Di Benedetto, redescubierto
Es la historia de la conquista de América o la trama de un delito personal? ¿Se trata del soliloquio soterrado de un hombre que nos cuenta su vida (mezcla de proeza y desidia) o son las voces del paisaje que dan cuenta de ese hombre?
En todo caso, la novela Zama , del mendocino Antonio Di Benedetto (1922-1986), es un verdadero diamante en bruto de la literatura universal. Y digo en bruto por el paulatino reconocimiento que, año tras año, pule esta novela y la hace brillar entre lectores que aún no se han cruzado con ella.
En estos días, Lucrecia Martel, la cineasta argentina autora de La ciénaga , La niña santa , La mujer sin cabeza , se mostró subyugada con Zama , al recibir un reconocimiento financiero en el Festival de Rotterdam, además de contar con el apoyo del Incaa y de la productora El deseo, de los hermanos Almodóvar, en España.
Martel encontró en la novela de Di Benedetto el cauce perfecto para su versión cinematográfica. Juan José Saer, quien consideraba a Zama superior a La náusea , de Sartre, o al El extranjero , de Camus, anticipó el destino cinematográfico de esta novela con el siguiente comentario: "Hay un estilo Di Benedetto, reconocible incluso visualmente". Vaya apreciación: no sólo se trata de palabras, es una novela que se proyecta con los ojos en la pantalla de la lectura.
A pesar del ambiente lacónico, la novela es absolutamente concisa y destila emoción en sus páginas; como si el sentimiento viniera de tiempos remotos o de zonas del ser poco probables de ser visitadas, salvo en silencio y por escasos momentos. También Borges expresó su admiración por Di Benedetto: "Ha escrito páginas esenciales que me han emocionado y que siguen emocionándome...".
Ya la dedicatoria de la novela es una apuesta existencial: "A las víctimas de la espera". ¿Hay algo por esperar o lo peor se espera? En aquellos tiempos, siglo XVIII, en Asunción del Paraguay, a donde fue enviado Diego de Zama, él mismo espera el traslado a una sede mejor, y también espera por noticias de su mujer y sus hijos; espera por su paga, espera devenir Zama. "Yo veía el pasado como algo visceral, informe y, a la vez, perfectible [?] Lo tomaba como una parte de mí, incluso prescindible, aunque no hubiese intervenido en su elaboración.
Tal vez ese Zama que pretendía parecerse al Zama venidero se asentaba en el Zama que fue, copiándolo, como si arriesgara, medroso, interrumpir algo." El duelo es con uno mismo: el que vino del pasado con el que vendrá. En este caso se trata de "Zama, el menguado" con "Zama, el bravío". Las frases son lapidarias y, a la vez, piadosas: "Zama había sido y no podía modificar lo que fue".
Lo que ocurre es histórico y personal, pero sobre todo subjetivo. "Dormí con exceso, hasta muy adentro de la mañana". ¿Dónde será el muy adentro de la mañana?
La gracia de Di Benedetto es a dónde nos conduce con las palabras. Vale la pena seguirlo. Nos lleva a paisajes de la literatura que no se encuentran en ninguna parte. Y no hay que rendir cuenta de los dólares ni de nada. Tan sólo ser capaz de percibir la lírica y el misterio de este mundo.
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