Desde el oficialismo se pretende consolidar la idea de que hay que privilegiar la acumulación de poder por sobre las instituciones y, en ese contexto, se considera la Constitución nacional como un "corset" que impide avanzar en esa acumulación y en el logro de ciertos objetivos que se propone el Gobierno.
Cuando la Corte Suprema declaró inconstitucional la ley que supuestamente "democratizaba" la Justicia, aquellos cultores del poder concentrado descalificaron a los miembros del tribunal. Al hacerlo, no midieron el daño institucional que esos ataques provocaban ni fueron capaces de hacer memoria respecto de nuestra propia historia reciente de las últimas décadas en democracia.
En medio de este debate político y cultural, recordé la visita que hizo a nuestro país, en 2004, Albie Sachs, presidente del Tribunal Constitucional de la República de Sudáfrica. La actual presidenta era entonces senadora nacional y lo invitó a la Comisión de Asuntos Constitucionales, que ella presidía, presentándolo como "un reconocido jurista" y un luchador por "la defensa irrestricta de los derechos humanos".
En la reunión de la comisión del 20 de octubre de aquel año, Albie Sachs explicó lo que había significado el apartheid en Sudáfrica y cuál fue el desafío que enfrentó su país para construir una democracia constitucional, después de que Nelson Mandela fue elegido presidente en 1994.
Sudáfrica era entonces un país pobre, violento y profundamente desigual, en el que una minoría de 4 millones de blancos sometía a 25 millones de negros al brutal sistema del apartheid , calificado por Mandela como "genocidio moral".
Albie Sachs explicó que al asumir Mandela el gobierno, la minoría blanca temía que la mayoría negra en el poder hiciera lo mismo que los blancos habían hecho anteriormente con ellos. "La Constitución, entonces, era una garantía de que eso no volviera a suceder", dijo. Luego explicó que, al designarse el Tribunal Constitucional, hubo muchas sospechas de que estuviera subordinado al poder político de Nelson Mandela. Sin embargo, "seis meses después de habernos nombrado -contó-, nuestro Tribunal declaró que dos importantes medidas adoptadas por el gobierno eran inconstitucionales. Concretamente, él tenía autorización para crear las bases del primer gobierno constitucional... Pero nosotros declaramos que las proclamaciones hechas por Nelson Mandela eran inconstitucionales". Y agregó: "Dicha decisión fue vista como una victoria para los partidos de oposición. Todos estábamos muy interesados en ver cómo reaccionaría Mandela. Pues bien, él se presentó en la televisión y dijo: "Cuando aprobé estas leyes, fui informado de que esto era lo correcto. Ahora acepto la decisión del Tribunal Constitucional. Como presidente del país, debo ser el primero en demostrar respeto hacia la Constitución".
Sachs recordó ese instante como "un momento hermoso" que dio vida a la democracia constitucional en Sudáfrica.
Aquella historia corrobora una vez más la humildad y el coraje cívico de Nelson Mandela, que algunos años antes había expresado ante un tribunal del apartheid que lo enjuiciaba su sueño de vivir en un mundo en el que ningún grupo social predominara sobre otro y en una sociedad libre en donde todas las personas vivieran en armonía y con igualdad de oportunidades. "Es un ideal con el cual quiero vivir. Pero, si fuese necesario, también sería un ideal por el cual estoy dispuesto a morir", dijo entonces.
Aquellas ideas, unidas al gesto firme y respetuoso de Mandela ante el Tribunal que falló en su contra, ayudaron a consolidar la legalidad constitucional necesaria para construir una democracia. Fue una actitud que explica al hombre y al estadista por el que el mundo entero vela en estos días.
También es un hecho sobre el cual deberíamos reflexionar los argentinos para decidir si en este debate político y cultural al que nos vemos sometidos privilegiamos la acumulación de poder del Gobierno o privilegiamos el respeto al orden constitucional.
Y, finalmente, es una experiencia que debería recordar nuestra presidenta. Así se daría cuenta de que aquello que Nelson Mandela respetó como una decisión propia de un poder independiente ella lo lee como un acto desestabilizador. Esta desmesura pone en tensión la relación entre los poderes públicos e intranquiliza a la gente, por el poco respeto que se demuestra a los límites que la Constitución impone al poder político.
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